Charla con un calvinista sobre la seguridad de la salvación
Debate real con un calvinista sobre la seguridad de la salvación propia. No pongo el nombre del hermano separado porque no creo que haga falta. En mis citas de la Escritura uso la Reina Valera del 60, que es la más conocida entre los protestantes de habla española. De hecho, junto con la Nacar Colunga católica, es la Biblia que más fácil me resulta de consultar. Me facilita bastante las cosas cuando hablo con ellos:
Calvinista:
La mayor motivación que tenemos para andar el camino asidos de la mano de Cristo es que Él no nos soltará si nuestros dedos aflojaran.
Yo:
Tan cierto es eso como que “el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1ª Cor 10,12) y “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1ª Cor 9,26-27). Más quiera Dios que podamos decir que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Heb 10,39)
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Calvinista:
La caída puede sobrevenirle al confiado en sí mismo pero nunca por confiar en aquel de cuya fuerte mano va.
La certeza y seguridad de la salvación nos hace avanzar rectamente, y la indecisión e inseguridad provocan el tropezón y el retroceso.
No preservo mi alma sino confío en aquel en quien he creído y es poderoso para guardar mi depósito para aquel día (2Ti 1:12).
Yo:
Precisamente San Pablo dice que los que se crean muy ciertos de su salvación, pueden caer. Pero sí, podemos confiar en que Dios no nos dejará caer fatalmente.
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Calvinista:
Entiendo que hay un válido matiz entre estar ciertos y saberse seguros de la salvación con lo que Pablo sugiere como más bien ufanarse en la propia firmeza.
Yo:
Es que eso de estar cierto y saberse personalmente salvo para la eternidad, como norma general, no aparece por ningún lado en la Escritura. Podemos intuir que estamos entre los elegidos, pero la certeza absoluta, salvo revelación especial de Dios, no es para todos los salvos.
Bien sabes que no pocos que parecían estar totalmente el camino de la salvación, luego ha resultado que se perdieron. Si les hubieran preguntado, podrían haber dicho que tenían la certeza de estar entre los elegidos. Pero luego resultó que no era así, aunque obviamente solo Dios sabe al cien por cien si alguien muere en gracia o no.
No hace falta que me digas que esos en realidad nunca estuvieron entre los elegidos porque ya lo sé. Dios ha decretado desde antes de la fundación del mundo quiénes habrían de salvarse y les ha dado la gracia para que se salven. Y como has dicho en otro comentario, los condenados no se condenan por decreto de Dios -ahí Calvino yerra- sino por sus pecados, falta de arrepentimiento y rechazo de la gracia.
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Calvinista:
Mi apreciación al respecto es que hay más que suficiente y contundente testimonio escritural, principalmente en el NT.
En la teología paulina, relacionando la fe con la salvación.
En las enseñanzas del mismo Jesús, en el creer y tener la vida eterna.
Quien pasa por una auténtica experiencia de conversión no tiene por qué dudar o temer en cuanto a su eterna salvación, pues la gracia que obró desde un principio no cejará en completar la buena obra que Dios empezó en la persona alcanzada y recibida a misericordia.
Esta certeza y seguridad no se fundamenta en la fidelidad de la que se pueda ser capaz, sino en la fidelidad de Dios que no renunciará al botín obtenido al precio de la sangre de su Hijo.
No podemos tampoco adaptar la soteriología a las experiencias de fracasos tan comúnmente alegadas, pues siempre nos surge el pensamiento que quien daba tantas muestras de ser un cristiano auténtico, pudo haberse dejado engañar él mismo, y con su simulación también a otros.
Yo:
O sea, reconoces que uno se puede engañar a sí mismo y con su simulación a otros. Pero no es un engaño necesariamente buscado. Es decir, esa persona pudo realmente creer que se había convertido y el resto creerlo de la misma manera. Sin embargo, al final, se condena. Por eso digo que la certeza absoluta, salvo casos concretos (tal y como indica Trento), no existe.
Dicho eso, no es menos cierto que la gracia eficaz, que es previa al acto de la voluntad, no depende en su eficacia del receptor de la misma sino del que la concede. No debe ser confundida con las gracias actuales, que pueden ser rechazadas. Como dice el P. Ch. Baumgartner, s.j: “Si la gracia de Dios es eficaz, la razón última de esta eficacia no puede venir del consentimiento del hombre, sino de la voluntad y del amor de Dios“. San Roberto Belarmino, doctor de la Iglesia, condena como gran error pensar que “la eficacia de la gracia se constituye por el asentimiento y la cooperación humana“. Y San Alfonso María de Ligorio afirma igualmente la existencia de “la gracia intrínsecamente eficaz con la que nosotros infaliblemente, aunque libremente, obramos el bien… No puede negarse que San Agustín y Santo Tomás han enseñado la doctrina de la eficacia de la gracia por sí misma y por su propia naturaleza” (Tratado de la oración… II p., cp. IV).
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Calvinista:
Advertirás que en mi última línea asocio al autoengaño la simulación.
Con esto no me estoy refiriendo a quien se equivoca sinceramente, sino al que se contenta con un convencimiento a medias que le permite pasar por sincero sin estar realmente convencido.
En mi óptica personal, creo que haya sido ese el caso de Simón el mago de quien se dice que también “creyó” (Hch 8:13).
Yo:
Como creer, hasta los demonios creen. Pero hay muchos que se “equivocan” sinceramente.
Te pongo un ejemplo real sin dar nombre. Un hombre, pastor calvinista durante prácticamente toda su vida. No había nada en él que hiciera pensar que no estaba entre los elegidos para la salvación. Sin embargo, en la etapa final de su vida comete y vive en adulterio. No tengo ni idea de si muere en esa condición o no. Pero si muere así, evidentemente se condena. ¿Vas a comparar su caso al de Simón el mago?
Antes de cometer ese pecado de muerte, si hablas con él puedes dar por hecho que tiene la “certeza” de ser salvo.
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Calvinista:
Todos los demonios y muchos hombres creen, pero no para salvación; nunca como nosotros por gracia de Dios hemos creído.
Los hipotéticos casos que se puedan presentar no ayudan mucho a dilucidar la cuestión, ya que solamente Dios y la persona saben lo genuino de su experiencia de conversión, y si su situación actual es una caída transitoria de la que se arrepentirá sinceramente antes de morir.
Especular con lo que pueda realmente acontecer en una u otra eventualidad no está reservado a nuestro juicio por insuficiente evidencia del caso.
Yo:
La persona puede “intuir” lo genuino de su conversión. Pero saberlo, solo lo sabe Dios.
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Calvinista:
Sí, es posible que sea como dices, entendiendo que la intuición puede parecer certera y sin embargo prestarse a equívocos.
Creo que la conversión está relacionada con la forma que se es evangelizado, pues la fidelidad a Dios, a su Palabra y al mismo Evangelio no siempre es la misma.
Yo fui convertido durante una campaña de evangelización en una carpa.
Aquellos evangelistas eran de estilo puritano: primero buscaban que el Espíritu Santo por la predicación de la Palabra produjera en los oyentes convicción de pecado; de ahí la contrición con el sentimiento de culpabilidad por haber ofendido a Dios; entonces nos dirigían a mirar a Cristo en la cruz sufriendo y muriendo por nuestra redención y resucitando luego para nuestra justificación; de ahí seguía la exhortación a dirigirnos a Dios en oración confesándonos pecadores perdidos necesitados de su gracia y ser recibidos por Cristo a misericordia. En fin, teníamos de vez en cuando algún fracaso o recaída pero luego ya no fuimos los mismos.
Otros jóvenes amigos nuestros fueron evangelizados de una manera más light, y ahí sí fueron más inconsistentes y algunos hoy no perseveran.
Yo:
La conversión es siempre obra de Dios. A veces usa predicaciones excelsas, a veces usa una simple puesta de sol que conmueve el alma que empieza a retornar al Señor. Pero es obra suya en cualquier caso.
Como dices, después de la conversión se tienen caídas. Vamos a llamarlas por su nombre. Son pecados. Y sabemos cuál es la paga del pecado. Por eso necesitamos arrepentirnos de nuevo. Lo cual demuestra que la conversión no es solo un hecho puntual -aunque alguna vez empieza- sino un proceso.
Los católicos tenemos una plegaria eucarística que dice así:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa; ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos.
Si tuviéramos la certeza absoluta de estar entre los elegidos, no se lo pediríamos. Simplemente mostraríamos nuestra gratitud, que por otra parte también lo hacemos. Pero en su divina Providencia, Dios hace que incluso sus elegidos le rueguen ser parte de esa elección, aunque la misma tuvo lugar antes de la fundación del mundo. No es que Dios “necesite” que se lo pidamos, pero quiere que lo hagamos para que nuestra gratitud sea aún mayor si cabe. Al fin y al cabo, el padrenuestro es una oración de petición de cosas que Dios nos concedería incluso aunque no se las pidiéramos, porque es parte de su naturaleza darnos lo mejor. Y sin embargo, Cristo nos la dio como oración fundamental.
Todo esto lo resume bien San Agustín al decir que “el Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti“. Obra en nosotros la obra de la salvación, pero no somos receptores pasivos de ese obrar sino actores del mismo, por pura gracia. Es más, como afirma San Pablo, podemos ser colaboradores con Dios en relación a la salvación del resto de los elegidos. Eso, y no otra cosa, es lo que hacen los que predican el verdadero evangelio. Por eso el apóstol dice “aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1ª Cor 4,15). Cristo, único mediador, hace partícipe de su mediación a la Iglesia. Cosa lógica, porque ella es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. De ahí se derivan otra serie de doctrinas que se escapan al tema de este debate. De hecho, este comentario ya se ha escapado, ;)
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Calvinista:
Estimado Luis Fernando, con la sola excepción de la plegaria eucarística que jamás oraría, todo lo demás que escribes lo comparto con sumo agrado, mayormente lo que viene de Agustín.
Luis Fernando Pérez Bustamante



