Hipnotizado como en una sesión de magia
Estimados lectores, tengo un problema. He leído de la pluma de uno de los más insignes bloggers de Religión Digital el siguiente párrafo:
En esta Galilea de Entrevías comprendemos que la mesa de Jesús no es la de un medium de sortilegios, ni la de un mago hipnotizador. Tampoco es una mesa donde sacrificar animales como en las religiones primitivas. Su mesa es de comedor: para partir, repartir y compartir. Por eso no hemos cerrado los ojos cuando Enrique decía "Esto es mi cuerpo". Ni nos hemos quedado hipnotizados como en sesión de magia, como quien aguarda a que cambie de color una oblea alucinantemente ensangrentada.
Bien, yo tengo la extraña y cada vez menos extendida manía de arrodillarme y cerrar los ojos durante la consagración para abrirlos cuando el sacerdote levanta la hostia. Tengo el defecto de creer que la Iglesia dice la verdad acerca de lo que ocurre en esos momentos. Soy tan ultramontano, tan preconciliar, tan tridentino, tan católico de los de antes, tan católico como los chinos de la foto que ilustra este escrito, que me creo que el pan y el vino pasan a ser, después de la epíclesis, el cuerpo y la sangre de Cristo. Es más, confieso que en esto no me diferencio gran cosa de lo que creían esa panda de locos fanáticos que en el siglo II se debajan comer por los leones antes que negar su fe. Y si no, lean, lean ustedes: