(160-2) Encarnar al Verbo divino en libros pobres

–Propaganda encubierta de la Fundación GRATIS DATE.

–No: patente y edificante. Pero lo que yo quiero más bien es tratar de la pobreza conveniente a las publicaciones católicas.

Miren en la imagen cómo una misma obra recibe en dos Editoriales un formato muy diferente; en una como cuaderno, en otra como libro: la misma obra. Pero antes de analizar el caso, recordaré muy brevemente la doctrina de la pobreza evangélica (cf. Rivera-Iraburu, Síntesis de espiritualidad católica, Pamplona, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2008, 7ª ed., La pobreza, 335-349).

–La pobreza evangélica se fundamenta directamente en la pobreza de Jesucristo. El Verbo eterno divino, «siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros» (2Cor 8,9). El que nació en una cuadra de animales, el que vivió modestamente, sin tener «dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20), murió desnudo en la Cruz y fue enterrado en un sepulcro prestado.

Eligió, pues, para sí mismo la pobreza, y también para todos sus discípulos: «yo os he dado ejemplo, para que vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15). Eligió la pobreza especialmente para sus Apóstoles, que hubieron de «dejarlo todo» para seguirle (Mt 19,27), y que fueron enviados por Él a evangelizar en humilde pobreza: «no llevéis encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón» (Mt 10,9-10). «Bienaventurados» los pobres (Lc 6,20). Cristo ha venido para evangelizarlos (4,18; 7,22).

Ahora bien, la pobreza es un mediopara la santificación y para el apostolado; no es un fin. Por tanto, la pobreza material más perfecta no es de suyo la que sea más extrema, sino aquella que, como medio, mejor se ordena a su fin propio. Así lo ha enseñado siempre la Iglesia, haciendo frente a numerosas herejías paupertistas –ebionitas, apotácticos, encratitas, tacianos, cátaros, etc.– (Sto. Tomás, STh II-II, 188,7; C.Gentes III,133).

–La edición de libros cristianos debe estar bendecida por el espíritu de la pobreza evangélica. Pero este principio en modo alguno excluye en todo caso las ediciones ricas y preciosas, cuando se trata, por ejemplo, de la Biblia, de los libros litúrgicos y devocionarios, de las publicaciones de arte, etc., ni tampoco excluye las ediciones mejores que convienen a libros importantes de mucho uso: Magisterio apostólico, códigos, diccionarios, etc. Otras publicaciones católicas hay, como enciclopedias, guías, etc., cuya producción –quizá por un equipo de expertos– ha requerido considerables gastos, que deben ser recuperados con un precio justo. Por tanto, las consideraciones que siguen se refieren concretamente a los libros religiosos más comunes, que son la mayoría.

Cristo, para «encarnarse» en libros cristianos, prefiere en principio formatos pobres; pobres pero honrados. Eso nos hace pensar que la orientación de las ediciones cristianas es con frecuencia mundana, está muy escasamente evangelizada. Por ejemplo, cuando una familia religiosa publica un libro de aniversario, procura a veces en cuanto al formato «lo mejor de lo mejor». E incluso algunas Obras dedicadas a la beneficencia y que se financian por donativos, cuando para suscitarlos editan revistas y otras publicaciones, eligen a veces sorprendentemente formatos bastante caros a todo color en imprentas excelentes. Gastan mucho en pedir limosna para los pobres… Pero vengamos al caso concreto ya apuntado en la primera imagen –como decía un niño: «por ejemplo, un ejemplo»–.

Una misma obra editada en dos formatos muy diversos. Hace unos años, en Burgos, dirigí una tesis doctoral en la Facultad de Teología a un joven sacerdote argentino, José María Recondo. Realizó un excelente trabajo, que tuvo posteriormente dos ediciones distintas. Presten atención a los datos, por favor.

–Fundación GRATIS DATE, El camino de la oración, en René Voillaume, Pamplona 2002, 80 páginas, cuaderno con dos grapas, tamaño 15 x 21 cms (A-5): precio, 2 €. Años más tarde la
misma obra, traducida al francés, con 7 páginas más (un prefacio y un índice bibliográfico), se publicó en las prestigiosas

–Éditions Lethielleux, Le chemin de la prière chez René Voillaume, París 2010, 191 páginas, libro en rústica, tamaño 14 x 21 cms: precio, 17 €. El cuaderno de la F.GD se abre perfectamente, a diferencia del libro citado, que se abre con dificultad: hay que sujetarlo con la mano para mantenerlo abierto, pues el bloque de páginas está cortado y pegado al lomo. Es de ésos que, cuando se seca el pegamiento del lomo al paso del tiempo, si intentamos abrirlos más, pac, se parten en dos. El cuaderno pesa 99 gramos, en tanto que el libro pesa 243 gramos, lo que hará que su envío postal cueste bastante más. En ambas ediciones el papel, blanco ahuesado, es de buena calidad y no se transparenta, pero es mucho más fino y liviano el del cuaderno. Ahí tienen, pues, ustedes: una misma obra, publicada en dos editoriales distintas; en una: 191 páginas por 17 €, y en otra: 80 páginas por 2 €. Reconozcan que la alternativa es muy extremosa… Y si les parece, pueden preguntarse: ¿cuál preferiría comprar yo? Y lo que es más importante: ¿en qué formato Cristo se encontrará «encarnado» más a su gusto?

El formato que se elige para la maquetación del texto tiene también notable importancia. Hay formas de maquetación que permiten colocar mucho texto en pocas páginas. Las páginas, por ejemplo, formateadas a dos columnas –así eran al principio los libros impresos, y «la primera idea es la mejor»– permiten emplear, dentro de un mismo tamaño de publicación, una caja de texto más amplia, y usar, sin molestia alguna del lector, letra más chica, de modo que el mismo texto que en otro estilo de maquetación daría dos páginas, en éste da una. Pueden comprobarlo en la imagen adjunta. El texto en columna única, para no resultar incómodo de leer, exige letra más grande y caja de texto no muy amplia, pues las líneas muy largas se leen mal. Pues bien, para producir publicaciones económicas habrá que elegir bien el formato de texto.

La edición de libros y folletos cristianos necesita ser evangelizada. Si no lo está suficientemente, se mundaniza necesariamente el planteamiento de sus modos.

–Se tiende a editar en formatos innecesariamente caros, que visualmente resulten más atractivos. Parece ignorarse que también la pobreza evangélica puede ser bella y digna. Un claustro románico es más pobre que uno barroco, pero es tan bello o más.

–Se tiende a publicar muchos títulos en tiradas muy cortas, con lo cual la Editorial reúne en su Catálogo cientos y cientos de libros, a precios muy caros, de los cuales la mayor parte no tenían para qué haber sido editados, como no sea para dar satisfacción a su autor y para beneficio económico de su productor, pues, por lo visto, se vende más lo nuevo. Así se consigue que obras de muy grande valor se agoten y no sean reeditadas, viéndose sepultadas por miles de obras mediocres.

–Se exigen los derechos de autor, lo cual puede ser justo, equitativo y saludable en algunos casos; pero en muchos otros no se justifica. Avisos terroríficos a los que ya estamos acostumbrados debían en muchos casos desaparecer de las Editoriales católicas:

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier tipo de soporte o medio, actual o futuro, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. Imagínense ustedes que el Evangelio de San Mateo –no olvidemos que había sido publicano, recaudador de impuestos– llevara al inicio de su texto un aviso semejante. No, no podemos imaginarlo. Más bien diría el Apóstol: se permite y aconseja la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio de… etc.

­–No es infrecuente que textos breves sean producidos por la Editorial con forma de libro. Cuando quiere publicarse como libro una obra muy breve, demasiado breve, se emplean trucos elementales: se usa un tipo de letra grande, se dan amplios márgenes arriba, abajo y a los lados, se intercalan páginas en blanco entre uno y otro capítulo, etc. Así se consigue un artefacto con apariencia de
libro, que admite un precio de venta propio de libro, es decir, confortable –para editor, distribuidor y librero–.

–La exigencia del autor, que quiere para su amada obra una presentación noble, no permite para su texto un formato menos digno. No quiere, por ejemplo, que su libro aparezca como un cuaderno, con la mitad de paginación. Considera que tal hecho disminuye su obra, aunque mantenga el texto íntegro. Y en esto, aunque puede entrar un poquito la vanidad del autor, se dan también razones objetivas, pues, concretamente, una obra podrá integrarse mejor en una Biblioteca si su forma es de libro, y no de cuaderno o folleto.

La distribución de una obra en librerías exige que ésta tenga un número de páginas suficiente, un
formato atrayente y, todo hay que decirlo, un precio de venta considerable
. Ésta es otra razón objetiva de considerable importancia. El distribuidor y el librero reciben un tanto por ciento del precio de venta al público. Difícilmente, pues, podrán interesarse por un cuaderno, por ejemplo, de 2 € miserables; pero si es un libro de 17 €, puede que se interesen en pedir y vendar la obra. Sí, es una razón económica considerable y respetable. Pero…

El mundo de las publicaciones católicas, en su conjunto, ha de ser evangelizado y reformado, librándolo de aquellos mimetismos de las publicaciones profanas comerciales que sean indebidos. Pero esto exige el cambio de «todo» el sistema de publicaciones católicas. En un arco antiguo –lo digo con un ejemplo de arquitectura– no puede sustituirse «una» dovela, si no se cambia la forma de todas en su conjunto, pues de otro modo se viene el arco abajo. Lo que sí es posible es construir un arco nuevo en «todas» sus dovelas, de modo que unas en otras encajen bien.

Los libros religiosos son medios de apostolado y santificación, y por eso conviene que su producción y distribución tengan modos cristianos, propios, peculiares, que se alejen en la medida de lo posible –en lo posible– de los planteamientos puramente comerciales, por honestos que sean. Sería conveniente que muchas publicaciones, sobre todo las de divulgación y apostolado popular, siguieran unos planteamientos muy muy diversos a los vigentes en las editoriales profanas. Debiera generalizarse, por ejemplo, que una Editorial definalidad apostólica, siempre que fuera posible, no prohibiera la reproducción de sus obras, y que la autorizase con facilidad en las casos oportunos; y también que ofreciera íntegramente en internet el texto de sus publicaciones, eligiendo en la web formatos favorables para que sean copiados (por ejemplo, en .pdf, tamaño DIN A-4), de tal modo que fácilmente pudieran hacerse con esas obras aquellos lectores que no están en condiciones
de adquirirlas impresas. Esto lo hacemos en la F.GD, que siendo una Fundación privada no lucrativa, vive de donativos. Pero, mutatis mutandis, parece que debiera ser más frecuente en las Editoriales católicas.

Reafirmemos con la gracia de Dios la fe en el valor de la pobreza evangélica, también en los medios apostólicos, según el ejemplo y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. El escaso aprecio de la pobreza evangélica en la acción apostólica parte de una mala doctrina de la gracia. Al pretenderse la eficacia pastoral y misionera se piensa con frecuencia que, en principio, cuanto mayor sea la calidad natural de los medios puestos, mejor se asegura la consecución del fin sobrenatural
pretendido: la glorificación de Dios y la santificación de los hombres. De esto trató mi primer libro, Pobreza y pastoral (Edit. Verbo divino, Pamplona 1968, 2ª ed, 298 pgs.), en el que estudié la pobreza conveniente al apóstol y a los medios aplicados a la actividad apostólica, pastoral y misionera.

Puede decirse, sin hacer juicios temerarios, que el principio anti-pobreza prevalece hoy prácticamente en la gran mayoría de los católicos, pues en cuestiones de pobreza y riqueza «no piensan según Dios, sino según los hombres» (Mc 8,33). Ese principio anti-pobreza es profesado, como es lógico, por los católicos-pelagianos, normalmente no practicantes y a veces ni siquiera creyentes. Pero también afecta a los católicos-semipelagianos, practicantes e incluso apostólicos: buena gente muchas veces, pero mal formados en la doctrina de la gracia, y por tanto empeñados en que «la parte humana» que colabora en el apostolado con «la parte divina» tenga la mejor calidad natural posible: libros y revistas editados en las mejores imprentas y en los más preciosos formatos, escenarios super-grandiosos para los eventos católicos, la última y más cara tecnología en los estudios de lo que sea, edificios de equipamiento difícilmente superable etc. ¡Todo lo mejor al servicio de Cristo y de su Iglesia!…

«Cristo se hizo pobre por amor a nosotros», «no llevéis oro ni plata», «bienaventurados los pobres»…

José María Iraburu, sacerdote

Publicidad gratuita.– La Fundación GRATIS DATE acaba de publicar tres libros, en forma de grandes cuadernos (Cuadernos A4), con tres de las series publicadas en este blog: Reforma o apostasía (68 pg. - 3,5 €), Gracia y libertad (52 pg. - 3 €) y Mala doctrina (52 pg. - 3 €). Pueden adquirirse haciendo un pedido a [email protected], indicando las obras, el número de obras que se desean, el nombre y la dirección postal. Para Hispanoamérica el envío de estas obras, como es norma de la F.GD, es gratuito.


Índice de Reforma o apostasía

15 comentarios

  
Flavia
Conozco Gratis Date y sé que hace un bien inmenso.

Muchas gracias y que Dios siga bendiciendo esa obra y multiplicando sus frutos.
10/11/11 12:29 PM
  
Álvaro Menéndez Bartolomé
Pero también es cierto que las técnicas de marketing no pueden ser despreciadas. A muchos de nuestros contemporáneos -ni creyentes- un libro con aspecto exterior casposo les tira de espaldas, y no lo compran ni lo leen. El ejemplo del artículo, en el que la edición más cara ni siquiera viene cosida en cuadernillos es ciertamente una desfachatez: es caro y es malo. Los libros, desgraciadamente, son un bien de consumo bastante costoso. La clave estaría en equilibrar atractivo y precio.
10/11/11 1:22 PM
  
Germán Mazuelo-Leytón
Padre, no sabe cuánto bien están haciendo sus escritos, y los de otros autores que publica la FGD. El Señor lo siga bendiciendo.
10/11/11 2:20 PM
  
Menka
Hay pobreza, pero hay también cutrerío o la miseria.
Lo de precio es otra cosa. Pero a mí me gusta ver algo digno, no de cualquier manera.
¿Por qué juegan a dados por la túnica de Jesús? Porque era de buena calidad. Su madre le había preparado una buena túnica para la Pascua, seguro.
La Iglesia siempre hacía obras magnánimas. Cuando veo hoy las iglesias de hormigón...
Y eso que ahora mismo no tengo ni coche.
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JMI.- Lo que dice Sto. Tomás: ajustar pobreza (medio) al fin pretendido. Si se quiere hacer una catedral, ¡adelante con ella!, por supuesto. Pero yo ya señalo que hablo de "libros comunes", por decirlo de alguna manera.
Cordial saludo, Milenko.
10/11/11 2:58 PM
  
José Luis
Hace algunos años, hubo una librería religiosa en mi localidad, cuando estuve mirando ciertos libros que quería comprar, vi también otros libros, que la Santa Sede ha censurado, (no voy a nombrar al autor, porque está prohibido por la Santa Sede, no quiero dar publicidad), en ese momento no dije nada, sino que copié una documentación de los libros de ese autor, que no era conforme a la doctrina de la Iglesia Católica. Después de imprimirlo, le di esa copia de lo que manda la Iglesia Católica. Pero la que se encargaba de vender los libros, no hizo caso, me dijo que a ella le gustaba, por eso no quería retirarlo de la estantería. Poco tiempo después, perdió el negocio, porque sabemos que de Dios nadie se burla, que no se pueden mezclar libros espirituales con libros que son ofensivos al Señor.
En este sitio, lo que nos enseña la Iglesia Católica, debemos tomarlo en serio, si no queremos perder ante Dios.
http://www.corazones.org/apologetica/indice_libros_prohibidos.htm

Desgraciadamente, también hay una editorial católica que distribuye libros que no son aconsejable, ni están aprobados por la Iglesia Católica.

En los libros buenos buscamos el conocimiento del Señor. San Francisco de Asís, que en un principio no aceptaba libros, porque las demasiadas letras impedía el fervor, decía que en los libros, lo que se debe buscar es la gloria de Dios. Y tener pocos.

Yo tengo una serie de libros espirituales, sobre todo de la Familia Franciscana, y gracias a estos libros, descubro como fueron la vida de los santos, que es lo que nos enseña en la actualidad el Santo Padre Benedicto XVI, porque las cosas que aprendo, no siempre lo enseña todos los sacerdotes de mi localidad, y mantenerse en la ignorancia a nadie nos puede ayudar. En cierta ocasión, a mí se me prohibió la lectura de los santos y su doctrina, y también de la Santa Biblia. No pude obedecerles, a ninguno de los dos- Por el contrario, cuando un sacerdote está lleno de amor de Dios, nos anima a las buenas lecturas.

Porque si el Señor inspira a los sacerdotes y religiosos a que nos enseñe el camino de la verdad, con sus palabras y escritos, no podemos dejar pasar por alto estas oportunidades. Sin olvidar que el Señor quiere para todos que lleguemos al conocimiento de la verdad, y con la verdad dentro de la unidad de la Iglesia Católica, y nuestra perseverancia nos salvaremos.

Luego, respecto a esta advertencia; "Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización..." Algunas editoriales lo incluyen también para la venta de la Santa Biblia; del Nuevo Testamento, no se si llamarlo ¿curiosidades?, puesto que también lo hay en otros libros de vidas de Santos. Pero desde el cielo ya tenemos permiso para compartirlo, pero el mundo no quiere.

Pienso que al cristiano, más aprendería de un buen libro religioso, que no de un periódico, que solamente están escritos por personas más bien por su tarea terrenal y compartir su propia opinión que nada tiene que ver con la espiritualidad y santidad cristiana.
10/11/11 4:02 PM
  
Dr. Sonnel
Excelente post Padre, pero cierto es que todo con proporción. Yo a veces prefiero un libro mejor encuadernado para poderlo encontrar rápidamente por el lomo en la biblioteca. Por otro lado es cierto: libros innecesariamente caros que se rompen por encuadernación deficiente.
10/11/11 6:11 PM
  
Marco Antonio Echeverría Díaz
Estimado Padre Iraburu:
Reciba un saludo de este antiguo ex-blogger de Infocatólica.

Pues conozco de cerca un caso de este tipo de libros con pobreza evangélica. El P. Miguel Jordá S., un sacerdote español con apostolado en Chile (el cual me ha contado que lo ubica a usted, al menos de nombre), se ha dedicado en los últimos años a editar libros para ejercitar la piedad popular de la gente. Gracias a aportes recibido, puede ofrecer una gran cantidad de libros (oraciones, vida de Santos, Mártires, catecismos en preguntas y respuestas, la Historia Sagrada, entre otros muchos) a precios muy accesibles para la gente (alrededor de 1000 pesos chilenos, que corresponden a unos 2 dólares actualmente).
Es cierto que sus libros, en algunos casos, poseen algunos errores (como por ejemplo, el tema de los "sacerdotes mártires" que murieron en el Régimen Militar, los cuales no son mártires bajo ninguna circunstancia). Sin embargo, salvo esos libros, la doctrina que se enseña es recta y se hace con la mayor humildad de los libros.

Saludos!
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JMI.- Conozco los libros del P. Miguel Jordá. Son un ejemplo de planteamiento editorial apostólico, no lucrativo, y consiguientemente a lo pobre, pero con gran dignidad. Tengo (aunque no a mano, cito un poco a ojo) -Historia sagrada -Bendiciones para laicos -Sepa defender su fe... y otro sobre Coplas populares a lo humano y lo divino (formidable: "Estaba Santa Julieta / subida en un alto pino / haciéndose la coqueta / con Sto. Tomás de Aquino", hay coplas de toda especie: muy muy bueno). Dios le pague su labor tan excelente.

Yo estuve en Chile cinco años y después he vuelto más de veinte veces (cursillos, ejercicios, etc.), en estancias a veces bastante largas. Me tengo por hispano-chileno.

(De acuerdo con ud. en lo de los "sacerdotes mártires").

Cordial saludo al liturgo-bloguero.
10/11/11 6:24 PM
  
María
Buenas noches Padre.

¡Qué gran verdad!....Como bien dice Padre, los Libros Religiosos son Medios de Apostolado y Santificación.....y de Oración.
Las joyas más apreciadas en mi casa ,son los Libros Religiosos...libros que nos hablan...nos contestan..nos acompañan....nos guian....nos consuelan ...y nos dan fuerza para seguir nuestro camino en esta vida.... un camino que nos conduce a nuestro Señor.


Saludos
10/11/11 10:29 PM
  
José Antonio Ullate
+Querido don José María, muchas veces le he escuchado de viva voz exponer esta doctrina que ahora pone por escrito. Plantea sin embargo más de un problema. Yo intento llevar adelante una pequeña editorial católica y no me atengo a sus preceptos sobre la materia. De hecho, a mí sí me parece bien su juicio prudencial respecto de sus propias publicaciones. Lo que no comprendo es que con él quiera integrar el juicio prudencial de los demás. En mi caso, el público al que me dirijo, el principal canal de distribución que utilizo y hasta el mismo y legítimo gusto por lo que d'Ors llamaba "la obra bien hecha" me llevan a tomar decisiones que se apartan de su preceptiva. ¿Me equivoco? No lo creo. ¿Se equivoca usted teniendo en cuenta los fines de Gratis date? Tampoco lo creo. Tratar lo contingente con la rigidez de lo necesario es tan erróneo como tratar lo necesario con la variabilidad de lo contingente. Sería una imprudencia no hacer libros pobres para unos fines que así lo requieren y también lo sería impedir libros menos pobres para otros fines en los que resulten más apropiados y sí, llegado el caso, hasta libros suntuosos, por qué no, en determinadas circunstancias que a mí no me han tocado. Habra que "hacer lo uno sin descuidar lo otro" como Cristo nos enseña. Y alegarnos mutuamente por la riqueza y la variedad de la Iglesia, para mayor gloria de Dios. Abrazo filial.
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Querido José Antonio,
pienso que no "trato lo contingente con la rigidez de lo necesario". Tampoco creo que con mi "juicio prudencial quiera integrar el juicio prudencial de los demás". Doy muy brevemente la doctrina de Cristo (la de Cristo) sobre la pobreza en las personas y en los medios, y la aplico al campo de las publicaciones católicas. Pero al hacerlo, dejo claro (al menos así me lo parece) que la pobreza, también en la producción de libros, debe ser solo un "medio" en orden al "fin" pretendido en cada caso. Y digo que como los casos son muy diferentes, como lo describo con algunos ejemplos, habrá que discernir en cada caso si conviene un libro suntuoso, uno de calidad media, u otro pobre pero honrado.

Tu argumentación me hace pensar que o no me he expresado con suficiente claridad o que no me has entendido bien.

Abrazo y bendición + JMI
10/11/11 10:51 PM
  
Maria a
Aprovecho a agradecer nuevamente los donativos recibidos de la Fundación. ¡Gracias por esta obra cristiana a Dios y a todos los que le secundan! Realmente mucho bien, para mí,alumnos, fliares,amigos... ¡gracias!
11/11/11 3:39 AM
  
estéfano sobrino
En estas cuestiones creo que "los medios deben adecuarse al fin"... y hay que tener claro ese fin.

Empezando por el final: no veo mal que en una celebración haya alguna pantalla en la que se proyecten los textos que se están leyendo o cantando. Sería una ayuda para los salmos responsoriales complejos, o para cantar esa 4ª estrofa que casi nadie recuerda de un canto típico de comunión.

El sistema sería un sustituto de los misales y cancioneros. Y los duros de oído lo agradecerían mucho.

Eso sí, las pantallas deberían estar bien integradas en el templo, ayudar sin molestar, etc.

Y si el programa que presenta los textos es un PowerPoint, no pasa nada.

Eso sí, otro tipo de presentaciones servirían más para despistar que para ayudar.

Respecto a los libros, pasa igual: lo primero es aclarar el fin, que no es lo mismo difundir la doctrina que hacer currículum, o ganar dinero. (Fines que no son malos, sino "distintos").

Y una vez que uno quiere difundir la doctrina cristiana... pues depende mucho de sus destinatarios. Para llegar a unos jóvenes puede necesitar un videojuego, o una película, o una web. Para llegar a un viejo catedrático más vale que sea un libro... que dé gusto leerlo y que tenga una letra grande y clara. (Tengo varios amigos a los que presto libros... con la condición de que tengan letra grande y clara, aunque no son catedráticos, je).

En resumen, que en la evangelización hay campo para muchos tipos de libros. Y estoy totalmente de acuerdo en que el formato a de ser adecuado a su función, lo que permite formatos asequibles, digitales, etc.
12/11/11 5:43 PM
  
Santiago
Muchas gracias por su blog, que a mí me está sirviendo de gran ayuda. También me beneficio de la descarga de libros en PDF de Gratis Date, por lo que me permito hacerle una sugerencia:

Aunque es cierto que en formato papel la doble columna permite leer de forma cómoda un texto más apretado, en digital (web, PDF, libro electrónico) ocurre justo lo contrario: la doble columna es muy engorrosa para leer, y no supone ningún ahorro.

De hecho, cuando el BOE pasó a formato digital hace pocos años, ese fue el principal cambio en la maquetación.

Ya imagino que es mucho pedir, pero por si sirve la sugerencia: para los libros puestos para su descarga en la web de Gratis Date, ¿no sería posible que estuvieran a una sola columna?

Muchas gracias
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JMI.- Gracias por la sugerencia. Los textos que colgamos en la FGD-web van a una columna en html. Y cuando van también colgados en .pdf van en doble columna.
Los tres cuadernos A-4 que acabamos de editar-en-papel van a dos columnas. Cabe así mucho más texto, y se lee mejor. Mire Ud. lo que hacen, p.ej., las revistas que más o menos tienen un tamaño A-4: casi todas sus páginas van a dos o más columnas. Se lee mejor.
Bueno, se entiende: ésa es mi opinión, que yo comparto.
Cordial saludo.
13/11/11 10:51 PM
  
vilsan
Padre, cuando menciona en este artículo lo de la calidad de los libros me trae a la memoria los libros publicados en Chile hace años por Mons. Munita, arzobispo emérito de Puerto Montt, que eran de buena factura y baratos y con muy buen contenido doctrinal. Aún conservo una imitación de Cristo muy bien encuadernada y con cubierta plástica todo terreno. Eran libro muy baratos y muy buenos. También compre por entonces en su misma casa un Para Salvarte del P. Jorge Loring que no conocía por entonces y me encantó.

Lamentablemente muchos de los libros de provecho publicados por editoriales católicas como los de la BAC o la Herder, etc, me refiero a esos encuadernados de tapa dura y hojas color salmón de la BAC: manuales, biblias y colecciones hagiográficas,etc son excesivamente caros, por lo menos en las librerías católica en Chile, y lo que es barato es tan sólo libritos de contenido digamos ligero, comida ligera y no sustanciosa. Da pena, porque muchos católicos terminan quedándose con ese tipo de literatura religiosa y no van más allá por comodidad muchas veces pero más por falta de dinero para adquirirlos.

Yo he tenido la suerte de comprar algunos libros como los de la BAC que menciono pero cuando los ponen por algún milagro del Señor a precios asequibles, por lo general cuando ya son considerados antiguos o no tienen salida.

Lamentablemente en muchas editoriales católica prima lo comercial a la idea de difundir la cultura católica. Es una verdadera pena.

Yo creo y por los libros que compré publicados por mons. Munita que no tiene por qué estar reñida la calidad del material y la arquitectura de un libro con un precio asequible, todo es cosa de prioridades.
25/11/11 1:52 AM
  
Eleuterio
¿Y cuál es la fórmula de la Fundación Gratis Date para hacer las cosas como las hace? Ya sé que en el artículo dice Ud. mucho pero abundar en el tema a lo mejor no está mal...

Sería, creo yo, de gran ayuda par otras editoriales católicas.

Por cierto, la labor de FGD es, simplemente, impagable.
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JMI.- Gracias por tus elogios, Eleuterio.
La F.GD es muy distinta de una Editorial con su equipo de administrativos y obreros, su consejo de administración, sus balances... Eso es una empresa. Nosotros somos una Fundación privada, declarada de interés público, que se financia por donativos fundamentalmente. Comenzamos en 1988 y aún no hemos caído en quiebra: la mano del Señor nos sostiene y la intercesión de la Guadalupana, que es nuestra patroncita.

En www.gratisdate.org se dan bastantes detalles de "quiénes somos".
Cordial saludo.

P.d.- No entiendo por qué tu comentario, teniendo la hora que tiene, se queda el último.

10/11/20 8:15 AM
  
Jorge
Estimado P. Iraburu,
soy un seguidor de sus siempre magníficos artículos. Estoy 100% de acuerdo con lo que dice. Me gustaría plantearle una pregunta que hace tiempo me hago y todavía no tengo respuesta y tiene cierta relación con el post. Como Vd. sabrá en la Santa Misa cada vez es más común ver nuevos instrumentos tecnológicos, no solo micrófonos y altavoces, sino incluso pantallas que mediante Power Points "ayudan" a participar o seguir la celebración. Recuerdo haber oído al P. Loring decir en una de sus conferencias, creo que hablando sobre la oratoria, que el sacerdote debía de valerse de la mejor tecnología y no quedarse con aparatos mediocres o anticuados. ¿Realmente es legítima (litúrgicamente) la utilización de estos nuevos medios? Gracias y un cordial saludo.
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JMI.- No estoy enterado de si hay algunas normas sobre el uso de audiovisuales y demás durante una celebración litúrgica. Me figuro que sí habrá algunas normas reguladoras, pero no las conozco.

En cuanto al uso de "la mejor tecnología" etc. estamos en lo ya dicho: tener discernimiento para ordenar prudentemente los medios, prestando también atención a los criterios de pobreza de Cristo y de la tradición católica, al fin que se pretende; p. ej., que el pueblo participe mejor de los cantos viendo la letra en un panel. Bueno, puede ser que convenga en un lugar y no en otro (p.ej. donde buena parte de la feligresía pasan hambre y grandes necesidades)...

Lo de meter en una celebración litúrgica un powerpoint de esos, en principio me parece que no estará permitido: antes de la celebración o después de ella, pase; pero durante la misma, yo al menos la desaconsejaría tajantemente (supuesto, como digo, que no esté ya prohibido). Vaticano II: "que nadie añade, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia" (Sacr.Conc. 22). Tengamos mucho cuidado de no quebrar el "sacrum" (¡con la mejor intención!) añadiendo a la acción propiamente litúrgica, dispuesta por la tradición y la autoridad de la Iglesia, nuestros inventos y recursos (que dicho sea de paso, con no poca frecuencia tienen un valor doctrinal, estético y catequético sumamente precario, cuando no son contra-valores).

Y volviendo al influjo que la pobreza apostólica, en una u otra forma, debe tener en todo lo cristiano, yo recordaría, sin meterme en más explicaciones, aquello de San Pablo a los corintios, gente que apreciaba tanto la erudición y las retóricas más floridas y elocuentes: "yo, hermanos, llegué a anunciaros el testimonio de Dios no con sublimidad de elocuencia o de sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado... Mi palabra y mi predicación no fue en persuasivos discursos de humana sabiduría, sino en la manifestación del espíritu de fortaleza, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (1Cor 2,1-5).

Si a santos como Francisco de Asís o a Grignion de Montfort les dijéramos: "hagan un curso de oratoria en la Sorbona, y así mejorará la eficacia de su predicación del Evangelio", es muy posible que nos contestaran con una sonrisa bondadosa: "jua, jua, jua. Preferimos que nuestra predicación se mantenga pobre y digna, para que la fe de quienes lleguen a ella no se apoye en" etc. Prefieren emplear el tiempo del curso en orar y hacer penitencia por los oyentes de su predicación.

Pero por supuesto que no me escandaliza en absoluto que en tal instituto religioso, p.ej., estudien a fondo la oratoria con todos sus trucos para mejor servir a la comunicación de la Palabra divina. Que Dios les bendiga. Y a quien Dios se lo dé, San Pedro se lo bendiga. En estas cosas influye también el carisma personal de cada persona o de cada instituto religioso.

Yo me quedo con Francisco y Montfort. Y con San Pablo. Pero que conste que no trato de imponer "mi juicio prudencial" al que deben hacer otros para sí mismos y para sus propios modos de actuar.




11/11/20 7:55 PM

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