InfoCatólica / Schola Veritatis / Archivos para: 2020

11.03.20

Ha bastado un microbio para "desestabilizar" el planeta

San Miguel Arcángel, de autor desconocidoEn el contexto de la crisis vivida a causa de la extensión del coronavirus, una religiosa de clausura nos ha hecho llegar un comentario que merece la pena. Compartimos este pensamiento de fe, sin citar a la persona ni sus palabras exactas, pues no viene al caso.

Es evidente que nada escapa a los designios de la Providencia divina, y que dichos designios buscan siempre nuestra conversión. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4). San Agustín afirma que fuera de Cristo, “camino universal de salvación, que nunca ha faltado al género humano, nadie ha sido liberado, nadie es liberado, nadie será liberado” (De civitate Dei 10,32,2). En la vida de cualquier ser humano, de una familia, de una nación o un continente, una crisis como esta, essiempre una intervención amorosa de Dios, para que volvamos nuestra mirada hacia El. Es un llamado de Dios, un grito del cielo. En este caso, un grito al mundo entero. Hemos llegado a unos niveles de orgullo y soberbia demasiado altos; hemos pensando, no como personas aisladas sino a nivel cultural, que somos dueños de la vida y de la muerte, alcanzando la plenitud del desarrollo de la tentación inicial deser “como dioses”. En palabras de San Juan Pablo II, es el desarrollo de la anti-palabra en la historia, que ha cristalizado en una cultura destructora del orden natural en todos los ámbitos posible. Necesitamosla humillación del flagelo de la enfermedad para que reconozcamos nuestra dependencia total del Creador, único dueño y señor de la vida y de la muerte. Ha bastado un microbio para desestabilizar el planeta.

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28.02.20

Reflexiones en torno a una nueva Constitución en Chile

Por Monseñor Francisco Javier Stegmeier, obispo de Villarrica

Mural de la batalla de Maipú-Pedro Subercaseaux (+1953)

Autonomía legítima de lo temporal o democracia totalitaria

En el debate acerca de una posible nueva Constitución, es necesario tener en cuenta, por una parte, la legítima autonomía de las realidades terrenasen cuanto que las cosas creadas y las sociedades gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente. En efecto,“la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios”.

Por otra parte, hay que tener también en cuenta que, “si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras” (Gaudium et spes 36).

Todo instrumento jurídico, más aún una Constitución que está destinada a regir todos los ámbitos de una Nación, para que sea conforme con la dignidad de la persona, a la que debe servir, debe reconocer, expresar, promover y defender la verdad moral objetiva, fundada en último término en Dios Creador de todo. Antes y por sobre el Estado está primero Dios y luego la persona. Una sana Constitución debe partir de esta premisa.

En caso contrario, estaremos ante una Constitución estatista que pone a la persona al servicio del Estado. El Estado se atribuye ser la fuente originaria de todos los derechos y deberes, los que puede conceder o eliminar según su arbitrio. Un antecedente es la legalización del aborto. El Estado, a través de sus órganos ejecutivo y legislativo, se arroga el poder de conceder el derecho a vivir a algunas personas y se lo quita a otras. Según esto, el derecho a la vida no es inherente a la persona humana, anterior y superior al Estado.

Una Constitución estatista es germen de una democracia totalitaria. Al respecto decía San Juan Pablo II: “La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nación o el Estado”. Una Constitución basada en estos presupuestos es inadmisible.

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31.01.20

Santo Tomás de Aquino, apóstol de la verdad ante los errores mentales que envuelven por entero el mundo de hoy

Santo Tomás de Aquino, Benozzo Gozzoli (+1497)

Leo Moulin, un ateo declarado, les dirigía a los católicos estas advertencias: «Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza, por su propia historia. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se os haya imputado. En cambio, yo, agnóstico, pero también un historiador que trata de ser objetivo, os digo que debéis reaccionar en nombre de la verdad.» (cf. Vittorio Messori, Leyendas negras de la Iglesia, 17-18)

¿Oscurantismo medieval? Uno de esos blancos preferidos, acribillado por los disparos de una crítica corrosiva ha sido y es Santo Tomás de Aquino. Su pensamiento ha sido asociado al mal llamado «oscurantismo medieval» por obra del anticlericalismo creciente, originado en el mundo protestante, primero (siglos XVI), y en el seno de la Ilustración, después (siglo XVIII). En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que los métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se adaptaban a las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico (Denzinger-Bannwart, 1713). Siguiendo el llamado del agnóstico Leo Moulin, es necesario hoy más que nunca restablecer la verdad en torno a este grandísimo doctor de la Iglesia, cuanto más porque el Magisterio de los últimos seis siglos viene proponiéndolo con insistencia como el único remedio a los graves problemas de la inteligencia que afectan a la Iglesia y al mundo en estos últimos tiempos de la historia.

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7.01.20

Un Monasterio contemplativo para la Gloria de Dios y la salvación del mundo


El año 2019 recién terminado ha estado marcado por fuentes acontecimientos para la nación chilena. En efecto, desde el 18 de octubre el país se ha visto sacudido por una descontrolada ola de violencia inimaginable, saqueos, incendios, protestas, un daño considerable en la infraestructura pública a lo largo de todo el país y un número no menor de heridos y muertos. Sin duda, lo más doloroso han sido los múltiples ataques a Iglesias (incluidas profanaciones al Santísimo Sacramento e imágenes sagradas).

Precisamente el sentido de fundar un nuevo Monasterio en la soledad de las montañas de Aysén (Patagonia-zona austral de Chile), se inserta en esta dramática realidad del poder destructor que el demonio, y, bajo su influjo, el pecado y la vida sin Dios ejerce sobre la sociedad humana y sobre el corazón de todo hombre. Una comunidad orante, alejada física pero no espiritualmente, busca ante todo, mediante la entrega de la propia vida, impetrar gracia y misericordia para un mundo que no encuentra el camino de la paz, por no reconocer en Cristo la fuente de la verdadera y única salvación. Un Monasterio busca proporcionar también un espacio físico y espiritual concreto de encuentro personal con Jesucristo, en un contexto de oración y vida sacramental, que es siempre un llamado a la conversión, de cara a la eternidad. Dicho en palabras de Benedicto XVI “La oración no es algo accesorio, o una opción, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se confía a Dios con un amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo”. (Angelus 4/3/2007).

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