El papel de los obispos vascos ante el hipotético fin de Eta
Supongo que no es políticamente correcto comenzar este artículo diciendo que tengo el convencimiento de que no estamos ante el fin de Eta y que antes o después la banda terrorista volverá a hacer lo único que sabe hacer. Es más, creo que para que no ocurriera tal cosa debería de darse una circunstancia realmente penosa, como es el que los etarras estén seguros de obtener aquello por lo que llevan matando durante varias décadas: la independencia de las vascongadas. A la vez afirmo que no hay nada en este mundo en lo que me gustaría tanto estar equivocado.
El papel de la Iglesia en el País Vasco en relación con el terrorismo ha estado lejos de ser ejemplar. No necesito recordar todos los detalles, pero a día de hoy siguen siendo sacerdotes personajes que han justificado en mayor o menor medida la existencia de Eta. Es por ello que cuando oigo hablar de las diferentes sensibilidades en el seno de la “iglesia vasca", no puedo por menos que estar de acuerdo. Efectivamente, hay diferencias entre unos y otros. Hay quienes han estado y están con las víctimas del terrorismo al cien por cien, hay quienes han estado y están con los terroristas y hay quienes juegan a una especie de equidistancia que tiene bastante más que ver con las inclinaciones políticas que con los valores que emanan del evangelio.
A Dios gracias, los recientes nombramientos de obispos para las dos diócesis vascas más pobladas han mejorado enormemente las espectativas respecto al papel que la Iglesia puede jugar en el presente y el futuro de esa tierra. El obispo de Vitoria sigue siendo Mons. Asurmendi, pero de él cabe esperar que haga lo que ha venido haciendo desde hace años: dejarse llevar. Sin embargo, tanto Bilbao como San Sebastián cuentan con dos pastores nuevos que suponen un cambio respecto a lo que había antes.

Cristina Cifuentes, delegada del gobierno en Madrid, es una mujer la mar de liberal, en el sentido político y religioso del término. Pasó de ser tertuliana en una cadena de televisión que dice representar a la derecha social de este país a ocupar un cargo “complicado", debido al desespere de la izquierda política y sindical madrileña, que lleva muy mal el hecho de que Esperanza Aguirre les plante cara y obtenga una mayoría absoluta tras otra. Sospecho que los próximos cuatro años van a ser moviditos en la capital de España, y es necesario que la policía estén bien dirigida para evitar que esa izquierda incapaz de ganar en las urnas se piense que la calle es suya en plan batasunero o en plan mafia de Chicago de los años 20.
Cuando don Manuel Fraga fue ministro de Turismo en tiempos de Franco, lanzó la exitosa campaña “Spain is different", que buscaba atraer visitantes de todo el mundo hacia nuestro país. Efectivamente, España era y es diferente, para lo bueno y para lo malo. De la misma manera que no hay dos personas iguales, tampoco hay dos naciones idénticas, aunque la nuestra ha ido “pariendo” por el mundo varias hijas que hoy la consideran como la madre patria. Pocas naciones pueden presumir de lo mismo.
Mons. Leonardo Lemos Montanet es desde este fin de semana el nuevo obispo de Orense. Hecho por el cual le felicito y por el que pido a Dios, para que le ayude a desempeñar fielmente su labor como pastor de esa diócesis gallega. Aunque en principio Orense no parece una sede “complicada", sobre todo si se la compara con otras diócesis gallegas como puede ser Modoñedo-Ferrol, ser pastor de la Iglesia nunca es fácil. Por tanto, toda oración por el nuevo obispo es necesaria.
El acoso que viene sufriendo la Iglesia por parte del laicismo radical en los últimos años ha encontrado en determinados sectores eclesiales y para-eclesiales una especie de complicidad, tanto directa como indirecta. Así por ejemplo, ese engendro herético llamado Redes Cristianas se sumó a la manifestación contra la visita del Papa y la JMJ. Su presidente, Evaristo Villar, fue invitado el pasado fin de semana por los salesianos de Santiago de Compostela, sin que el arzobispo, Mons. Julián Barrio, abriera la boca para indicar que no es cosa buena que una orden religiosa presente en su archidiócesis dé cobertura a los quintacolumnistas del anticlericalismo.








