(659) La Torá y el Evangelio. ¿Dos caminos de salvación?

–Dios quiere que seamos uno.

–Ciertamente. Un solo rebaño y un solo Pastor, nuestro Señor Jesucristo.

 En este artículo añado algunas consideraciones al excelente estudio que Néstor Martínez (Montevideo, Uruguay) publicó en InfoCatólica en su blog No sin grave daño (12-09-2021), con el título Muy desafortunadas expresiones atribuidas al Card. Koch.

Nota previa. –La Torá es la Ley de Moisés, las leyes del Pentateuco, y en el judaísmo posterior, como también en el N.T., es más ampliamente el A.T.: «en la Ley está escrito», dice, por ejemplo, San  Pablo citando unas palabras de Isaías (1Cor 14,21; cf. Jn 10,34; 12,34; 15,25; Rm 3,10-18). El Talmud recoge enseñanzas de los rabinos de diferentes escuelas, siempre subordinados a la autoridad de la Torá, y pasó por varias fijaciones en los siglos IV-VI d. de Cristo. En cuanto al Evangelio ya es conocido por nuestros lectores, y en él incluyo todo el N. T.

 

Papa Francisco, Audiencia General sobre La ley de Moisés

En la Audiencia popular del miércoles (11-08-2021), la de costumbre, dio el Papa en el Vaticano una catequesis sobre la función de la Torá, la Ley mosaica, sintetizando las argumentaciones de San Pablo (Gal 3,19; 5,18; Hch 15,10.28-29).

«La Alianza establecida por Dios con Abraham se basó en la fe en el cumplimiento de la promesa y no en la observancia de la Ley, que todavía no existía… La Ley no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa… La Ley es el “pedagogo” hacia la fe en Cristo [Gal 3,24]… Todos los que tienen fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley»…

 

Protestan dos grandes Rabinos judíos

Las palabras del Papa indignaron, al menos, a un sector del Judaísmo. Dos Grandes Rabinos escribieron al cardenal Kurt Koch, suizo, Presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y también de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo. Protestaron inmediatamente contra lo que estimaban en las palabras del Papa una devaluación de la Torá, que por sí misma no sería salvífica: «la Ley no da la vida»… Así el rabino Rasson Arussi, presidente del Gran Rabinato de Israel para el Diálogo con la Santa Sede (Jerusalén) y también el rabino David Fox Sandmel, uno de los directores de la Liga Antidifamación (Nueva York). Exigían una explicación. Arussi lo hizo el 12 de agosto, al día siguiente de la Audiencia del Papa.

 

–La carta del Cardenal Koch

El Cardenal Kurt Koch, suizo, después de consultar con el Papa y por su encargo, envió una carta de respuesta al rabino Rasson Arussi. No se ha publicado el texto de su carta. La conocemos, sin embargo, por el resumen que de ella publicó en Vatican News Salvatore Cenuzio (Ciudad del Vaticano), citando a veces entre comillas. 

Cardenal Koch: «En el discurso del Santo Padre, la Torá no está desvalorizada». Las frases impugnadas han de considerarse «en el marco de la teología paulina. La convicción cristiana permanente es que Jesucristo es el nuevo camino de salvación. Sin embargo, esto no significa que la Torá se vea disminuida o deje de ser reconocida como “el camino de salvación para los judíos”».

El cardenal Koch alega, en defensa complementaria del Papa, la «profunda estima y cercanía con el mundo judío» manifestada en su Pontificado. Y antes, en Buenos Aires, cuando con el rabino Abraham Skorka, su amigo, publicó el libro El Cielo y la Tierra. O cuando recibió en el Vaticano en 2015 al Consejo Internacional de Cristianos y judíos, donde dijo: «Las confesiones cristianas encuentran su unidad en Cristo; el judaísmo encuentra su unidad en la Torá. Los cristianos creen que Jesucristo es la Palabra de Dios hecha carne en el mundo; para los judíos la Palabra de Dios está presente sobre todo en la Torá. Ambas tradiciones de fe encuentran su fundamento en el único Dios, el Dios de la Alianza, que se revela a través de su Palabra».

Unos días antes (5-08-21), desde la ventana del Palacio Apostólico, había el Papa felicitado cordialmeente al mundo judío con ocasión de tres de sus importantes fiestas anuales. «Extiendo mis más sinceros deseos a todos los hermanos y hermanas de la religión judía, para que el Año Nuevo sea rico en frutos de paz y de bien para quienes caminan fielmente en la Ley del Señor».

¿Caminan fielmente?… .–La frase se explica por el contexto amable de una felicitación. Pero San Pedro decía la verdad cuando, defendiendo de la Ley antigua a los neo-cristianos, alegaba que era «un yugo que ni nuestros padres ni nosotros fuimos capaces de soportar» (Hch 15,10). Y no pudieron ya que «todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado» (Jn 7,39).

 

–El «ecumenismo» entre la Iglesia y el Judaísmo

Estas declaraciones «atribuidas» al cardenal Koch, y otras emanadas también desde la Santa Sede, llevan implícita la convicción de 1) que  la Torá lleva a los judíos a la salvación, como el Evangelio de Cristo lleva la salvación a los cristianos. 2) Que el respeto debido a la Alianza Antigua establecida por Dios con Abraham, prohíbe a los cristianos procurar su conversión e ingreso en la Alianza nueva. 3) Que los judíos –se entiende, los practicantes– «caminan fielmente en la Ley del Señor». 4) Y que ya ahora los judíos son «hermanos y hermanas» de los cristianos, pues, aunque no reciban a Cristo, son participantes de la filiación divina. 

Son afirmaciones claramente incompatibles con la Biblia, la Tradición y el Magisterio apostólico, la tríada sagrada que fundamenta la fe (Vat. II, Dei Verbum 10). Así lo demuestra Néstor Martínez en su citado artículo, especialmente en lo que a Concilios y Documentos pontificios se refiere.

Y son errores que se están difundiendo en la Iglesia desde hace bastantes decenios. Es sabido que altos ministros de la Iglesia prohíben hoy evangelizar a los judíos, creyendo que así los estiman y respetan más –y que, de paso, así nos ahorraremos muchos disgustos–. Recuerdo como ejemplo de lo que digo al cardenal Roger Etchegaray (1922-2019), Cardenal (1979) que ocupó los más altos cargos en la Conferencia Episcopal Francesa y a partir de 1984 en la Santa Sede. En un coloquio organizado por el International Council of Christians and Jews (8-IX-1997), expuso la conferencia ¿El cristianismo tiene necesidad del judaísmo?  Y contestó a su pregunta:

«Sin dudar respondo que sí, un sí franco y sólido, un sí que expresa una necesidad vital y, diría, visceral… Para mí, el cristianismo no puede pensarse sin el judaísmo, no puede prescindir del judaísmo… Mi fe cristiana tiene necesidad de la fe judía»…

Ésta es la perspectiva del Cardenal, que se declara «lejos de toda teología cristianizante del judaísmo».

Pero el Espíritu Santo quiere que la predicación del Evangelio perdure hasta el fin del mundo, y se extienda también a los judíos. Cristo, Esteban, Pablo y tantos otros evangelizaron a los judíos, y  lograron por gracia de Dios la conversión de muchos. Y ésa fue la norma en todos los siglos siguientes. En el siglo XX, por ejemplo, fueron famosas las conversiones de Hermann Cohen, los dos hermanos Ratisbonne, los gemelos Lémann, Eugenio Zolli, gran rabino de Roma. Y así debe seguir en la Iglesia siempre viva la misión de evangelizar «por todo el mundo», procurando en «toda criatura» la gloria de Dios y la salvación eterna de los hombres.

 * * *

Sólo hay «un» camino de salvación, que es la fe en Cristo Salvador

Es una verdad continuamente afirmada en el Nuevo Testamento, como puede comprobarse en los textos que seguidamente presento.

 

Evangelizar a «toda criatura»

+«Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado se salvará; pero el que no creyere se condenará» (Mc 16,15-16).

También los judíos han de ser evangelizados, para que no se queden sujetos a la Torá, sino que por el Evangelio lleguen a la fe en Cristo, Salvador único de «toda criatura». «Cristo nos redimió de la maldición de la Ley… para que la bendición de Abraham se extendiese en Cristo Jesús a los gentiles, y para que recibiéramos por la fe la promesa del Espíritu» (Gal 3,13-14).

 +Jesucristo, los Apóstoles y otros cristianos predicaron a los judíos desde el principio, procurando su conversión. Y nos dice el Señor: «Yo os he dado el ejemplo, para que vosotros hagáis como yo he hecho» (Jn 13,15). En la primera Iglesia la inmensa mayoría de los fieles eran judíos.

 

Salvador único del mundo

+«No nos ha sido dado bajo los cielos entre los hombres otro nombre [que el de Jesús] por el que podamos ser salvados» (Hch 4,12).

+«El Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios» (1Jn 4,14-15).

+«Dios nos ha destinado a la salvación por nuestro Señor Jesucristo» (1Tes 5,9)

+Jesús dice: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, si no es por mí» (Jn 14,6).

+«Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados “hijos de Dios” y lo seamos (1Jn 3,1)

Los católicos reconocemos como «hermanos separados» a protestantes y evangélicos, porque si creen en Cristo y están bautizados, son «hijos de Dios», han recibido la «filiación divina», aunque no sea plena su comunión con la Iglesia. Pero no consideramos «hermanos y hermanas» nuestros a quienes rechazan a Jesús en cuanto Hijo divino enviado por el Padre. Éstos no han recibido la filiación divina, que hace «renacer» a los hombres viejos como «nuevas criaturas». Jesús le dijo al judío Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos» (Jn 3,5).

Rechazar a Jesús es rechazar a Dios

+«Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron; pero a los que lo recibieron les dio poder para venir a ser “hijos de Dios”, aquellos que creen en su nombre… pues de Dios son nacidos» (Jn 1,11-13).

Éstos, al haber recibido al Hijo, han vuelto a nacer por el agua y el Espíritu, son «nacidos de Dios», y consiguientemente «hermanos y hermanas» entre sí, tanto en la fe y la caridad, como en la esperanza y la vida de la gracia.

+«Yo he venido en nombre de mi Padre, y vosotros no me recibís. … No penséis que vaya yo a acusaros ante mi Padre; hay otro que os acusará, Moisés… porque si creyérais a Moisés, creeríais en mí, pues de mí escribió él; pero si no creéis en sus Escrituras, ¿cómo vais a creer en mis palabras» (Jn 5,45).

+«El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien lo juzgue; la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará en el último día» (Jn 12,44).

+«Quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza, rechaza a quien me ha enviado» (Lc 10,16), Dios Padre celestial.

 

El Padre testimonia en favor de Jesús

+Y lo hace en dos ocasiones con especial solemnidad. «Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias» (Mt 3,17; bautismo, ante el pueblo). «Éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7; transfiguración, ante tres apóstoles).

+«Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, que ha testificado de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene este testimonio en sí mismo. El que no cree en [el testimonio de] Dios le hace embustero, porque no cree en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo. Y el testimonio es que Dios nos ha dado la vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, tampoco tiene la vida» (1Jn 5,9-12).

+«¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es Cristo? Ése es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre» (1Jn 2, 22-23).

+«Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. Y si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras» (2Jn 9-11).

 

Jesús nazareno es Dios

+«Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo está todo bajo el Maligno, y sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero, en su Hijo Jesucristo. El es el Verdadero Dios y la vida eterna» (1Jn 5,19-20).

No sé si los que rechazan a Cristo –fuera de ignorancias o engaños invencibles– se dan cuenta de que están  rechazando a Dios. «Él es el Verdadero Dios», hecho hombre: visible, audible y palpable.

+«El Padre nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura, porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles… Todo fue creado por Él y para Él. Él es antes que todo, y todo subsiste en Él. Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia… Y quiso el Padre que en Él habitase toda la plenitud [de la divinidad], y por Él reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su cruz, todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo» (Col 1,13-20; cf. 2,9).

+«Jesucristo es el testigo veraz, el primogénito entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha absuelto de nuestros pecados por la virtud de su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, su Padre, a Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apoc 1,5-6).

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La sacrílega calumnia contra María y contra Jesús

El Judaísmo rechaza a Jesucristo, no recibe al Enviado del Padre celestial, no recibe al Padre, se encierra en su absoluto monoteismo, niega la Trinidad divina. Pero no se limita al rechazo de Cristo, sino que difunde o tolera la difusión de enormes calumnias contra Jesús y su madre María.

En esta grave cuestión, poco conocida, me atengo a la información relativamente amplia que Vittorio Messori da en su libro Hipótesis sobre María. Hechos, indicios, enigmas (Libros libres, Madrid 2012, 3ª ed., 417-424). En lo que sigue, todo lo que va entre comillas está tomado de esa excelente obra.

Ya en vida de Jesús algunos de sus enemigos judíos acusaron de inmoral a María. Según ellos inventaron, María, casada con José, había concebido a Jesús en pecado, cometiendo adulterio con un extranjero, un militar romano. María era, pues, una adúltera, una mala mujer, que se entregó por amor o por prostitución. Y Jesús era un hijo bastardo, un hijo de… de una mala mujer. 

Hay huella de esa calumnia en los Evangelios. En una discusión entre Cristo y los judíos, acuden éstos a la máxima argumentación ad hominem: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios» (Jn 8,41). Mahoma reconoce y venera la inocencia, pureza y virginidad de la Virgen María, y se indigna contra los judíos: «Dios los ha sellado por su incredulidad, de modo que tienen fe, pero poca… por su incredulidad, por haber proferido contra María una enorme calumnia» (Corán, 4ª sura, 155-156).

La llama infernal de la enorme calumnia, al paso de los siglos, nunca se ha apagado. Siempre ha sido recordada por, al menos, algunos judíos. Llegó incluso a oídos de los paganos. El gran anticristiano Celso, hacia el 180, usa de esta calumnia polemizando con los nazarenos. El apologista cristiano Tertuliano (+220) también da cuenta de ella, y en alusión a la calumnia contra María emplea el término quaestuaria, es decir,  prostituta.

En las Toledòth Jéshu, las «historias de Jesús», un antievangelio judío que fue formándose en los siglos VIII-IX, «se presenta a Jesús de manera aún más negativa que en la literatura rabínica» del Talmud: Jesús es calificado de «parricida, sodomita, rebelde, mago y corruptor». Esa obra infame fue publicada recientemente en edición crítica por el rabino Ricardo di Segni, con el título El Evangelio del Gueto… No, nunca se ha apagado la llama infernal de la calumnia contra Jesús y María. Ha perdurado, más o menos difundida, veinte siglos, hasta nuestro tiempo, como podemos comprobarlo también en otra obra relativamente reciente.

«Tomemos, por ejemplo –informa Messori–, la obra del israelita Shalom Ben-Chorin, Hermano Jesús, subtitulada Un punto de vista judío sobre el nazareno, publicada en alemán en 1967», traducida al italiano en edición de la Morcelliana, venerable editorial católica (¡—!). En la página 54 de esta edición traducida, leemos:

«Esta oscuridad [sobre los orígenes de Jesús] ha llevado a los adversarios a la conclusión evidente de un nacimiento ilegítimo. En el Talmud tenemos la llamada tradición de Pandera o Panthera. Un oficial romano con ese nombre habría seducido y dejado embarazada a una cierta Myriam, prometida de José, y el fruto de ese pecado habría sido Jesús. En la relación, por lo menos distanciada, de Jesús con su madre, a la que nunca llama sino “mujer”, podría reflejarse la dolorosa conciencia de un origen ilegítimo. Jesús no honra a su madre y niega a su padre corporal, puesto que evidentemente sabía su procedencia ilegítima y extranjera, no judía».

Nótense los términos evidente y evidentemente, por mí subrayados, que inician y terminan el párrafo gratuitamente.

 

–Calumnia persistente y tolerada

La llama infernal de la calumnia no se apaga, porque nunca ha sido rechazada enérgicamente por las Autoridades judías civiles o religiosas, que por lo que se ve, la consideran, al menos, verosímil y tolerable. Que sepamos, ningún judío por difundirla ha sido «expulsado de la Sinagoga». Mahoma (+631) en cambio, como hemos recordado, se indignaba al extremo, y defendía en el Corán a María. El incrédulo Charles Guignebert (+1936), el enemigo de la historicidad de los Evangelios, condenó las citadas calumnias «como maldades injuriosas contra María subrayadas en el Talmud». Pero las Autoridades civiles y religiosas del Judaísmo permanecen en su omisión y silencio.

Louis Massignon (+1962), uno de los mayores islamólogos del siglo XX, lamentaba exasperado esa pasividad:

«Mientras el pueblo judío dude del honor de María, nosotros, cristianos nazarenos, no podremos creer en sus aseveraciones diplomáticas y tácticas de respeto de nuestra fe… ¡Hago una apelación a todos los hijos de adopción a quienes Jesús ha dado esta Madre en el Calvario! Ante la cripta de la Anunciación, el sionismo choca con el cuarto mandamiento del Decálogo: “Honra a tu padre y a tu madre”»… Y añadía: «Todavía en el siglo XIX, incluso en el XX, las Toledòth eran una lectura difundida en las comunidades judías. Y nadie se había (ni se ha) retractado de su contenido».

 

–Estimados y cercanos

Mientras tanto, crece desde hace años en la Iglesia «la profunda estima y cercanía con el mundo judío». El Judaismo debe permanecer en la Torá, que es «el camino de salvación para los judíos» (Koch), como los cristianos deben ser fieles al Evangelio, que es su camino. «Ambas tradiciones de fe encuentran su fundamento en el único Dios, el Dios de la Alianza, que se revela a través de su Palabra» (Francisco).

Con estas palabras se calmó el furor de los dos Grandes Rabinos quejosos. Como es lógico.

Oremos, oremos, oremos. 

José María Iraburu, sacerdote 

Índice de Reforma o apostasía

 

 

 

 

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