María nos funda en la paz, al cambiar el nombre de Eva

La Anunciación, Fra Angelico (1425)

En el precioso Himno “Ave maris stella”, la estrofa segunda, dice así (traducción literal):

Sumens illud “Ave": Asumiendo aquel “Ave” (aceptando el anuncio),

Gabrielis ore: por boca de Gabriel (pronunciado por Gabriel),

funda nos in pace: fúndanos en la paz (obtennos la paz, pero permaneciendo firmes, fundados en ella),

mutans Evae nomen: mutando el nombre de Eva.

Detrás de estos versos está la relación tipológica bíblica y patrística: Eva (tipo), María (antitipo). Dos vírgenes desposadas, dos ángeles, dos anuncios angélicos a las vírgenes, dos madres… Pero el primer plan, frustrado (por el hombre instigado por el demonio), se recuperó en el segundo.

En realidad toda la Mariología es un capítulo, importantísimo, de la Cristología... Por eso el P. Cuervo, OP, decía con profundidad y genialidad, que el mejor tratado de Mariología es el Tratado del Verbo Encarnado de la admirable Summa (III, qq. 1-59). Pues esta relación tipológica es la cara “femenina” de la que existe entre Adán y Cristo, claramente expresada por San Pablo. Eva, “madre de todos los vivientes", llegó a ser causa de la muerte (si bien stricto sensu, el pecado original es el de Adán, no el de Eva). María asume la vocación de Eva (ya expresado en el protoevangelio del Génesis), e incluso mucho más, pues llega a ser Madre de la Vida (el Verbo), y consecuentemente, Madre de la vida espiritual de todos los que se unen por la gracia al verbo Encarnado. Por eso dicen los teólogos que pertenece al plano u orden hipostático relativo, que es superior al sobrenatural de la gracia.

La Santísima Virgen “asume” con su “fiat” el saludo, es decir, el anuncio de San Gabriel respecto de la Encarnación redentora del Verbo, condensado o sintetizado en el “Ave", “Salve", con que el santo Arcángel inicia la “buena noticia". Ergo, asume el “Ave", pronunciado por boca de Gabriel. El himno va a ir al tema de Eva, por eso se queda con el Ave, que contiene las mismas letras…

La paz, que es el gran bien mesiánico ya en los antiguos profetas (especialmente Isaías), es fruto de la caridad, como dice Santo Tomás; por tanto, de la unión sobrenatural con Dios. De algún modo, la paz sintetiza la salvación, la redención , la vida eterna, la gloria… Que nos viene por la Encarnación redentora, y al mismo tiempo, nos viene por María. La paz es el descanso en la posesión del bien amado. El Bien por excelencia es Dios. Es poseído por la gracia, pero de modo inamisible sólo por la gloria.

Y así María “muta” o cambia el nombre de Eva. No sólo porque asume e incluso lleva al infinito (Santo Tomás llega a decir que la Virgen tiene una dignidad cuasi infinita) su vocación maternal, sino porque cambia lo que ocurrió en Eva. No porque cambie el pasado, pues ni Dios puede hacer que lo pasado no haya sido (porque es de suyo imposible), sino porque en ella ni el demonio tuvo parte, ni el pecado más leve la manchó, ni la mera conscupiscencia desordenada la inficionó…

Es por esto que María nos funda en la paz, y es para nosotros “feliz puerta del cielo” (como dice la primera estrofa del mismo Himno), en la medida en que “muta el nombre de Eva". Eva pecó. Y pasó a ser madre de la muerte del pecado. María, en la medida en que asume o acepta el “Ave” (i.e., la Encarnación), cambia o genera un cambio radical de las cosas…, pues engendra al mismo Dios en su humanidad y el orden sobrenatural irrumpe en el mundo.

Y así, según la economía elegida por la divina Providencia, la paz (la salvación, la gracia, la gloria) sólo se obtiene por Jesucristo. Y Jesucristo sólo nos llega por María. Y Jesucristo y María suponen el pecado original (en el orden de la causalidad material), y por eso suponen a Adán y a Eva. Y cambian o mutan lo que en ellos ocurrió, en la medida en que Jesucristo redime, y María co-redime… El pecado es borrado por la gracia: la vida vence a la muerte. María cambia a Eva.

“Ave” supone a “Eva". “Eva” leído desde atrás (a los medievales les gustaban los juegos de palabras) da “Ave". Luego de Eva, en el tiempo u orden cronológico, vino el Ave (es decir, vino la Encarnación). Y el Ave revierte lo que ocurrió en Eva, pero no lo niega… Según una antigua tradición, Adán se salvó, y es de suponer que Eva también (como se lee en una preciosa homilía sobre el Sábado Santo, del Oficio Divino). Pero gracias a María, la cual es la puerta de ingreso al único camino: Jesucristo.