16.10.09

(34) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –II maestro de Papas

–¿No irá usted a poner el magisterio de un Obispo por encima del Magisterio pontificio?
–No, ciertamente. Pero sí quiero señalar, poniendo como ejemplo al Obispo de Poitiers, lo que puede hacer un Obispo, uno solo, cuando toma en serio su condición de Sucesor de los Apóstoles, y no se autolimita en un corporativismo episcopal que, en tiempos de crisis, puede ser muy lamentable.

Los seminarios de Saint-Sulpice, donde Pie se formó –en el de París, concretamente–, daban una buena formación espiritual y cultural; pero entre los profesores algunos eran de tendencia galicana, otros ultramontana. Y la enseñanza doctrinal era ecléctica, ciertamente no tomista, y de escasa calidad.

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12.10.09

(33) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –I lúcido y valiente

–Perdone, pero ¿este escrito suyo no es un plagio del libro del P. Sáenz?
–Bueno, en realidad toma por base el libro del P. Alfredo Sáenz, S. J., El Cardenal Pie, lucidez y coraje al servicio de la verdad (Ed. Nihuil - Ed. Gladius, Buenos Aires 1987; hay nueva edición en Gladius 2007, 538 ps.). Pero tanto como un plagio no es. El P. Sáenz es buen amigo mío y me lo consiente con todo gusto. En la Fundación GRATIS DATE le hemos publicado tres preciosas obras suyas (Catálogo F.GD). Él a su vez escribió su libro tomando como base la obra de Mons. Baunard, Histoire du Cardinal Pie, Ed. H. Oudin, 18862, vols. I-II; y la de Jean Creté, Vie du cardinal Pie, 1980. Unos y otros citan los textos de Oeuvres de Monseigneur l’évêque de Poitiers, Paris-Poitiers, Ouidin 1886-1879, vols. I-IX.

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5.10.09

(32) San Juan de Ávila – Obispos y sacerdotes

–¿Ya nos costó canonizar al Beato Juan de Ávila, eh?
–Mucho. Fue beatificado en 1894 y canonizado en 1970. Es que era del clero diocesano.

La reforma de la Iglesia es en el renacimiento un clamor general, que viene ya de los últimos siglos medievales. Reforma Ecclesiæ in capite et in membris: es necesaria una reforma que afecte a todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo, desde el Papa y la Curia romana, hasta los Obispos y sacerdotes, los religiosos y los laicos. Y ese clamor se acrecienta a comienzos del XVI, como puede verse, por ejemplo, en el tratado de Juan Gerson, De signis ruinæ Ecclesiæ, publicado en París en 1521 (Sermo de tribulationibus ex defectuoso ecclesiasticorum regimine adhuc ecclesiæ proventuris et de signis earumdem; Acerca de las tribulaciones que todavía más han de sobrevenir por las deficiencias del régimen eclesiástico, y acerca de sus signos).

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30.09.09

(31) San Ignacio de Loyola –y II. adversus hæreses

–Muy ignaciano le veo. ¿No será usted jesuita?
–No, soy sacerdote diocesano, cura corriente. Pero hay que saber admirar todo lo admirable, dando gracias a Dios, el verdaderamente Admirable.

Roma estaba muy mal en tiempos de San Ignacio. Siete Papas residieron en Aviñón en el siglo XIV, y dos antiPapas. En ese tiempo de Aviñón, y posteriormente en Roma, la Sede Apostólica se había visto afectada por frecuentes intrigas, ambiciones, nepotismos, cohechos, al mismo tiempo que en ella se negociaban innumerables nombramientos y dispensas, y se toleraban el absentismo de Obispos, la acumulación de cargos o más bien de rentas, la sustitución en beneficios… El padre Domingo de Soto (1494-1570), profesor dominico de teología en Salamanca y confesor de Carlos I, calificaba la situación de la Iglesia como subversio ordinis.

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26.09.09

(30) San Ignacio de Loyola – I. militia Christi

–¿Qué, ya se cansó de titular estos posts con “el lenguaje de"?
–Así es. Pero sigo en las mismas, mostrando en algunos hombres de Dios ejemplos de lucidez y valentía para dar el testimonio de la verdad al mundo de su tiempo.

Entregados a la guía del Espíritu Santo. En el siglo XVI, bajo la acción de Dios, uno de los principales protagonistas de la Reforma de la Iglesia fue San Ignacio de Loyola (1491-1556). Su conversión maravillosa se produjo en 1521, poco después de que Martín Lutero en 1517 fijara sus 95 tesis protestantes en la puerta de la Schlosskirche, iglesia del Palacio, en Wittemberg. Ya se ve que el Señor suscita a Ignacio de Loyola y a su Compañía de Jesús con la grandiosa misión de ser defensores y difusores de la fe católica en un tiempo gravemente amenazado por la herejía y el cisma.

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