La cofradía de los ausentes

Me van a permitir ustedes que me quite el sombrero ante este párrafo de la última carta pastoral del cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia:
En estos momentos es necesario promover la presencia de los católicos en la vida pública y rogar por ello; los católicos no pueden engrosar el número extenso de lo que alguien ha llamado la “cofradía de los ausentes”; es necesaria su presencia, en virtud de su fe y no a pesar de ella, en la cosa pública para llevar el Evangelio a ésta, y transformar y renovar desde dentro nuestra sociedad. Por ello, también es necesario pedir que Dios fortalezca la fe de los cristianos laicos y que les ayude, nos ayude a todos, en la imprescindible tarea de formación en la doctrina social de la Iglesia y sus contenidos esenciales e irrenunciables, para poder asegurar así en la vida social y política una presencia unida, coherente, honesta, desinteresada, abierta a la colaboración con todas las fuerzas sanas de la Nación.
Impecable, ¿verdad? Esas palabras están dentro de un texto que sirve, entre otras cosas, para convocar una vigilia por la unidad de España. Unidad que, claramente, está en peligro. Cataluña va a votar este domingo en unas elecciones que, se quiera o no, pueden marcar el futuro no solo de esa región española -nunca fue otra cosa desde que España es España- sino del resto del país.
No es este un post en el que quiera entrar en esa cuestión del secesionismo, que no deja de ser la consecuencia lógica de un proceso político, conocido como la Transición, que ha servido para dejar la unidad de España hecha unos zorros. Proceso al que ha acompañado una necedad absoluta de los dos partidos que han gobernado este país desde la llegada de la democracia. Ambos han permitido que los nacionalismos fueran los amos del cotarro tanto en Cataluña como en el País Vasco (ahora también Navarra). Pero eso lo dejo para otro post, si es que me merece la pena escribirlo.
De las palabras del cardenal llama la atención su exhortación a que los católicos hagan lo que no han hecho desde hace 40 años. A saber, llevar su catolicismo a la arena política y social. Como bien explica el profesor Javier Paredes en su último post:
Y resulta que cuando ya estoy en el último tramo de mi carrera universitaria, vuelvo a escuchar las mismas mentiras de mi juventud: lo importante es la economía, todo lo demás se le debe subordinar. Pero lo paradójico es que ahora el vocero de esta manida propuesta materialista y economicista es un gobierno español repleto de católicos…
Si hace 40 años les dicen a nuestros padres y/o abuelos que en un gobierno de “derechas” habría ministros católicos que siguieran siéndolo tras mantener una ley del aborto criminal y una cosa a la que se llama “matrimonio” homjosexual, la respuesta habría sido: eso es imposible. Pues señores, ha sido posible.
Esta dejación es en buena parte responsable de que la sociedad española está absolutamente descristianizada, aunque todavía quedan rescoldos que humean en fechas concretas, como es el caso de la Semana Santa y algunas fiestas patronales. La aconfesionalidad, promovida desde la jerarquía de la Iglesia (*), fue mucho más que una palabra de la que se prescindía. Fue una actitud por la que la condición de sal de la tierra y luz del mundo del catolicismo español era enterrada en nombre de no se sabe bien qué o quién. Y mejor no saberlo o no analizarlo. Ya da igual. No existe una máquina del tiempo que nos permita volver atrás a cambiar lo que se hizo mal.
El principal problema de lo que plantea el cardenal Cañizares es que la partitura es la adecuada pero no hay músicos que sepan tocarla. Los católicos españoles del año 2015 no están formados ni preparados para llevar el evangelio a la cosa pública. La gran mayoría viven en medio de abortos, divorcios y uniones contra natura, de tal manera que se puede decir que son parte del sistema, adornos del pasado en un cuadro que avanza un futuro macabro. Votan sin tener en cuenta los principios no negociables. La fe no cuenta en una democracia que se ha construido, como advirtió el cardenal don Marcelo, sobre el rechazo de Dios. España, y gran parte de su Iglesia, quiso dejar de ser confesionalmente católica y está dejando de ser católica del todo.
Aun así, bien está que un cardenal diga lo que conviene hacer. Aunque parezca que no se pueda hacer porque apenas hay con quienes hacerlo. No olvidemos que Dios no necesita de grandes ejércitos y mareas humanas para cambiar las cosas. La Iglesia empezó con unos pocos centenares de judíos que creyeron en el Mesías. Toca pedirle que nos conceda ser fieles para retomar el camino que nunca se debió dejar atrás. No es hora de llorar por el pasado, sino de poner la mirada en la meta, que es Cristo. La salvación de España, y de su unidad, no está en la clase política. Está en la fe que constituýó la esencia de esta nación.
Luis Fernando Pérez Bustamante
(*) Esto dijo Mons. Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, en su carta pastoral “Llamar a las cosas por su nombre”:
6. Con afecto hacia las personas y con dolor, también debo decir que, en ocasiones, algunas instancias de la Iglesia Católica que camina en España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la posibilidad de que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin fisuras el derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y una sola mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y la atención a los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la Doctrina Social de la Iglesia. Gracias a Dios el Papa Francisco ha sido muy claro respecto del aborto en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (nn. 213 y 214).



