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4.08.14

Puestos a trabajar en favor del ecumenismo, que sea con...

El 19 de enero del 2010, Benedicto XVI aseguró que la Iglesia Católica está comprometida de forma irreversible con el ecumenismo. Anteriormente, el 18 de julio del 2008, había afirmado que “el camino del Ecumenismo apunta, definitivamente, a una celebración común de la Eucaristía”. Con ello no hacía sino seguir los pasos de sus inmediatos antecesores en la Silla de Pedro. Por su parte, el papa Francisco ha hecho gestos ecuménicos significativos. Entre sus declaraciones, quisiera resaltar las que hizo durante la visita a Roma del patriarca de los armenios, Karekin II. Dijo el Santo Padre:

El ecumenismo del sufrimiento, el ecumenismo del martirio, el ecumenismo de la sangre son un poderoso recordatorio para caminar por el camino de la reconciliación entre las Iglesias, con determinación y abandono confiado al Espíritu.

Dando por hecho que no hace falta explicar ni justificar el ecumenismo con los orientales, ya sean los ortodoxos, ya sean los no calcedonianos e incluso los nestorianos, sí me parece oportuno que en relación a los protestantes tengamos muy presente que hay unas diferencias abismales, dependiendo de quién tengamos delante.

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¿Somos de los que no retroceden para perdición?

Todos los salvos han sido predestinados desde antes de la fundación del mundo para la salvación (Efe 1,4). Dios les concede su gracia para que se salven. Toda buena obra que realiza el que se salva es fruto de la gracia de Dios, por lo cual no tiene sentido oponer la idea “salvos por gracia” a “salvos por obras”, a menos que por obras entendamos las “obras de la ley” como objeto de nuestra justificación, que es algo condenado por la Escritura. Pero esa misma Escritura enseña que Dios premia con vida eterna a los que obran el bien (Romanos 2.6-7). Ahora bien, es Dios quien obra en nosotros, tal y como enseña Filipenses 2,13: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad“; lo cual no quiere decir que nosotros no obremos. No somos unos robots a los que se aprieta un botón y empezamos a producir las obras que Dios ha dispuesto de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2,10). De hecho, en el versículo anterior al citado de Filipenses se nos pide trabajar en nuestra salvación con temor y temblor (Fil 2,12).

Como le he leído a un hermano separado en un foro, “…la mayor motivación que tenemos para andar el camino asidos de la mano de Cristo es que Él no nos soltará si nuestros dedos afloiaran“. Tan cierto es eso como que “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Cor 10,12) y “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Cor 9,26-27). Más quiera Dios que podamos decir que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb 10,39).

Luis Fernando Pérez Bustamante