InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Juglar del Señor

10.09.14

El clérigo borracho, el joven y la Custodia

Se las prometían muy felices. Salían a la mar con alegría y mucho viento a favor. Estaban convencidos de que surcarían las aguas con prestancia y ligereza. Nada de calmas chichas que dejan los barcos cual si hubieran echado el ancla. Pronto estarían llenando las bodegas de pescado robado al líquido elemento.

La tripulación estaba entusiasmada. Se creían los mejores marinos del mundo mundial. Sí, había algunos que advertían que tanta confianza en las capacidades propias podían quedar en nada si la naturaleza hacía de las suyas y recomendaron no alejarse demasiado de la costa, pero fueron acusados de agoreros y cobardes.

Una vez en alta mar, cuando ya no había tiempo de dar marcha atrás, las cosas se complicaron. El viento aumentó su intensidad, las olas empezaron a zarandear el barco cual si fuera una cáscara de nuez y, para colmo, parecía que el capitán estaba empeñado en tomar las decisiones equivocadas.

Los prudentes levantaron entonces la voz. Dijeron: “¿no os lo advertimos? Solo vosotros, necios, erais incapaces de ver que se acercaba una galerna“. Pero la reacción del resto fue echarles la culpa de la calamidad que amenazaba con hundir el barco y a todos los que en él estaban. En vez de trabajar unidos para mantenerlo a flote, acabaron enzarzándose en una pelea.

Entonces un joven, recién salido de la adolescencia, encargado de asistir al clérigo anciano obeso y borrachín que “atendía” espiritualmente a los marineros, apareció en cubierta con un custodia de hierro, oxidada y llena de mugre, pero con el mejor tesoro en ella. Y dijo: “o clamamos a Cristo o nos hundimos“.

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11.03.13

Mis posts preferidos (actualizado)

Hace casi tres años escribí una entrada en el blog recogiendo los posts que más me gustaban de los que llevaba escritos en mi etapa como bloguero católico. En medio de la marabunta de la actualidad eclesial, la mayor parte de las veces infecta, me resulta complicado encontrar ocasión de escribir sobre lo que realmente me interesa. Es fácil caer en la esclavitud de la imagen que uno mismo se ha labrado a lo largo de los años. Aunque la misma sea fruto de una especie de vocación de servicio. Pero existe mucha vida espiritual más allá de herejes, progres, carcas, cismáticos, tibios, “pastores así, pastores asá". Desgraciadamente, constato que en los últimos meses no existen muchos más posts que añadir a la lista. Y eso significa que algo no va bien. Si el motor se quema, el coche no podrá andar. Así que toca cambiar de rumbo y de ritmo. Mismo destino, distinta ruta.

Ahí va la lista actualizada:

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27.11.06

El Amado y la doncella

El Amado y la doncella

Te amo preciosa niña. Tus cabellos son de platino como la mirada de mis ojos. Tus labios son rosas sin espinas, dulces y abiertos para recibir mis besos de amor. Amor puro y prístino nace de mi corazón y va a tu encuentro. Ven a mí, pequeña. No te tardes. Escucha la música de mi voz al llamarte y acude a mi presencia.

Querida mía, amor mío y reflejo de mi esencia. Deja que te vista de lino blanco. Permíteme curar tus heridas y no temas el dolor que te causen mis manos. Te amo tanto que necesito limpiar toda mancha que el pasado haya dejado en tu bendito rostro. Serás como siempre pensé. Dulce, cariñosa, con amor por el mundo, llevando mi santidad por doquiera que vayas.

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16.11.06

María y el ángel

Mis ojos la contemplan y me estremezco. Parece tan frágil, tan débil. Sin embargo, el Señor mi Dios la ha elegido para ser su Templo en esta tierra. ¿Qué no habrá hecho mi Dios para preservar toda su pureza? Puedo ver cómo ella está rodeada de Su gracia. Ha llegado el momento:

-Salve Kerajitomene, El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

¡¡Me ha hablado!! ¿Quién será? Sus cabellos son dorados y su porte es celestial. ¿Y porqué me saluda de esa forma? ¿Yo bendita entre las mujeres? ¿Por qué?

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11.11.06

Sublime presencia

Sublime presencia me rodea. Fragante aroma fluye en la estancia. Es el Señor que llega a mi encuentro. Es su Espíritu que derrama su esencia. Pequeño y diminuto soy ante su infinita grandeza. Mi voz es un susurro comparado con el trueno de su respiración. Cuando habla, me asombra la ternura del tono de su voz. Suave a la vez que firme. Simple a la vez que profundo. A veces me pregunto si mi alma sabe entender su lenguaje, pero sé que su Espíritu me ayuda. Quizás mi rubor no me deja disfrutar bien de su mirada, la cual sé que me atraviesa, me abrasa con llamas de amor que purifican mi ser por completo. De pronto, Él pone la mano en Su boca, me pide que cante alabanzas. La voz de mi alma le alaba. Mi espíritu entero le adora. Mi boca no pronuncia palabra, porque el silencio expresa el lenguaje del alma.

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