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1.10.15

El venerable Rivera o cómo ser santo porque Dios así lo dispone

Cuando el Señor nos concede una petición, no son pocos los que dan las gracias porque “Dios me ha dado lo que yo quería". Y bien está que así se haga. Pero mayor alegría debería ser hacernos conscientes de que nuestra voluntad ha coincidido, siquiera sea en esa ocasión, con la de Dios. Él siempre desea lo mejor para nosotros así que la oración es ese proceso por el que nos ponemos en sintonía con la voluntad divina y no tanto la voluntad divina con la nuestra. Por eso no hay mejor petición que la de “hágase tu voluntad", lo cual no quiere decir que no debamos manifestar humildamente como hijos al Señor nuestros deseos, anhelos, súplicas y angustias.

Entre las peticiones que le he hecho a Dios en los últimos meses figuraba la de que la Iglesia reconociera la santidad de D. José Rivera, sacerdote toledano. Sabía que su expediente estaba en la fase final en la Congregación para la Causa de los Santos, pero a veces estos procesos se dilatan en el tiempo o, por las razones que sea, no llegan a feliz término. En esta ocasión, Dios ha escuchado mis torpes palabras y las de tantos otros fieles (obispos, sacerdotes, religiosos y seglares) que le hemos pedido lo mismo. El mismo Señor y Salvador que convirtió a D. José en santo y sembrador de santidad es el que ha querido que su Iglesia reconozca públicamente sus virtudes. Y probablemente quiera que sea elevado a los altares a su debido tiempo.

Soy de aquellos que no han podido conocer en vida al venerable Rivera pero que puede considerarse sin embargo hijo espiritual suyo. O como poco, nieto, ya que uno de sus principales discípulos y colaboradores, el P. José María Iraburu, sí que es padre espiritual de este pobre pecador. De D. José Rivera he leído prácticamente todo lo que está publicado, he escuchado sus audios en la web de la Fundación que lleva su nombre y he sido y soy testigo de cómo su paternidad espiritual ha producido grandes frutos en algunos obispos, muchos sacerdotes y cada vez más fieles.

La característica que más me llama la atención, a la vez que más guía mis pasos, de la persona de don José fue la naturalidad con la que caminaba por los senderos de santidad. Para él la gracia de Dios no era una teoría que queda muy bonita en los libros de teología o a la que nos acercamos de cuando en cuando, sobre todo en los momentos de aprieto, que nos ayudan a sentir la necesidad de dicha gracia. No, él vivía en la gracia, lo cual le hacía ser a su ver fuente de gracia para otros. Buen maestro tuvo en su hermano, el ángel del Alcázar, cuyo testimonio martirial fue abono para la santidad de don José.

Para que se hagan una idea de cómo vivía y predicaba sobre la gracia de Dios este hombre santo, cito sus palabras de su diario:

“Perdonar quiere decir, realmente, reiterar el ofrecimiento del don íntegro de la amistad, anteriormente rechazada. Decir que hemos perdido la vida, es medir a Dios con medida humana. En el hombre rara vez una ruptura se puede soldar sin dejar señal, y pensamos lo mismo de Dios; pero ellos es absolutamente injusto. Mi vida -y la vida de todas las personas que trato- puede alcanzar la gracia a que estaba destinada. Puede ser levantada mucho más allá de las altísimas cismas soñadas en mi adolescencia. Nada se ha perdido. Como un niño que fuera perdiendo sus juguetes, pero su padre los fuera recogiendo. Perdidos los creía, pero en realidad estaban mejor guardados. Las gracias anteriores desatendidas, incluso con todas las rentas -lo que reperesenta caudales de vida superlativamente torrenciales-están guardadas para mí en los armarios del Padre, y en suma tan seguras, como si las tuviera yo presentes".

Don José Rivera entendía bien que la esperanza del evangelio no consiste en una felicidad mundana por la cual peregrinamos por esta vida sin problemas, cruces, caídas y pecados, sino la certeza de que Dios está obrando en nosotros la santidad a la que nos ha llamado. Una santidad que recrea en nuestro interior a Cristo mismo, transfigurándonos, dejando atrás, aunque sea poco a poco, al viejo Adán.

Sabiendo que un buen sacerdote es garantía de frutos espirituales abundantes, don José se volcó durante gran parte de su vida en formar y dirigir espiritualmente a seminaristas y sacerdotes ya ordenados. Se robaba horas de sueño con tal de cumplir fielmente ese ministerio al que el Señor le había llamado. Sólo Dios sabe cuántos buenos sacerdotes han salido del ejemplo personal y de las charlas con su siervo José Rivera. 

Una faceta todavía no conocida, pero que se conocerá, de la obra de don José era su clarividencia profética sobre la situación de la Iglesia en este tiempo. Siempre fue obediente pero eso no le impidió ser claro cuando tenía que serlo, incluso ante alguien de la categoría episcopal de don Marcelo, arzobispo de Toledo y cardenal primado de España. Quiera Dios que puedan salir a la luz muchas de sus reflexiones que quedaron por escrito. Iluminarán mucho en medio de la confusión reinante. Su preocupación era tan inmensa que se ofreció al Señor como víctima propiciatoria por la Iglesia, siguiendo los pasos de San Pablo:

Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia

Col 1,24

Ahora que tantos hablan de la opción preferencial por los pobres, sin vivirla ni de lejos, don José Rivera la vivió de forma tan auténtica que puedo decir, sin temor a equivocarme, que se ha convertido en un referente indispensable para la pastoral de la Iglesia en esa materia. Don José no solo ayudaba económicamente a los pobres. No sólo removía Roma con Santiago para proporcionarles sustento. También se ocupaba, y mucho, de su salud espiritual. Don José iba con un pan debajo de un brazo y algún buen Catecismo debajo del otro. Su sola presencia era catequética en palabra y obras. Había además otro tipo de pobres que eran de su predilección: los afectados por enfermedades psiquiátricas, a quienes amaba y servía como pocos.

En otras palabras, D. José encarnaba a la perfección el remedio para aquello que el papa Francisco denunció en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium:

Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria.

Para quienes vivimos ciertas tribulaciones a causa de las circunstancias históricas que nos toca vivir, el reconocimiento de las virtudes heroicas de D. José Rivera por parte del papa Francisco es un refrigerio espiritual de primer orden, un derroche de gracia del cielo. Ahora toca pedir al Señor que la Iglesia reconozca algunos de los posibles milagros que se han obtenido presuntamente por su intercesión. La Iglesia necesita figuras de referencia como la de este sacerdote toledano que vivió por y para Cristo.

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pèrez Bustamante

Web de la Fundación José Rivera

29.09.15

Mons. Osoro versus Mons. Reig Pla


Últimamente hemos visto algunos cambios en la Iglesia en España. Cosa lógica dado que esos cambios han tenido lugar en la Iglesia en todo el mundo. Por ejemplo, nunca como ahora -o al menos nunca desde que existen medios de comunicación masivos- ha habido tantos cardenales y obispos arremetiendo públicamente contra la fe de la Iglesia en temas tan fundamentales como el sacramento del matrimonio, la eucaristía y la confesión. Sin ir más lejos, hace poco el cardenal Kasper repitió ese argumento tan manido de que hay un cisma entre la doctrina de la Iglesia en temas morales y la vida de multitud de personas.

“Si se habla de la Inmaculada Concepción, o de san José, la gente dice ‘qué bueno’… Pero quizás no son temas que tocan la vida. Pero, si se habla de la sexualidad, la familia o el matrimonio, es otra cosa, es muy importante. Si no logramos reconciliar el cisma entre la vida concreta de las personas y la doctrina, es algo muy malo para la Iglesia.”

¿Cómo se reconcilia? ¿ayudando a las personas a vivir por gracia las exigencias que planteó Jesucristo -léase Mt 5-? 

“Este Papa conoce la vida. Sabe de la vida de la gente, no vive en otro mundo, tiene los pies sobre la tierra. Con este Sínodo tengo la impresión de que él quiere una cierta apertura, no una revolución doctrinal; esto no es posible, él es católico. Pero sí sabe que hay que hablar sobre cuestiones como las relacionadas con la encíclica Humanae Vitaese sabe que no es un problema central, pero es un problema“.

Cuando ustedes lean “apertura", interpreten cambio en la moral. Se da por hecho que la mayoría de los cristianos son incapaces de mantener una vida sexual conyugal conforme a la voluntad de Dios. Y ciertamente lo son si no viven una vida de gracia. La solución no es bajar el listón de la moral, sino aumentar el listón de la predicación del poder de Dios para transformar la vida de los que creen en Cristo y quieren serles fieles en todo. La santidad no es una utopía irrealizable que alcanzan solo unos cuantos elegidos que luego acaban en los altares, sino el llamado de Dios a todo cristiano. Un llamado que va acompañado del don que permite ponerlo en práctica. 

Entre esos cambios notables que ha experimentado la Iglesia en este país, está el de la llegada de Mons. Carlos Osoro como pastor de la archidiócesis de Madrid. Antes estaba el cardenal Rouco. Evidentemente no hay dos obispos iguales, como tampoco hay dos papas calcados. Pero hasta ayer mismo se daba una circunstancia que parecía bien asentada en la Iglesia que peregrina por España. A saber, que un obispo no se sumaba al ataque de los medios de comunicación anticlericales contra otro obispo. Pues bien, Mons. Osoro hizo exactamente eso en uno los medios más radicales: La Sexta. Véanlo ustedes mismos. Está al principio:

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22.09.15

La cofradía de los ausentes

Me van a permitir ustedes que me quite el sombrero ante este párrafo de la última carta pastoral del cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia:

En estos momentos es necesario promover la presencia de los católicos en la vida pública y rogar por ello; los católicos no pueden engrosar el número extenso de lo que alguien ha llamado la “cofradía de los ausentes”; es necesaria su presencia, en virtud de su fe y no a pesar de ella, en la cosa pública para llevar el Evangelio a ésta, y transformar y renovar desde dentro nuestra sociedad. Por ello, también es necesario pedir que Dios fortalezca la fe de los cristianos laicos y que les ayude, nos ayude a todos, en la imprescindible tarea de formación en la doctrina social de la Iglesia y sus contenidos esenciales e irrenunciables, para poder asegurar así en la vida social y política una presencia unida, coherente, honesta, desinteresada, abierta a la colaboración con todas las fuerzas sanas de la Nación.

Impecable, ¿verdad? Esas palabras están dentro de un texto que sirve, entre otras cosas, para convocar una vigilia por la unidad de España. Unidad que, claramente, está en peligro. Cataluña va a votar este domingo en unas elecciones que, se quiera o no, pueden marcar el futuro no solo de esa región española -nunca fue otra cosa desde que España es España- sino del resto del país.

No es este un post en el que quiera entrar en esa cuestión del secesionismo, que no deja de ser la consecuencia lógica de un proceso político, conocido como la Transición, que ha servido para dejar la unidad de España hecha unos zorros. Proceso al que ha acompañado una necedad absoluta de los dos partidos que han gobernado este país desde la llegada de la democracia. Ambos han permitido que los nacionalismos fueran los amos del cotarro tanto en Cataluña como en el País Vasco (ahora también Navarra). Pero eso lo dejo para otro post, si es que me merece la pena escribirlo.

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19.09.15

Costa Rica es todavía provida a pesar de los arquitectos de la cultura de la muerte

Se acaba de hacer pública una encuesta en Costa Rica que indica que la mayoría de la población es provida y, por tanto, está en contra del aborto. Ciertamente el rechazo al aborto disminuye cuando el embarazo es producto de una violación, pero aun en ese caso, el 55% de los costarricenses creen que la solución no puede ser matar al ser inocente fruto de ese acto repudiable. Se entiende que un crimen no se soluciona con otro. 

En caso de que la mujer quiera abortar porque sí, como ocurre por ejemplo en España, más de ocho de cada diez “ticos” dicen que no.

Cuando vi la noticia, pregunté a Maricruz, nuestra bloguera de referencia en Costa Rica, cuál era la postura de los medios de comunicación en su país en relación a este tema. Este fue el intercambio de emails:

Pregunto:

Siendo que la inmensa mayoría de tus compatriotas son provida, ¿cuál es el porcentaje de medios de comunicación más o menos abortistas allá en  Costa Rica?

Respuesta:

Todos los mayores medios: La Nación, Amelia Rueda, Telenoticias, La República, Prensa Libre, etc. Existen únicamente un par de diarios relativamente nuevos: La Extra y La Teja (*), muy populares y de gran circulación, que dan espacio a columnistas y artículos provida. Quizá ellos han hecho la diferencia. 

La cosa está clara. Mientras la población es mayormente provida, la mayoría de los medios de comunicación son abortistas. El problema está en que la opinión pública acaba siendo dirigida, manipulada y forzada por esos medios de comunicación, que por lo general están en manos de lobbies económicos elitistas (mayormente masónicos en su alta dirección) tanto nacionales como internacionales.

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17.09.15

Burke, cardenal católico de los pies a la cabeza


Si hay un cardenal que se ha significado en el periodo sinodal e inter-sinodal por defender abiertamente y sin tibiezas la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, la moral sexual, la Eucaristía y el sacramento de la Penitencia, ese es el Patrono de la Soberana Orden de Malta, S.E.R. Raymond Leo Burke.

Dado que es evidente que otros cardenales, y obispos, están intentanto poner patas arriba esa doctrina, la figura de este cardenal estadounidense ha crecido en aprecio entre los fieles que esperan que la Iglesia se mantenga firme en su fidelidad a Cristo. Pero eso mismo le ha llevado a ser objeto de críticas y/o desprecios en otros dos sectores del catolicismo: el que quiere convertir la Iglesia en una copia barata del protestantismo, mayormente en su ala liberal, y el de aquellos que, aunque están en contra de cambiar la doctrina, piensan que la paz eclesial debe protegerse aun a costa de la verdad.

Sin que llegue, todavía, a alcanzar le importancia de esa figura histórica, se podría decir que el cardenal Burke es uno de los pocos “san Atanasios” de nuestro tiempo. Enfrente tiene a los neo-arrianos y a los neo-semiarrianos. Es decir, a los que son herejes a lo “bruto” y a los que quieren llegar a una vía media entre la verdad y la mentira. Estos últimos también son herejes. De poco vale que los heterodoxos pretendan disfrazar su hetereodoxia bajo la capa de “pastoral misericordiosa”

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