National ¿Catholic? Reporter
En los últimos veinte años, y muy especialmente desde la llegada de internet, el catolicismo en Estados Unidos está asistiendo a una batalla abierta entre el sector liberal -aquí lo llamamos progre-, que padece prácticamente todas las enfermedades mortales propias del protestantismo liberal, y el sector fiel al magisterio de la Iglesia -al que llaman conservador e incluso fundamentalista-. Dada la tradición useña de debatirlo todo en el ámbito de la opinión pública, unos y otros están acostumbrados a usar los medios de comunicación para defender sus respectivas posturas. Tanto seglares como obispos vieron desde un primer momento el potencial de internet, lo cual se demuestra en el hecho de que mientras en España e Hispanoamérica estábamos todavía a la espera de la llegada de un Zenit o un Aciprensa, en EEUU ya estaban funcionando desde hacía años las principales revistas católicas, de uno y otro signo.
Entre los católicos “conservadores” norteamericanos presentes en la red, los apologetas, “indígenas” o conversos de otras religiones, han ocupado siempre un papel relevante, por no decir fundamental. Mientras que la apologética era una especie de “alien” para el catolicismo mundial, en EEUU se presentaba como lo que realmente es: una herramienta fundamental para la evangelización de los incrédulos, la reevangelización de los apartados, la lucha -yo diría que esencial- contra la secularización interna, el ecumenismo bien entendido, el diálogo inter-religioso y la relación entre la Iglesia y la sociedad secularizada.
Pero, como cabía esperar, el sector heterodoxo de la Iglesia también ha extendido sus tentáculos por la red. El National Catholic Reporter (NCR), publicación quincenal que se ofrece a los lectores católicos desde 1964, es uno de los ejemplos más evidentes. Para que el lector español -y el hispanoamericano que conoce los medios religiosos “web-based” de España- se haga una idea de lo que representa NCR, le diré que representa en EEUU lo que Religión Digital es aquí. Incluso tienen algún obispo escribiendo en sus páginas y en sus webs. Eso sí, con una capacidad y calidad informativa mucho mayor. Allí no juegan a sacar ochenta exclusivas de las que luego se cumplen ocho. Sin embargo, con NCR se cumple aquello de que no hay peor heterodoxo que el que se queda dentro de la Iglesia tocando las narices a los fieles que quieren vivir en comunión plena con las enseñanzas y la moral católica.
Un ejemplo claro de lo que estoy diciendo aparece en el último editorial de este medio de comunicación, titulado “A teaching that is disordered”. Se refiere a la enseñanza de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad. El artículo 2357 del Catecismo dice que “…apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso“. Pues bien, los responsables del National Catholic Reporter aseguran que lo verdaderamente desordenado es la doctrina católica sobre la homosexualidad.
Para ellos, cada año que pasa es más evidente que Iglesia tiene que afrontar la realidad de la homosexualidad de forma distinta. Dicen que la expresión “intrínsecamente desordenados” puede tener un significado teológico pero es un insulto a los homosexuales. Que, me van ustedes a perdonar la equiparación, es como decir que llamar “adulterio” al adulterio puede tener un significado teológico pero es un insulto a los adúlteros. O como decir que la prostitución es una actividad intrínsecamente desordenada es un insulto a las prostitutas y a los que “consumen” sus servicios.
No contentos con ello, los editorialistas del NCR aseguran que la actitud de la Iglesia solo sirve para ensanchar el abismo que la separa de los homosexuales y refleja “los peores instintos de la cultura secular“(¿?). Si me preguntan ustedes qué tiene que ver que la Iglesia llame a las cosas por su nombre con los peores instintos de la cultura secular, no esperen respuesta. Es una de esas declaraciones enigmáticas con las que de vez en cuando nos obsequien desde el “progrerío” eclesial.
La realidad es que la Iglesia no puede dejar de ser testigo de la Revelación. El lenguaje se puede adaptar a cada época, pero eso no puede ser excusa para esconder la verdad. Y por más que el mundo quiera ver hoy la práctica de la homosexualidad como algo normal y aceptable, la Iglesia de Cristo tiene la obligación de decir que eso es pecado y además contra natura. Y quienes no sean capaces de entender eso, no entienden qué significa ser cristiano y católico. Lo realmente desordenado es que desde una revista que se llama Católica se ponga en solfa la enseñanza de la Iglesia, sin que ésta haga nada para evitarlo. Eso sí que ensancha abismos que luego cuesta mucho cerrar. Y es que cuando desde aquella que tiene como gloria ser columna y baluarte de la verdad se permite y se da cobijo a la mentira, los que al final sufren las consecuencias son los más débiles en la fe. El día en que desde el Obispo de Roma hasta el último obispo ordenado sean conscientes de que eso no puede consentirse, habremos dado un gran paso hacia la resolución de una crisis post-conciliar que se ha llevado por delante ya a gran parte de la última generación de católicos. Mientras llega ese día, seremos cada vez más los católicos que exigiremos que la autoridad apostólica se ponga de una vez al servicio de la unidad en la verdad. Porque la unidad en la mentira, en la complacencia con el error, no es unidad: es una farsa.
Luis Fernando Pérez
Palabras a la red: “¿Fin al borboneo de Juan Carlos I?”









