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6.11.17

Amoris Laetitia: defender lo indefendible no ayuda al defendido

Como comenté en un post anterior, el P. P. John J. Strynkowski pretendió rebatir la carta abierta al Papa de Fray Thomas G. Weinandy, ofm cap. Y no se le ocurrió otra cosa mejor que escribir esto:

El Papa en verdad abre la puerta a la posibilidad de que algunos católicos divorciados y civilmente casados puedan ser admitidos en los sacramentos después de un cuidadoso discernimiento.

Lo cual contradice abiertamente la enseñanza de la Iglesia, tal y como la expuso San Juan Pablo II en Familiaris Consortio:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»

El caso del P. Strynkowski está lejos de ser el único. Recientemente el cardenal Fernando Sebastián ha escrito para Vida Nueva un artículo titulado “Es muy grave acusar al Papa de enseñar herejías”. Se refiere a la Corrección filial que un grupo de fieles hicieron pública recientemente. Sobre la misma, Bruno Moreno ha escrito hace unos días un post que suscribo íntregamente, incluida la parte sobre la no conveniencia de adherirse a dicha corrección.

No voy a entrar en todos los argumentos expuestos por el cardenal Sebastián. Pero sí en uno. Dice:

El Papa mantiene la doctrina tradicional, reconociendo que la situación de los divorciados vueltos a casar es una situación objetivamente pecaminosa, pero dice que puede haber personas que estén verdaderamente arrepentidas de sus pecados y no puedan desatenderse de la situación pecaminosa en la que viven.

De estas personas, arrepentidas, deseosas de vivir según la voluntad de Dios, pero atrapadas en una situación pecaminosa de la que de momento no pueden prescindir dice que, por falta de voluntariedad, pueden merecer el perdón y acercarse a la comunión.

Suena bien, ¿verdad? ¿No es cierto que parece plenamente misericordioso. Pues no lo es. Como bien decía León Bloy,  “la Verdad, tú lo sabes, es uno de los nombres de la misericordia". Y no hay verdad en las palabras del cardenal. Sostener que alguien puede encontrarse en una situación de pecado en la que no puede dejar de pecar va en contra de la Escritura y del concilio de Trento. Enseña el Concilio en su Decreto sobre la justificación:

CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos. Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera.

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