Juan le decía que no le era lícito vivir con ella

Sábado de la decimoséptima semana del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.

Mt 14,1-12

San Juan Bautista denunció a un rey adúltero y acabó siendo decapitado. Santo Tomás Moro no quiso ceder ante un rey adúltero y acabó exactamente igual. ¿Qué sentido tiene que siquiera se debata sobre la gravedad del adulterio, sea en la circunstancia que sea, y la necesidad de que los cristianos se aparten del mismo si quieren salvarse?

No hay camino de discernimiento que merezca el nombre de cristiano que no concluya con el arrepentimiento, confesión y abandono de una situación permanente de pecado. 

Si los grandes santos han llegado a dar la vida por defender la verdad en esta materia, ¿quién es nadie para ofrecer atajos que contradicen las claras palabras de Cristo? Quienes así actúan no son muy diferentes de los verdugos que cortaron la cabeza de San Juan Bautista y Santo Tomás. Ellos son verdugos de almas, a las que encaminan al infierno.

Señor, libra a tu Iglesia de falsos maestros y falsos profetas que roban la verdad a tu pueblo.

Luis Fernando

Os recomiendo vivamente escuchar la homilía predicada ayer por el P. Santiago Martín sobre la misma lectura.