¿Ha tocado fondo España?
España está en una crisis moral, social y económica cuyo fondo no se vislumbra. El paro sigue subiendo pero lo peor es que en cuestión de pocos meses van a ser millones los que no cobren un euro de las cada vez más escuálidas arcas del Estado. Y los que cobren los 420 euros de marras, saben muy bien que con esa cantidad no les da casi ni para pagar los recibos de la luz, agua, impuestos municipales, etc. Se habla mucho del drama de una juventud incapaz de conseguir un primer empleo, pero a mí me parece más preocupante el caso de los hombres de más de 45 años que, con cargas familiares, se quedan en la calle y con poquísimas posibilidades de volver al mercado de trabajo. Cuanto más paro hay, menos consumo interno. Y cuanto menos consumo interno, más paro. Se habla de que la recuperación económica mundial tirará de España. Veremos….
Por otra parte, tanto el aprecio por la vida como la institución familiar están desplomándose a ojos vistas. Cada vez hay más abortos. Cada vez hay más divorcios. Cada vez hay más niños que ven su vida partida en dos porque sus padres han sido incapaces de mantener la llama de un amor, que en demasiadas ocasiones no ha pasado de un enamoramiento pasaional. Cada vez resulta más difícil que una pareja de jóvenes puedan formar un hogar. Cada vez es más evidente que los niveles educativos dentro y fuera del hogar se han desplomado. Yo veo lo que estudian mis hijos hoy y me da la sensación de que necesitarían dos infancias y adolescencias para alcanzar el nivel de formación que yo recibí hace 25-20 años. Y los excesos de la adolescencia y la juventud en tiempos de la “movida” parecen un chiste comparado con la era del botellón. En realidad la juventud ha sido siempre un poco loca, pero lo que veo es que se ha adelantado la edad en que los muchachos hacen aquello que no deberían de hacer. Mi padre me decía que yo a los 15 años hacía cosas que él empezó a hacer con 21 y hoy veo a muchachos de 12-13 primaveras haciendo lo que yo hice con 16-17. Con una particularidad: los padres de hoy parecen impotentes para impedirlo. O porque no pueden o, cada vez más, porque no quieren.
Una sociedad en el que una de cada cinco mujeres que se queda embarazada aborta está abocada a la desaparición. Como quiera que detrás de cada embarazo hay un varón que ha puesto su parte, no sería justo echarle la culpa sólo a ellas. El ser humano que acaba en la trituradora de una clínica abortista es hijo de un padre y de una madre. La cosificación del sexo, la crisis económica y el engaño de que la auto-realización viene por tener un nivel de vida propio de ricachones, produce ese holocausto continuo que, sin la menor duda, va a dejar una huella espantosa en quienes dentro de 20-30 años ya no podrán tener hijos que les cuiden y les atiendan en su vejez. Claro que para entonces es posible que se hayan preparado el “dulce” destino de la eutanasia. La muerte es lo que tiene: llama a la muerte. Se empieza matando al hijo no nacido y se acaba recibiendo una inyección para pasar a una eternidad en compañía de la propia maldad.
Pero no todo es negativo. El futuro de este país están en manos de quien sí tienen el valor de tener más de dos hijos. Y esos son en su mayoría los jóvenes cristianos. Ser joven y cristiano hoy no es una cuestión de herencia espiritual. No hay inercia alguna que lleve a profesar la fe. Se nota hasta en las manifestaciones. Cuando se manifiestan los partidarios de la cultura de la muerte, se ven caras crispadas, amargadas, vacías, estériles. Cuando la familia cristiana sale a la calle se ve alegría, felicidad, futuro, vida. El cristianismo en este país debería de ser consciente de que le toca ahora es proteger lo que tiene de genuino. Somos minoría pero, por ley de vida, seremos mayoría de aquí a 20-30 años. Nosotros tenemos hijos y les educamos en la fe. Ellos no. El futuro, lo quieran o no los laicistas anticlericales de hoy, es nuestro. No será fácil, porque España será entonces un país envejecido y contaremos un factor bastante complicado como es el de la presencia de muchos musulmanes, cuyo modelo de sociedad no es precisamente el más deseable. Veremos entonces si hay libertad suficiente como para poder predicarles el evangelio sin sufrir el martirio. Y, en todo caso, siempre será mejor que lo que hoy tenemos.
Luis Fernando Pérez