Otra reflexión sobre el comunicado de los obispos andaluces y la EpC
La realidad es que aquellos que quieren transformar la sociedad tomando el control de la educación de nuestros hijos, ya saben que la oposición de la jerarquía católica española no va más allá de oponerse en los documentos y las declaraciones públicas, pero sin el valor de usar todos los métodos que la propia doctrina de la Iglesia sanciona para plantar cara, de forma pacífica y ordenada, a la vez que firme y contundente, a un mal cuyas consecuencias ya sabemos.
La postura de los obispos andaluces es exactamente la misma que la de la Fere. Los padres católicos se tendrán que enfrentar a esto solos. Son ellos los que tienen que dar esta batalla. Los obispos y los religiosos se quedan mirando desde la barrera, no pasando de concederles graciosamente una sonrisa condescendiente los primeros, y de presionarles para que no ejerzan sus derechos los segundos.
Sería la hora de que los padres cristianos les dieran una lección a esos obispos y esos religiosos, objetando masivamente. Mas no lo harán. La cobardía es contagiosa y el desconocimiento grande. Sólo una minoría dentro de lo que ya es una minoría -los católicos practicantes-, hará lo que tiene que hacer. De hecho ya lo está haciendo. Pero a esa minoría se la considerará como un reducto fundamentalista, como un grupo extremista al que se puede aplastar fácilmente desde el poder del Estado y de unos medios de comunicación convenientemente preparados para hacer su labor de desprestigo contra los que resisten.
Puedo parecer exagerado en el análisis de lo que está ocurriendo. Se me dirá que al fin y al cabo la EpC no es para tanto. Que debemos respetar la voluntad democrática expresada en las leyes que emanan de un parlamento donde están nuestros representantes. Que no podemos arriesgarnos a perder el concierto o incluso la licencia para ejercer la docencia en los centros católicos. Pero así, paso atrás tras paso atrás, irán imponiéndonos su modelo de sociedad con la fuerza de la ley. Y poco a poco, desde amplios sectores de la Iglesia se irá justificando nuestra rendición con la excusa de que tenemos que respetar la ley. Como si el mal fuera digno de respeto por el simple hecho de ser impuesto legalmente.