InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Obispos españoles

6.04.07

A los obispos: Por un catolicismo sin curas ladrones de la fe del pueblo.

Manuel Unciti, que firma como sacerdote y periodista, ha escrito en El Correo Digital un artículo titulado "Por un cristianismo sin mitos". Empieza así:

¿Se puede seguir diciendo que Cristo, el Mesías, subió al cielo o bajó a los infiernos? ¿Se puede continuar hablando de que el Verbo de Dios bajó de los cielos y se encarnó en las entrañas de la Virgen de Nazaret? ¿Se puede seguir afirmando la Ascensión del Señor o la Asunción de María?

Bien, las preguntas que caben hacer son: ¿se puede ser sacerdote de la Iglesia Católica y hacer esas preguntas? ¿se puede ser sacerdote católico y plantear públicamente, y por tanto con escándalo para los fieles mínimamente sensibles, la validez de todos esos dogmas de fe?

Pero el señor Unciti no se queda ahí, no. Ni mucho menos.

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La lágrima de Dios Padre, por Monseñor Munilla

Hoy Viernes Santo, la edición palentina del diario El Norte de Castilla publica el siguiente artículo de Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Palencia. Estamos en un día de meditación acerca del misterio de la Cruz y el amor de Dios. Partiendo de un pasaje de la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, Monseñor Munilla nos conduce a entender mejor el significado del sacrificio de Dios en favor nuestro.

La lágrima de Dios Padre

Hay una escena en el filme de "La Pasión" de Mel Gibson que ha suscitado muchas preguntas entre sus espectadores, hasta el punto de hacer descubrir a no pocos de ellos una nueva dimensión de la pasión de Cristo. Nos referimos al episodio que sigue a la muerte en cruz. Dirigiendo su mirada a lo alto, Jesucristo pronuncia su última palabra: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu"; para luego expirar entregando su espíritu. A continuación, la cámara eleva paulatinamente la toma, hasta el punto de enfocar el calvario desde una altura que evoca la perspectiva del Cielo. En ese momento, se desprende una gota de agua -la lágrima de Dios Padre- que termina por estrellarse en el montículo del calvario, provocando un terremoto. De esta forma tan sencilla y sugerente, se abre una ventana al designio divino redentor: ¡Dios Padre se ha conmovido ante la entrega de su Hijo en la cruz!

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30.03.07

Tiempos recios, por Monseñor Demetrio Fernández

Como bien dice mi querido amigo Francisco José Fernández de la Cigoña en su blog, a Aragón le ha tocado la lotería en cuanto a sus últimos nombramientos episcopales. Cosa que hay que agradecer al Papa y a su Nuncio en España. Además de buenos pastores, son valientes a la hora de denunciar el acoso laicista, ateo y anticlerical que estamos sufriendo. Siguiendo la estela del cardenal primado de España y, diría yo, del sentido común, los obispos aragoneses se han puesto a la cabeza del pueblo de Dios a la hora de defender nuestros valores y denunciar el cambio de sociedad que se nos quiere imponder desde las autoridades del país. Valga como ejemplo esta carta de don Demetrio Fernánez González, obispo de Tarazona.

Tiempos recios

"Tiempos recios" llamaba Santa Teresa de Jesús a los de su época, la del siglo XVI. Pero en esos tiempos se forjaron los mejores santos de la historia de España. Hoy también vivimos tiempos recios. Los acontecimientos se suceden a ritmo vertiginoso. No nos da tiempo a recibir una noticia cuando tenemos otra encima, peor que la anterior. Realmente, vivimos tiempos recios en el campo de la fe.

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15.03.07

5.03.07

La niña y la ceniza

Monseñor Jesús Sanz ha sido testigo de primera fila del porqué Cristo dijo que de los niños es el reino de los cielos. Os dejo con su relato.

La niña y la ceniza

Queridos hermanos y amigos: paz y bien.
Podría parecer una tierna leyenda, y sin embargo es verdad. Ha ocurrido tal cual.

Estaba llena la catedral como si fuera un día de fiesta. Y sin embargo todos los que habíamos acudido esa tarde a la iglesia madre de la Diócesis, estábamos convocados para algo más sobrio y hasta bronco de lo que se facturaba en la bullanga ruidosa que se daba fuera.

Comenzó nuestra celebración. Se había dado un cambio de escenario. No eran los colores blancos de la todavía reciente Navidad, ni los sones que se oían tampoco eran los de sus dulces pastorelas. La procesión de entrada iba avanzando parsimoniosa por la vía sacra, mientras el órgano arropaba con sus notas más graves y pensativas las estrofas de verdades viejas, que la coral iba interpretando con belleza profunda.

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