(219) La evangelización de Cáritas y de otras obras benéficas -1

–¿No pretenderá usted criticar a Cáritas, una de las instituciones mejores de la Iglesia?

–Tranquilo. Usted primero dispara, y después pregunta: «¿quién va?»… Lea bien el título, que tiene doble sentido. La evangelización de Cáritas, 1) la que hace con su acción benéfica, y 2) la que necesita en su forma demasiado secular. Y lo mismo en otras Obras.

«Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Dios está siempre o donando o per-donando: eso es lo propio del Misericordioso. Y también nosotros, sus hijos, debemos ser misericordiosos como Él, y hemos de donar y per-donar con una caridad gozosa. «Dios ama al que da con alegría» (2Cor 9,7). Tengámoslo bien en cuenta el próximo Corpus Christi, cuando Cáritas solicite nuestros donativos.

La primera comunidad cristiana de Jerusalén vivía la comunidad de bienes.La Iglesia primera nacida de los Apóstoles, como ya lo recordamos, (86) La koinonía de bienes, vivía la comunidad de bienes. Es, pues, justo y necesario que los cristianos, al recibir el don del Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra, inicien entre ellos una vida nueva, según Cristo, el nuevo Adán. «El vino nuevo exige odres nuevos»(Mt 9,17). Y ésta vida en Cristo no es nueva solamente en lo interior, sino también en lo exterior. Es decir, no sólamente da lugar a hombres nuevos, sino también a comunidades nuevas, que realizan modos muy perfectos de convivencia, desconocidos por el mundo secular.

La comunidad apostólica de Jerusalén es descrita por San Lucas en varios cuadros sintéticos de los Hechos de los apóstoles (2,42-47; 4,32-35; 5,12-16). Los creyentes bautizados «perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión (koinonía), en la fracción del pan y en las oraciones» (2,42). La Iglesia es, pues, una comunidad apostólica, fraterna, eucarística y orante. La unión de caridad eclesial entre los fieles, habiendo recibido todos un mismo Espíritu, una misma alma, llevaba derechamente a la comunión de bienes materiales: «la muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola; y nadie consideraba sus bienes como propios, sino que lo tenían todo en común (panta koina)» (4,32)

«Todos los creyentes vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común» (2,44). «Vendían sus propiedades y sus bienes, y las distribuían entre todos según las necesidades de cada uno» (2,45). De este modo, «no había entre ellos ningún pobre, porque cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y a cada uno se le repartía según su necesidad» (4,34-35). No daban simplemente en justicia (pues dar lo justo al otro es darle «lo que es suyo»), sino en caridad (que da de «sus bienes» por amor compasivo al necesitado).

San Lucas habla de «sus bienes»: es decir, los cristianos mantienen la propiedad de lo que es suyo. Pero por la caridad fraterna, los bienes personales vienen a hacerse comunes, no por la enajenación de los mismos, sino por la liberalidad comunicativa con que los usan sus propietarios. Así es cómo los primeros cristianos practicaban sencillamente el ideal evangélico de renunciar a todo, propuesto directamente por Cristo a todos sus discípulos (Lc 5,11.28; 14,33; 18,22): a todos, y no solamente a los que más tarde serán monjes y religiosos, y harán voto de pobreza, teniéndolo todo en común.

La koinonía se establece entre los que son «hermanos» en Cristo, es decir, dentro de la comunidad de «los que han creído» (Hch 2,42; 4,32). Recordemos que San Pablo, por ejemplo, exhorta: «hagamos bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe» (Gál 6,10). La Iglesia, pues, es en el mundo una comunidad distinta y mejor, que consigue, para la gloria de Dios y por su gracia, una forma de vida excelente, netamente diferente del orden social vigente. La comunidad cristiana, aunque nunca se presenta como un programa político, es un modelo perfecto para el mundo secular, y por eso obra como un fermento en la masa de la sociedad civil (Hch 5,13-14).

La koinonía, por la acción del Espíritu Santo, se realiza también entre unas y otras comunidades cristianas, y no se reduce al interior de la propia comunidad. Todas las Iglesias están unidas entre sí, viven de un mismo Espíritu, e intercambian sus bienes como se distribuye un líquido entre vasos comunicantes. Quienes han bebido de un mismo Espíritu y se alimentan de un mismo Pan, forman un solo Cuerpo de Cristo. Por eso participan también en la koinonía de los bienes materiales (cf. 1Cor 12,13.26).

Por ejemplo, las Iglesias de Macedonia y Acaya «tuvieron a bien establecer alguna koinonía en favor de los pobres de los santos en Jerusalén» (Rm 15,26; cf. 26-28). Y se exhortaba con insistencia a «la koinonía de la diaconía en favor de los santos» (2Cor 8,4). «¡No os olvidéis de la beneficencia y la koinonía!» (Heb 13,16).

–La colecta en favor de los cristianos de Jerusalén. Conocemos bien la colecta en favor de los cristianos de Jerusalén tal como la promovió San Pablo (1Cor 16,1-4; 2Cor 8-9; Rm 15,25-32). La ocasión de la colecta es la escasez que sufren los hermanos de Jerusalén. Pero la causa profunda de esa ayuda económica es la caridad de Cristo. Esta caridad debe expresar, pues, socialmente en la Iglesia aquella entrega amorosa que el Hijo divino hizo de sí mismo en la encarnación y en la pasión, pues Él, «siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos en su pobreza» (2Cor 8,9: es decir, siendo Dios, se hizo hombre, para deificarnos en su encarnación).

En el lenguaje del Apóstol queda, por tanto, muy claro que la colecta que él intenta no es una mera filantropía natural, sino una caridad eclesial profundamente cultual, religiosa y sagrada. Nótese bien cómo el lenguaje cristiano de la beneficencia apostólica se expresa con palabras litúrgicas, que describen el sentido profundo de una acción sagrada. «Esta obra de caridad» (2Cor 8,19), dice San Pablo, vendrá a ser una «eucaristía». Y por medio de «este ministerio sagrado» (diaconía tes leiturgías), no sólo se remediará la escasez de los Santos [fin próximo], sino que se hará rebosar en ellos la acción de gracias a Dios [fin último], pues al ver su manifestación en esta colecta, glorifican a Dios (pollon eujaristion to Theo) por vuestra obediencia al Evangelio de Cristo y por la generosidad de vuestra solidaridad con ellos y con todos» (9,10-15). Y así, la abundancia de unos será remedio para la escasez de otros, de tal modo que se logre una «igualdad (isotes)» (8,13).

La caridad cristiano-eucarística crea de hecho un micro-orden social nuevo, lo crea ya «entre los hermanos» de la familia de Dios, sin esperar a que la sociedad cambie a mejor, haciéndose más justa y solidaria. Pero, por supuesto, no se presenta –algo imposible entonces– como un programa político de renovación para el conjunto de la sociedad. Y la koinonía de bienes en favor de los hermanos pobres cobra en la primera comunidad apostólica tal importancia que pronto viene a requerir un ministerio propio, el de la diaconía (Hch 6,1-6). En este sentido, la historicidad de la diaconía corrobora la historicidad de la koinonía. También los diezmos, a lo largo de los siglos, expresarán en la Iglesia de modo semejante ese mismo espíritu.

La koinonía cristiana de bienes existió realmente en Jerusalén, y fue modelo realizado por otras Iglesias. No fue, pues, una mera idealización del autor de los Hechos, sin base real. Ni fue tampoco un caso aislado, puramente carismático, propio –como la abundancia de milagros– del tiempo naciente de la Iglesia, y en este sentido sin valor ejemplar para nuestro tiempo.

Muchos documentos antiguos atestiguan que la comunión de bienes materiales entre quienes vivían la comunión de bienes espirituales, lo que se vino a llamar «vita apostolica», fue un ideal frecuentemente exhortado y consignado. Autores como Orígenes, Epifanio, Antonio, Basilio, Jerónimo, Agustín, Casiano, todos, ven en la primera Jerusalén cristiana un modelo ideal permanente. Y lo mismo otros importantes documentos de la época: Dídaque (IV,8), San Ignacio de Antioquía (A Policarpo 4,3), Carta de Bernabé (XIX,8), Pastor de Hermas (compar. II; V,3,7), Clemente de Alejandría (Stromata II,84,4; 85,3; 86,4; Quis dives salvetur 13,1-6), la Didascalia (s. II-III: 5,1,4), las Constituciones apostólicas (II,25). Los apologistas refieren la comunidad de bienes como un signo de la bondad cristiana comunitaria: Arístides (Apología (XIV,8), San Justino (I Apología, XIV,2-3; 15,10; 67,1-6). No podrían aducir ese signo, socialmente comprobable, si no existiera de un modo u otro realizado.

–La beneficencia cristiana halla desde antiguo en la Eucaristía su fuente sagrada. Desde el principio la Iglesia sitúa en el marco de la Misa la donación de bienes materiales en favor de los pobres. Y lo hace por razones muy fuertes de la fe operante por la caridad. Es justamente allí, en el Sacrificio de la Nueva Alianza, donde Cristo entrega su cuerpo y derrama su sangre para la salvación de muchos. Y es ahí donde los cristianos, prolongando esa misma entrega que Cristo hace de sí mismo, no sólo incitados por su modelo, sino, más aún, movidos por la gracia de su misma caridad, hacen la ofrenda de sus bienes para ayuda de los necesitados.

San Justino, filósofo samaritano converso, hace una descripción de la Misa que viene a tener la misma estructura que la que hoy vivimos. En su I Apología (155) refiere, y cito el texto abreviándolo: «El día que se llama del Sol [el domingo: todavía en inglés, sun-day] se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos. Se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los Profetas [liturgia de la palabra]. El que preside hace una exhortación [homilía]. Todos en pie, elevamos nuestras preces [preces de los fieles]. Se ofrece el pan y el vino [ofertorio]. El presidente eleva a Dios la acción de gracias, y el pueblo exclama: “Amén” [plegaria eucarística]. Se distribuye a cada uno los alimentos consagrados [comunión]. Y los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al presidente, y él socorre a huérfanos y viudas, a enfermos y necesitados, a los encarcelados y a los forasteros, y así él se constituye en provisor de cuantos se hallan en necesidad [comunicación de bienes y limosnas]. Y celebramos esta reunión general el día del Sol, por ser el día primero, en el que Dios hizo el mundo, y el día también en el que Jesucristo, nuestro Señor, resucitó de entre los muertos, al día siguiente al día de Saturno [sábado]» (67).

Y da San Justino la razón de la comunión de bienes: «Los que antes amábamos por encima de todo el dinero y el acrecentamiento de nuestros bienes, ahora ponemos en común lo que tenemos, y de ello damos parte a todo el que está necesitado. Los que nos odiábamos y matábamos unos a otros, y no compartíamos el hogar con quienes no fueran de nuestra propia raza por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos todos juntos, y los que tenemos socorremos a todos los necesitados, y nos asistimos siempre unos a otros» (XIV,2-3; cf. 15,10; 67,1-6). Y el momento más apropiado para realizar esta maravilla de la caridad cristiana es precisamente la Eucaristía.

Antes ha advertido San Justino que no cualquiera puede participar en la Eucaristía. «Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía, de la que a nadie es lícito participar, sino al que cree verdaderas nuestras enseñanzas [creyente fiel], y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración [bautizado], y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó [en gracia de Dios]. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino como la carne y la sangre del mismo Jesús encarnado» (n. 66). Fe - bautismo - estado de gracia: son las mismas exigencias tradicionales de la Iglesia para la comunión eucarística(Código 915-916; Catecismo 1484, 1487).

–La beneficencia material cristiana tiene tantos siglos como la historia de la Iglesia.Imposible aquí y ahora trazar siquiera sea un esbozo de las modalidades que la beneficencia cristiana ha tenido a lo largo de los siglos. Órdenes antiguas fundadas para atender a peregrinos, enfermos, pobres. Los monasterios, los conventos, las parroquias, manantiales continuos de beneficencia multiforme. Congregaciones religiosas para la educación o para la atención hospitalaria de los necesitados y forasteros. Hijas de la Caridad y Conferencias de San Vicente Paúl; las Hermanitas de los Pobres, de Santa Juana Jugan; las Adoratrices, al servicio de las mujeres-eso, de Santa Micaela del Santísimo Sacramento; las Siervas de María, de Santa Soledad Torres Acosta; las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, fundadas por el Siervo de Dios, D. Saturnino López Novoa y Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars; las Misioneras de la Caridad, de la Beata Teresa de Calculta, etc. Imposible hacer una lista suficiente. Son innumerables las obras de beneficencia nacidas en la Iglesia bajo el impulso de la caridad de Cristo –«la caridad de Cristo nos urge» (2Cor 5,14)–, por obra del Espíritu Santo, y que son servidas por sacerdotes, religiosos y laicos.

En todas estas Obras la beneficencia es vivida y expresada como una obra de caridad profundamente religiosa y cristiana, es decir, como una buena Obra realizada en el mundo por el mismo Señor Jesucristo a través de sus discípulos. El mismo nombre del local donde se atiende a los pobres, por ejemplo, «Nuestra Señora de los Desamparados», el crucifijo en la sala, las oraciones y las breves catequesis ocasionales que se unen con gracia a la donación de la ayuda, etc. todo ha de vivirse en un ambiente religioso, en el nombre de Dios, y buscando Su gloria, al mismo tiempo que se procura el remedio de sus hijos. Sin incurrir imprudentemente en un exceso de predicaciones y catequesis, la expresión de la caridad divina debe ser tan patente que por ella se cumpla la norma de Cristo: «así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).

–El esplendor de la caridad asistencial cristiana.Recordaré en forma muy breve cómo actúa en la beneficencia cristiana la caridad divina de la Trinidad santísima.

El cristiano «vive de la fe» (Rm 1,17), que por la gracia del Espíritu Santo infundida en la razón natural, le da un pensamiento nuevo, una participación cualitativamente nueva en el pensamiento de Dios. La fe radica en la razón, la supone, pero la purifica de sus errores y la eleva ontológicamente a un nivel sobre-natural, sobre-humano, de conocimientos. De modo semejante, el cristiano ha de vivir de la caridad, que infundida por el Espíritu Santo con la gracia en la voluntad humana, la purifica en sus modos egoístas de amar y la eleva a una participación sobre-natural, sobre-humana, en la calidad espiritual del amor de la Trinidad divina. Nace así un hombre nuevo (Ef 2,15), verdaderamente nuevo, con nuevas facultades de conocimiento y de amor: una nueva criatura (2Cor 5,17). Estamos, pues, ante una nueva raza re-creada por el Nuevo Adán, Jesucristo: una raza de «hombres celestiales» (1Cor 15,45-46), «nacidos de Dios», «nacidos de los alto», «nacidos del Espíritu» (Jn 1,13; 3,3-8). Del amor natural a la caridad hay tanta diferencia de nivel cualitativo como la hay entre la razón y la fe. Naturaleza y gracia.

Operari sequitur esse: el obrar deriva del ser. Él cristiano ha sido creado de nuevo para que viva siempre de «la fe operante por la caridad» (Gál 5,6): ésa es la acción verdadera que corresponde a su nueva naturaleza, ésas son las obras plenamente gratas a Dios y meritorias de la vida eterna. «Los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios» (Rm 8,14). El hombre nuevo obra, pues, en forma deficiente, y culpable a veces, cuando actúa guiado solamente por la razón y movido solamente por el sentimiento y la voluntad. Una buena obra humna es cristiana en la medida en que se ha realizado «en fe y caridad», es decir, bajo el influjo de la gracia divina. Por eso, exaltando San Pablo la caridad en un himno sublime, nos dice en él: «si yo repartiera todos mis bienes entre los necesitados…, pero no tengo caridad, de nada me serviría» (1Cor 13,3).

–Es ésta la gloriosa dimensión doxológica de la caridad asistencial. «Todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por Él» (Col 3,17). Todo: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, buscar trabajo y casa a quien no los tiene, visitar a un solitario depresivo, ayudar a un inmigrante en todo lo que se pueda… «Ya comáis, ya bebáis o ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (1Cor 10,31). Este impulso doxológico, este amor a Dios, es el que hace tan sobrehumana y perfecta la entrega de caridad de los santos a los pobres, a los miserables, a los pecadores, a los desesperados.

Ésta es la gloriosa caridad de un San Pedro Claver, S. J., «esclavo de los esclavos» en Cartagena. Ésta es la caridad de San Camilo, arrodillado con reverencia ante un pobre, dándole de comer. Éste es el impulso de ilimitada caridad de la Beata Teresa de Calcuta, recogiendo de la calle a los más miserables de los pobres; ella mismo lo dice: «lo hacemos por Jesús». Ésta es la caridad benéfica cristiana en toda su eficacia y esplendor. Ésta es la caridad asistencial que se ejercita en forma heroica, y no sólo en unas vacaciones de verano, o en un año sabático, sino en cuarenta o setenta años seguidos, día a día. Es la caridad cristiana que está movida por la caridad de Cristo, el que bajó del cielo para salvarnos, el que entregó su cuerpo y derramó su sangre para la salvación temporal y eterna de los hombres.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

4 comentarios

  
Raúl
Amén. Totalmente cierto. Lo suscribo totalmente.

Soy voluntario de Cáritas, y muchas veces he sentido lo que dice el Padre Iraburu en este post. Ves carteles, lees folletos, revistas, libritos... con muchas referencias a la justicia, a la solidaridad, a la fraternidad y todo lo que quieras, pero ninguna referencia a Dios, a Cristo...

Que yo sepa, Cáritas sigue siendo a día de hoy "Cáritas Diocesana", es decir, de la Diócesis. De la Iglesia Católica, vamos. Y a veces no se nota todo lo que debiera.

En ocasiones se llega a extremos bastante surrealistas, como el de responsables de Cáritas que critican incluso al Obispo o a los curas y sacerdotes. Los consideran poco modernos, anticuados, no acostumbrados al trabajo en equipo, según entienden ellos...

Y ya, una de las últimas novedades de Cáritas, que me resultaba increíble al principio, es solicitar expresamente la cruz en las dos casillas de la declaración de la renta, la de la Iglesia y la de los fines sociales, lo que convierte a Cáritas en un ente muy próximo a una mera y simple ONG, como tantas otras. Aparte de la mala impresión, digo yo, que debe producir en la sociedad la sensación de que Cáritas trata de sacar algo de todos lados, de donde se pueda y de donde sea. Yo siempre he marcado, única y exclusivamente la casilla de la Iglesia Católica. Y seguiré haciéndolo así, por mucho que desde la propia Cáritas se me siga incitando a marcar en los dos sitios.
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JMI.-Cáritas tiene una realización local y concreta, según sitios, según gente que la lleva, párroco, etc. tiene un sentido cristiano-religioso mayor, menor o regular, como es normal que así sea. Lo que yo he conocido suele ser de calidad bastante bastante alta.
Lo que no me gusta es la orientación de carteles y revista. Pero eso, claro, no afecta al colaborador de pié, que puede ser re-bueno.
31/05/13 11:57 PM
  
Converso
A veces me pregunto si las obras de caridad cristiana no tendrían que priorizar su labor con los miembros de la Iglesia, antes que con los no bautizados, si se me entiende...
01/06/13 12:10 AM
  
Nova
Es posible que Caritas se comporte del modo que denuncia el artículo:

1. Porque piensa que, de ese modo, le darán ayudas personas no creyentes que, en el caso de que Cristo fuera nombrado, no se la darían.

2. Porque no pocos de los que piden ayuda a Caritas seguramente no son cristianos y claro...

Lamentable y patético el silencio de Caritas sobre Cristo, en cualquiera de los dos casos. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios", dice el Evangelio...
01/06/13 12:42 AM
  
Amador
Para Nova: ¿se les propone el mensaje de Cristo a los miles y miles de musulmanes que van por comida al comedor de Cáritas o en busca de trabajo. Pienso que deberían priorizarse las ayudas a los miembros de la Iglesia (que pasan necesidad), como opina Converso. ¿Hay alguna conversión en este sentido al cristianismo por parte sobretodo de los musulmanes?, que sería lo lógico.
08/06/13 12:27 AM

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