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26.01.16

Cuando Dios usó a un pastor luterano sueco para abrirme los ojos

No me acuerdo de su nombre ni he vuelto a saber de él, pero la primera persona que el Señor usó para abrirme los ojos, siendo todavía protestante, a la presencia real de Cristo en la Eucaristía fue un pastor luterano de Suecia, con quien entablé cierta amistad a finales del siglo pasado. Dado que él no hablaba español y mi dominio del sueco era más bien escaso, nos escribíamos en inglés. De hecho, mis primeros años en internet sirvieron para que mejorara grandemente mis conocimientos sobre el idioma de Shakespeare, dado que la mayor parte del material cristiano que merecía la pena presente en la red estaba en ese idioma.

El pastor no necesitó hacer ninguna treta como hizo Lutero con Zwinglio cuando debatieron precisamente sobre la Eucaristía en la Disputa de Marburgo. Le bastó usar la Biblia, especialmente el capítulo 6 del evangelio de Juan. Obviamente la tesis luterana sobre la presencia real no alcanza la verdad completa presente en la fe católica. Cosubstanciación  no es lo mismo que Transubstanciación, pero dentro del protestantismo es lo que más se le acerca. Desde aquellas charlas que mantuve con él, me abstuve casi por completo de debatir con católicos sobre la cuestión de la presencia real, aunque yo seguía negando el carácter sacrificial de la Eucaristía. De hecho, cuando un par de años después el Señor me trajo de vuelta a la Iglesia, ese tema, a diferencia de las doctrinas sobre María y el uso de las imágenes, no supuso el menor problema para mí.

Sin embargo, lo que más recuerdo de mis coloquios con el pastor luterano era su oposición radical a la deriva que el luteranismo oficialista había tomado no solo en su país sino en el resto de países europeos donde su fe era la religión oficial de estado. Él detestaba la teología liberal y me aseguraba que había llevado la apostasía a su patria y a gran parte del luteranismo en todo el mundo. Por supuesto, yo estaba plenamente de acuerdo. Su oposición le llevó a abandonar la iglesia “estatal” luterana para unirse a una independiente, pero auténticamente luterana. Eso suponía, entre otras cosas, que renunciaba a un sueldo seguro, pagado por el estado, durante toda su vida.

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