InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Espiritualidad cristiana

27.02.16

Vamos a ayudar a Dios a que haga de Dios

No, no me he vuelto loco. No he caído en la herejía pelagiana o semipelagiana. No he desechado las enseñanzas de las Escrituras, especialmente las de San Pablo, ni las de grandes santos y doctores de la Iglesia como San Agustín y Santo Tomás. Simplemente señalo algo que muchos cristianos creen que pueden hacer: ayudar a Dios.

No es nueva esa idea. Cuando Yavé le dijo a Abraham que iba a ser padre siendo ya ancianos tanto él como su mujer Sara, nuestro padre en la fe decidió, por consejo precisamente de su esposa, que iba a ayudar a Dios a cumplir su promesa acostándose con una de sus criadas. De aquella unión, obviamente, no salió el hijo de la promesa. Finalmente Dios cumplió su palabra y Sara fue madre en su vejez.

Cuando Cristo anunció que iba a bajar a Jerusalén para ser crucificado, san Pedro se puso enfrente de Él y le dijo que no osara hacer tal cosa. ¿Cómo iba el Mesías a cumplir su función mesiánica dejándose matar? Había que ayudarle a entender mejor su misión. Las palabras del Señor fueron contundentes: “apártate de mí, Satanás".

Salvando las distancias, a muchos nos ha pasado algo parecido a lo largo de nuestra vida. En vez de buscar que Dios cumpla su voluntad a su modo y manera, buscamos la forma de que se cumpla según nos parece más adecuado. De hecho, en no pocas ocasiones lo que hacemos es disfrazar nuestros deseos, nuestros actos fruto de nuestra propia voluntad, con la pretensión de estar obrando para que se cumpla la voluntad divina. El santo abandono en la voluntad de Dios -que no tiene nada que ver con un quietismo estéril- no está precisamente de moda.

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17.02.16

Amor por las almas

Uno de los versículos más impactantes del apóstol San Pablo es el que aparece en su epístola a los romanos. Hablando de la incredulidad de sus hermanos de raza, los judíos, dice:

Digo la verdad en Cristo, no miento -mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo-: siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón; pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne.
Rom 9,1-3

¡Qué amor no tendría el apóstol de los gentiles hacia su pueblo, el pueblo elegido por Dios para ser faro de luz en medio del resto de pueblos del mundo, el pueblo del que habría de venir la salvación en la persona de Cristo, Dios encarnado! Pues no en vano el Señor dijo a la samaritana que “la salvación viene de los judíos” (Jn 4,22).

Salvando las enormes distancias con el apóstol en cuanto a santidad y celo por las almas, unos cuantos católicos -obispos, sacerdotes, religiosos y seglares- vivimos hoy una situación parecida. Sabemos que somos pecadores, que necesitamos la conversión como el que más, que no tenemos derecho alguno a tirar la primera piedra contra el resto de pecadores. Pero precisamente porque somos conscientes de la gravedad del pecado, que es lo que nos aleja de Dios, se nos abren las carnes cuando vemos que hay situaciones de pecado que no son confrontadas, que son incluso justificadas en nombre de no se sabe bien qué tipo de misericordia divina.

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16.02.16

Humberto y Lucy, testimonio incompleto

El Papa se reunió ayer con las familias mexicanas. Según recoge Zenit y reproducimos nosotros, dieron testimonio público varias personas. Entre ellas, esta pareja:

El Santo Padre ha escuchado el testimonio de Humberto y Lucy, él soltero y ella divorciada, se casaron por lo civil hace 16 años. Hace 3 años que el Señor les habló y se acercaron a la Iglesia. Saben que no pueden acceder a la eucaristía, pero que pueden «comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad».

Es motivo de alegría que el Señor tocara la vida de Humberto y Lucy para que se acercaran a la Iglesia. Dios llama al pecador para que vuelva sus ojos a Él. Ahora bien, también nos llama para que dejemos atrás nuestros pecados. Y esa pareja vive, según palabras de Cristo, en adulterio. Han pasado ya tres años desde que regresaron a la Iglesia. ¿Cuántos tienen que pasar para que abandonen ese pecado? ¿acaso la gracia que operó en ellos ha dejado de funcionar?

El problema que tienen Humberto y Lucy no es que no puedan comulgar. El problema es que si no dejan de vivir en adulterio, la Palabra de Dios, que para algo está, indica que van camino de la condenación eterna. Y eso es muy serio. No pueden alegar desconocimiento de lo que Dios quiere. No valen excusas cuando tenemos que ponernos delante del Señor. No existe pecado invencible si permitimos al Espíritu Santo obrar en nuestras vidas. Y no se debe dar un testimonio incompleto viviendo en una situación pública y notoria de pecado, a menos que se reconozca que se está pidiendo la ayuda del Señor para superarlo.

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10.02.16

Cuaresma, conversión y santidad

Empiezo el post recomendando la lectura del que ha escrito el P. Iraburu, de tal manera que leyendo sus palabras se hace innecesario seguir leyendo lo que mi torpe pluma pueda escribir. Si aun así alguno se siente con ánimos, que siga leyendo. Voy a ser breve.

Aunque todo el año litúrgico es una fuente de gracia para el cristiano, el periodo de Cuaresma, que empieza hoy con la imposición de la ceniza, es el más apropiado para que se cumpla en nuestras vidas aquello a lo que estamos llamados: la santidad.

No aprovechar este tiempo cuaresmal para crecer en santidad es como estar muerto de hambre y desechar un plato de comida porque hay algo en el mismo que no nos gusta. O como estar sediento y negarse a beber agua porque preferimos tomarnos un refresco. Si Dios nos concede su gracia para dejar atrás nuestros pecados, ¿seremos tan necios como para seguir viviendo en ellos? Pues sí, en parte lo somos. En mayor o menor medida dejamos que pasen los años y sus cuaresmas sin convertirnos por completo a Aquel que dio su vida en la cruz precisamente para pagar el precio que merecemos por nuestra condición pecadora. Y aun así, el Señor es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno nos perdamos

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17.12.15

¿Eres parte del remanente fiel?

Como bien sabrá el lector que tiene la sana costumbre de leer toda la Biblia, en tiempos del profeta Elías el pueblo de Israel andaba mayormente adulterando con falsos dioses paganos. Nada distinto de lo que vemos hoy en algunos sectores de la Iglesia -el actual Israel de Dios (Gal 6,16)-, que tienen como dioses paganos el modernismo, el buenismo, la secularización, etc.

Pues bien, leemos en el primer libro de Reyes lo que Dios dice a su profeta:

Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.
1ª Rey 19,18

Ustedes se darán cuenta de que:

1- Es Dios quien hace que un número concreto de israelitas permanezcan fieles.

2- Ciertamente, los elegidos permanecieron fieles, porque ya habían sido fieles antes.

San Pablo lo explica así, en relación a los judíos que permanecen fieles al Señor aceptando a Cristo como Mesías:

Entonces digo yo: ¿es que Dios rechazó a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque también yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín.
“No ha rechazado Dios a su pueblo", al cual eligió de antemano. ¿Es que no sabéis lo que dice la Escritura en el episodio de Elías, cómo dirige a Dios sus quejas contra Israel: Señor, “mataron a tus profetas, derribaron tus altares, y quedo yo solo, y buscan mi vida"?
Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? “Me he reservado siete mil varones, que no doblaron la rodilla ante Baal".
Así pues, también en el tiempo presente ha quedado un resto según elección gratuita. Ahora bien, si es por gracia, no es por las obras, porque entonces la gracia ya no sería gracia.
¿Entonces, qué? Lo que Israel busca no lo consiguió, mientras que los elegidos lo consiguieron; los demás, en cambio, se endurecieron, conforme está escrito: “Les dio Dios espíritu de necedad, ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy".
Rom 11,1-8

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