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23.04.20

Los obispos españoles, el Papa y el bocachanclas de Pablo Iglesias

Tras leer lo que ha dicho hoy el vicepresidente del gobierno de España, Pablo Iglesias, sobre la renta mínima, los obispos españoles y el papa Francisco, he llegado al convencimiento de que el político comunista no ha escuchado las palabras de Mons. Argüello ni leyó lo que escribió el Pontífice a los movimientos y organizaciones populares. 

Por tanto, vayamos primero con lo que dijo el Papa. Resulta que Francisco enmarca su escrito en la crisis provocada por el coronavirus Covid-19 y la necesidad de que la población esté confinada. Es en ese contexto en el que habla de los «vendedores ambulantes, recicladores, feriantes, pequeños agricultores, etc,… que no tienen un salario estable para resistir este momento y las cuarentena se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal (*) que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos»

Parece evidente que Francisco habla de una medida a tomar mientras dure la pandemia y no de forma definitiva, pues una vez que toda esa gente pueda salir de sus casas para volver a trabajar, tendrán de nuevo la capacidad de ganarse la vida. De hecho, ese fue el sentido de nuestro titular en InfoCatólica.

¿Y qué fue lo que dijo Mons. Argüello, portavoz de la Conferencia Episcopal Española? Esto:

«es urgente y necesario en este momento [proporcionar] una renta básica para esas personas que han perdido su empleo u otras personas que ya se encontraban en situación de verdadera necesidad, cuya subsistencia tenía que ver con actividades de salir a la calle que ahora no se pueden hacer».

O sea, prácticamente lo mismo que el Papa. Eso sí, don Luis añadió que esa renta mínima no puede ser “eterna", porque lo que necesitamos no es que el Estado nos dé una migajas para poder comer sino que trabaje a favor de que existan condiciones favorables para que encontrar un empleo con el que ganarnos la vida:

«La necesidad perentoria de una renta básica en este momento no debería ser una coartada para una especie de subsidio permanente que retire del horizonte de las personas todo lo que el trabajo representa… no es deseable para el bien común de la sociedad pensar en grupos amplios de ciudadanos que vivan de manera subsidiada».

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12.04.20

Fray Raniero Cantalamessa predica con errores sobre la Pasión de Cristo

Como es costumbre en el Vaticano en los últimos años, el franciscano Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, pronunció el pasado viernes la homilía en la ceremonia de la Pasión del Señor, celebrada en la Basílica de San Pedro. El texto entero de la mima se puede consultar en este enlace.

En homilía de este año del P. Cantalamessa se vierten afirmaciones que no se pueden conciliar con la doctrina católica. Cito y comento:

La cruz de Cristo ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano. De todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí…

Y no sólo el dolor de quien tiene la fe, sino de todo dolor humano… Gracias a la cruz de Cristo, el sufrimiento se ha convertido también, a su manera, en una especie de “sacramento universal de salvación” para el género humano.

No hay una sola evidencia en la Escritura ni en el Magisterio de la Iglesia que avale semejantes afirmaciones. El sufrimiento del hombre que lo sufre rebelándose y blasfemando contra Dios no es un “sacramento de salvación".

¿Cómo puede decir que es igual el sufrimiento del cristiano, sea por castigo que busca su corrección y santificación o por cruz o prueba, que puede ofrecer al Señor con carácter expiatorio, tiene el mismo efecto que el de quien no tiene fe?, ¿Acaso los sufrimientos de los condenados en el infierno son “sacramento universal de salvación"? ¿es lo mismo el sufrimiento del que está en el purgatorio que el del que está en el infierno?

San Juan Pablo II enseña en la Carta Apostólica Salvifici Doloris:

Cuando se dice que Cristo con su misión toca el mal en sus mismas raíces, nosotros pensamos no sólo en el mal y el sufrimiento definitivo, escatológico (para que el hombre « no muera, sino que tenga la vida eterna »), sino también —al menos indirectamente— en el mal y el sufrimiento en su dimensión temporal e histórica. El mal, en efecto, está vinculado al pecado y a la muerte. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos (esto indica precisamente el ejemplo del justo Job), sin embargo, éste no puede separarse del pecado de origen, de lo que en San Juan se llama « el pecado del mundo», del trasfondo pecaminoso de las acciones personales y de los procesos sociales en la historia del hombre.
Salvifici Doloris, 15

De hecho, el sufrimiento punitivo, el castigo incluso en forma de muerte física, puede ser provocado expresamente por Dios. Que nos explique Fr. Cantalamessa qué hacemos con el relato de Ananías y Safira del capítulo 5 del libro de Hechos. Si Dios llega a obrar así con quienes son parte de su Iglesia, ¿qué no podrá hacer con los incrédulos?

¿Ha dejado de tener vigencia lo que enseña el apóstol San Pablo cuando indica que Dios paga con “ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo” (Rom 2,8-9)?

¿Quizás ya no tiene sentido preguntarse con el Catecismo Romano (Trento) lo siguiente?

¿De qué castigo seremos dignos, si después de haber entrado en la Iglesia, conocido la voluntad y leyes de Dios, y haber recibido la gracia de los Sacramentos, viviéremos según las leyes y máximas del mundo y demonio, como si al ser bautizados nos hubiéramos dedicado al demonio y mundo, y no a Jesucristo Señor y Redentor nuestro?
Catecismo romano 64

¿Y qué no decir respecto a la profanación del Santísimo Sacramento que está siendo promovida por quienes enseñan que pueden acceder al mismo los que viven en adulterio? ¿quedará sin castigo? Cito de nuevo el Catecismo romano en su artículo 393:

Así como entre todos los sagrados misterios que como instrumentos ciertísimos de la divina gracia instituyó nuestro Señor y Salvador, ninguno hay que se pueda comparar con el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, así tampoco hay que temer de Dios castigo más severo por alguna maldad, como de que no se trate por los fieles santa y religiosamente un sacramento lleno de toda santidad, o más bien que contiene en sí al mismo Autor y fuente de la santidad. Con gran perspicacia advirtió esto el Apóstol, y nos lo previene con igual’ claridad. Porque habiendo declarado de cuán grave maldad se hacían reos los que no discernían el Cuerpo del Señor, añade al punto: “De aquí es que hay entre vosotros muchos enfermos y sin fuerzas, y muchos que mueren”.

Se refiere a estas palabras de San Pablo en su primera epístola a los corintios:

Porque cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren tantos.
1 Cor 11,26-30

El Predicador de la Casa Pontificia niega tajantemente que los sufrimientos provocados por la pandemia del coronavirus puedan ser un castigo de Dios, con argumentos ciertamente peculiares Dice:

Si estos flagelos fueran castigos de Dios, no se explicaría por qué se abaten igual sobre buenos y malos, y por qué los pobres son los que más sufren sus consecuencias. ¿Son ellos más pecadores que otros?

¿Qué hacemos con las palabras de Benedicto XV: quien en la Cuaresma de 1917 dijo que “los flagelos públicos son expiaciones de las culpas por las cuales las autoridades públicas y las naciones se han alejado de Dios”? ¿Es casual que, a día de hoy, dos de las naciones que más están sufriendo la pandemia son precisamente Italia y España, que apostataron desechando el Reinado Social de Cristo bajo el que no hace tanto tiempo se gobernaban?

Por otra parte, ¿dejaremos de creer que es doctrina católica que los sufrimientos de los justos que vive en gracia pueden satisfacer las deudas contraídos por otros?

Pero en lo que debemos engrandecer con sumas alabanzas y acciones de gracias la inmensa bondad y clemencia de Dios, es en haber concedido á la fragilidad humana, que pueda uno satisfacer por otro. Esto únicamente conviene a esta tercera parte de la penitencia. Pues tocante a la Contrición y Confesión ninguno puede dolerse ni confesarse por otro, pero todos los que están en gracia de Dios pueden satisfacer unos lo que otros deben a su Majestad, y de este modo vienen a llevar unos las cargas de los otros 
Catecismo Romano, 598.

El asombro que produce semejante alejamiento de la doctrina católica por parte del P. Cantalamessa aumenta considerablemente cuando vemos lo que afirma sobre el sacrificio de Cristo en la Cruz:

Dios participa en nuestro dolor para vencerlo. “Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien”

. ¿Acaso Dios Padre ha querido la muerte de su Hijo, para sacar un bien de ella? No, simplemente ha permitido que la libertad humana siguiera su curso, haciendo, sin embargo, que sirviera a su plan, no al de los hombres.

¿Cómo se puede decir que Dios Padre no ha querido la muerte del Hijo en la Cruz para sacar de ella el mayor de todos los bienes, que es la salvación de nuestras almas? ¿acaso la Cruz fue fruto de la libertad del hombre y no de la voluntad expresa de Dios? ¿En dònde deja el P. Cantalamessa la oración de Cristo en Getsemaní? ¿Acaso no fue el mismo Cristo quien dijo “no se haga mi voluntad sino la tuya"? ¿cómo se atreve a afirmar que la Cruz no fue voluntad del Padre? 

De hecho, dado que hace esa pregunta blasfema tras una cita de San Agustín, en la que el santo obispo de Hipona dice que Dios no permite ningún mal en sus obras, ¿debemos pensar que la muerte de Cristo es un mal que no forma parte de las obras de Dios? ¿se puede considersar un mal la obra de la salvación por la muerte de Cristo en la cruz?

Recordemos la advertencia de San Pablo:

Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo.
Fil 3,18

Sobre la doctrina de la Cruz como parte de la voluntad divina recomiendo la lectura de estos dos artículos del P. José María Iraburu:

 La Cruz gloriosa –I. El Señor quiso la Cruz

La Cruz gloriosa –II. Por qué Dios quiso la Cruz 

No es de extrañar que quien se separa tanto del evangelio de Cristo, acaba atribuyendo a la naturaleza una cualidad personal:

Esto vale también para los males naturales como los terremotos y las pestes. Él no los suscita. Él ha dado también de la naturaleza una especie de libertad, cualitativamente diferente, sin duda, de la libertad moral del hombre, pero siempre una forma de libertad.

Decir que la naturaleza inanimada tiene una cierta forma de libertad es obviamente una gran falsedad. Que no todas las catástrofes naturales, pestes y epidemias son voluntad positiva de Dios no se discute. Pero que pueden serlo tampoco cabe discutirlo, a menos que queramos abolir toda la Biblia. Desde el Pentateuco (Diluvio, plagas de Egipto, etc), hasta el Apocalipsis. Lo realmente patético es pretender que la naturaleza sea un sujeto con capacidad volitiva para obrar así. A menos, claro, que consideremos a la naturaleza como esa Pacha Mama a la que se rindió culto en los jardines del Vaticano el año pasado, como si fuera un ser con alma. Entonces sí es un sujeto: concretamente Satanás.

¿Qué cabe hacer ante quien predica ideas ajenas o contrarias al Evangelio? Cumplir el mandato de la Escitura:

Rechazarles:

Pues bien, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Lo he dicho y lo repito: Si alguien os anuncia un evangelio diferente del que recibisteis, ¡sea anatema!
Gal 1,8-9

Combatirles:

Queridos míos, al poner todo mi empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo animándoos a combatir por la fe transmitida de una vez para siempre a los santos.
Jud 3

Que la Virgen María, Destructora de todas las herejías, interceda por nosotros ante el Señor para que se nos conceda llevar adelante eficazmente esa tarea.

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante

14.03.20

La carta de Mons. Mazuelos sobre el coronavirus

Por circunstancias de la vida, desde hace unos meses vivo con la mayor parte de mi familia en una localidad gaditana que pertenece a la diócesis de Asidonia-Jerez. Por tanto mi actual obispo es Mons. José Mazuelos Pérez. Y esta es la carta que ha escrito para todos los fieles de nuestra diócesis (negritas mías):

 

CARTA DEL SR. OBISPO CON MOTIVO DEL CORONAVIRUS

14 marzo, 2020

Queridos hermanos:

Todos estamos preocupados por la situación de desconcierto que estamos viviendo ante la incidencia del Coronavirus. Desde nuestra diócesis hemos dado unas medidas con las que queremos contribuir a evitar las consecuencias de este mal. Ahora, con estas letras, quiero ofrecer una visión de lo que nos está ocurriendo con los ojos de la fe. Los cristianos tenemos una manera de mirar la vida y la historia distinta del mundo, tratamos de ver nuestra realidad y la de nuestra sociedad leyendo los signos de los tiempos y la presencia de Dios en ellos (Mt 16,23).

Vivimos un tiempo de Cuaresma, tiempo de oración y de penitencia, tiempo de recordar que «somos polvo y en polvo nos convertiremos». Este momento puede ayudarnos a redescubrir nuestra propia fragilidad y a recordar que somos vulnerables, mucho más de lo que creemos. Así, no podemos olvidar que nuestra fortaleza es sabernos hijos de Dios y «que en la vida y en la muerte somos del Señor» (Rm 14,8).

La realidad que nos golpea con la fuerza de la enfermedad y la muerte nos recuerda que no tenemos todas las respuestas ni la fuerza para vencer al mal por nosotros mismos. «¿Quién de vosotros, por más que se empeñe, puede añadir una hora al tiempo de su vida?»(Mt 6,27); nos dice Jesús, no para asustarnos, sino para llamarnos a la confianza total en Dios, el Padre bueno que nos ama y nos cuida, y para concluir con su llamada: «vosotros buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se os darán añadidas» (Mt 6,33).

Ciertamente, esta crisis nos debe ayudar a mirar nuestra vida y redescubrir dónde está lo verdaderamente valioso. Con frecuencia nos preocupamos de muchas cosas, demasiadas, y dedicamos nuestros esfuerzos a lo que sólo es pasajero y no permanente. Corremos el riesgo de hacer de lo relativo algo que nos parece esencial, y sin embargo lo esencial lo relativizamos. Es tiempo de volvernos a Dios y de recordar que más allá de la salud de nuestro cuerpo, la salud de nuestra alma también necesita ser cuidada, pues Jesús nos avisa de que más que la muerte del cuerpo hemos de temer a «aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mt 10,28).

Ahora, más que nunca, necesitamos renovar nuestra confianza en Dios, recordar una y otra vez que el sentido de nuestra vida es la esperanza en su salvación. Sin dejar de cumplir con todos los deberes y cuidados que nos exige la situación, no debemos olvidar que existe un Dios que cuida de nosotros. Como creyentes volvamos ahora nuestra mirada a nuestro Padre bueno para pedirle por los enfermos, por los que los cuidan, por los que han muerto a causa de este virus, por las personas en riesgo y quienes más van a sufrir las consecuencias económicas de esta crisis que nos amenaza. Recemos, como cristianos, para implorar a Dios que nos libre de este mal y nos conceda la salud para que podamos vivir según su voluntad. No podemos, en este tiempo vivir distraídos y dispersos, aumentemos nuestra oración.

Para ello, como signo de esperanza en quien está por encima de todo, sugiero que nuestros templos estén abiertos más tiempo del habitual, de modo que, evitando aglomeraciones, muchos puedan acudir a ellos, entrar a orar y encontrar momentos de recogimiento y de intimidad con el Señor.

Asimismo se debe mantener, mientras sea posible, la celebración de la Eucaristía tanto diaria como dominical en los horarios habituales, o incluso ampliándolos para facilitar la asistencia sin aglomeraciones de personas. Que no se pierda el encuentro con Dios, pidiendo a aquel en cuya mano está nuestra suerte (Sal 31,5) por el fin de este mal que nos atenaza.

Nuestra Iglesia anima a las familias a la oración en casa y a la escucha confiada de la Palabra de Dios. Puede ser un buen tiempo para el rezo del rosario en familia, con la confianza de que la intercesión de la Virgen es siempre poderosa.

No podemos olvidar a las personas más vulnerables que no podrán acudir a la celebración eucarística, hemos de asistirlas cuando soliciten recibir la Sagrada Comunión en casa. Nuestra atención espiritual a los enfermos debe seguir funcionando con la mayor normalidad posible, salvando siempre las medidas higiénicas y sanitarias necesarias.

Este tiempo y el recogimiento que se nos pide, nos ofrece la oportunidad de vivir una cuaresma de mayor intimidad con Dios. Aprovechemos el momento para crecer en la oración y en la confianza con el Señor. ¡Que Él os bendiga!

+ José Mazuelos Pérez

Obispo de Asidonia-Jerez

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3.03.20

Suerte, don Juan José

Como era de esperar, y quien no lo esperara es que no conoce cómo funcionan las cosas en la Iglesia hoy, los obispos españoles han elegido al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, como nuevo presidente de su Conferencia Episcopal.

Cuando escribo estas líneas todavía no sé quién es o será el vicepresidente (*) ni los miembros de la Comisión Ejecutiva. La vicepresidencia tiene su importancia, porque el cardenal Omella presentará su renuncia por edad el 21 de abril del año 2021, es decir, al poco más de llevar un año del cuatrienio en el que puede a estar al frente de la CEE. Se supone que el papa Francisco dará una prórroga para seguir al frente de la archidiócesis de Barcelona. Una aceptación de su renuncia implicaría que dejaría de ser presidente de la Conferencia Episcopal. El “problema” es que el Papa no es precisamente un jovenzuelo y nadie sabe lo que puede pasar de aquí a un año. 

Conozco personalmente a don Juan José desde que me trasladé con mi familia a tierras oscenses a principios de siglo. Siendo obispo de Barbastro, fue nombrado administrador apostólico de la diíocesis de Huesca. Tuve oportunidad de hablar con él por una cuestión relacionada con un sacerdote que daba unas charlas ciertamente heterodoxas en una parroquia de Los Monegros. Por aquel entonces yo no tenía relevancia pública alguna y recibí una exquisita atención del prelado aragonés. Me dijo que se encargaría del tema y por mi parte consideré que ya había hecho lo que debía hacer.

Luego he seguido su trayectoria, con traslado a La Rioja , nombramiento como pastor de la Iglesia en Barcelona, y posterior creación como cardenal. 

Muchos análisis se han publicado antes de este cambio en la CEE y muchos se publicarán en estos días. Yo sigo sosteniendo exactamente lo mismo que escribí en noviembre del 2018, cuando Mons. Luis Argüello fue elegido como secretario general y portavoz de los obispos españoles. Afirmé entonces:

Lo que sí puedo decir es que la creciente irrelevancia mediática, social e incluso eclesial de la Conferencia Episcopal es un hecho incontestable.

Eso no solo no va a cambiar sino que posiblemente se va a acentuar. Y no tanto por el perfil del cardenal Omella, que sin duda no es tan plano como el del cardenal Blázquez, como por el hecho de que la descristianización de España se va acelerando y, por tantos, la voz de los obispos es cada vez menos influyente en la sociedad.

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29.02.20

¡Qué tiempos aquellos los de la Inquisición!

Una buena parte de las intervenciones vaticanas de los últimos años en congregaciones, institutos, asociaciones, etc, religiosas sigue el siguiente patrón:

1- Se envía a un delegado pontificio para hacer una evaluación del grupo… sin explicar bien a cuento de qué.

2- Se les nombra un comisario pontificio, sin explicar bien a cuento de qué.

3- Se les aniquila sin posibilidad de que puedan hacer nada y sin explicar bien a cuento de qué.

El “a cuento de qué” lo suelen despachar con acusaciones generalistas, que es la forma típica de actuar de los estados totalitarios contra los disidentes.

Familia Christi es el último ejemplo, pero como ese hay todos los que se quiera y más.

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