Dice Olegario que en España hay más vida católica hoy que hace 50 años
El sacerdote y teólogo Olegario González de Cardedal lleva unas semanas siendo protagonista de la actualidad eclesial. No en vano ha recibido, junto a otros dos teólogos, el premio Ratzinger, de recentísima creación.
En una de las entrevistas concedidas por el teólogo abulense, concretamente a “El diario Montañés”, vemos su opinión sobre la evolución del catolicismo en España en el último medio siglo:
-¿Cuando se comenzó a diluir el catolicismo en España?
- No se ha diluido. Una cosa es la superficie, la espuma ante la que ahora estamos. Creo que hay más vida católica y cristiana en la España de hoy que en la de hace 50 años. La medición de las conciencias, de la fe profunda, es muy difícil. No porque hayan dejado de aparecer juntos en los salones de los ayuntamientos el gobernador y el obispo, España ha dejado de ser católica. Ahora hay más decisión personal, más grupos de vida, más movimientos decididamente católicos que hace 50 años, con más implicación en la vida personal que en la manifestación pública. La democracia llegó a España al final de un largo proceso de preparación a la espera de que muriera el dictador, por eso no se produjo una ruptura, porque llegó con la maduración histórica a la que contribuyó el Concilio Vaticano II, al invitar a los católicos a la libertad y a la participación pública.
O sea, según Olegario, el catolicismo español goza de más salud en la segunda década del siglo XXI que en la década de los 60 del siglo XX. Como quiera que yo no nací hasta 1968, no puedo hablar en primera persona de lo que ocurría en esa década, pero, o mucho me equivoco, o hay una serie de datos que apuntan en la dirección contraria a la opinión de este teólogo.
Por ejemplo, preguntemos:
- ¿Cuántos seminaristas había en España en los años 60? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos religiosos había en España entonces? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos católicos acudían a Misa cada domingo? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos católicos bautizados comulgaban y se confesaban entonces con frecuencia? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos ataques, burlas, profanaciones y lindezas similares se producían contra el catolicismo entonces? ¿Cuántos ahora?
- ¿En cuántas parroquias se cometían abusos litúrgicos como los que tienen lugar en Entrevías?
- ¿Cuántos sacerdotes teólogos difundían en libros, púlpitos, universidades y seminarios doctrinas contrarias al Magisterio hace 50 años? ¿cuántos ahora?
- ¿Cuántas catequesis parroquiales silenciaban verdades fundamentales de la fe y enseñaban errores? ¿Cuántas ahora?
- ¿Cuántos misioneros salían de España al mundo? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos bautizados se casaban por lo civil o simplemente se ajuntaban? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos abortos se perpetraban entonces? ¿Cuántos ahora?
- ¿Cuántos matrimonios se rompían por la separación o el divorcio? ¿Cuántos ahora?
- Etc, etc, etc.
No seré yo quien niegue que la aparición de nuevos movimientos eclesiales tras el Concilio Vaticano II ha supuesto una bendición para toda la Iglesia. También para la que peregrina en España. No seré yo quien niegue que el componente sociológico del catolicismo durante la etapa franquista era muy importante, de manera que muchos españoles iban a Misa por seguir la corriente. Ahora bien, no sé lo que pensará don Olegario, pero yo prefiero a 10 millones de españoles acudiendo a Misa por “tradición” que a 10 millones de españoles no pisando una iglesia ni por un casual. Al fin y al cabo, el que va a Misa puede recibir la gracia de Dios. Sea en los sacramentos o sea vía una homilía ungida que abre su corazón a la conversión. El que no va, cierra las puertas a la gracia.
Vemos en Olegario la idea de que la democracia en España ha supuesto un gran bien para la Iglesia, que contribuyó a su llegada con el Concilio Vaticano II. Pues, estadísticas aparte, lo cierto es que la nunca suficientemente bien amada y deseada Democracia ha traído a este país leyes divorcistas, abortistas, contrarias a la ley natural y que abrogan del derecho de los padres a que sus hijos no sean educados en valores contrarios a su fe.
El magisterio reciente de la Iglesia ha sido claro sobre el sistema democrático. Leemos en la Centessimus annus:
“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica".
Pero recordamos las palabras del Beato Juan Pablo II en la Evangelium Vitae:
“… es el relativismo ético que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea. No falta quien considera este relativismo como una condición de la democracia, ya que sólo él garantizaría la tolerancia, el respeto recíproco entre las personas y la adhesión a las decisiones de la mayoría, mientras que las normas morales, consideradas objetivas y vinculantes, llevarían al autoritarismo y a la intolerancia.
Sin embargo, es precisamente la problemática del respeto de la vida la que muestra los equívocos y contradicciones, con sus terribles resultados prácticos, que se encubren en esta postura.
Es cierto que en la historia ha habido casos en los que se han cometido crímenes en nombre de la «verdad». Pero crímenes no menos graves y radicales negaciones de la libertad se han cometido y se siguen cometiendo también en nombre del «relativismo ético». Cuando una mayoría parlamentaria o social decreta la legitimidad de la eliminación de la vida humana aún no nacida, inclusive con ciertas condiciones, ¿acaso no adopta una decisión «tiránica» respecto al ser humano más débil e indefenso? La conciencia universal reacciona justamente ante los crímenes contra la humanidad, de los que nuestro siglo ha tenido tristes experiencias. ¿Acaso estos crímenes dejarían de serlo si, en vez de haber sido cometidos por tiranos sin escrúpulo, hubieran estado legitimados por el consenso popular?“
Olegario sabe muy bien que la democracia que llegó a España tiene mucho más que ver con lo indicado por el Beato Juan Pablo II en la Evangelium vitae que con las buenas palabras de la Centessimus annus.
En todo caso, el catolicismo ha vivido y vive en medio de todo tipo de regímenes políticos. No es esa la cuestión. La salud espiritual de los fieles no se mide mirando quién y cómo nos gobierna, sino cómo somos capaces de ser testigos fieles del evangelio por nuestras palabras y por las obras que Dios hace en nosotros al poner por gracia nuestra voluntad en sus manos. Don Olegario cree que hoy estamos mejor que hace 50 años. ¿Qué piensas tú, estimado lector?
Luis Fernando Pérez Bustamante