InfoCatólica / Reforma o apostasía / Categoría: Apostasía

30.11.12

(198) Apostasía –1. La denigración del pasado cristiano

(198) De Cristo o del mundo -XL. Apostasía -1. La denigración del pasado cristiano

–Ya me temía que hubiera abandonado la serie.

–Sus temores son morbosos. Quizá fuera bueno que le vieran.

En esta serie De Cristo o del mundo he expuesto ya cómo se da esa relación en los primeros siglos de la Iglesia (159-177), en la Cristiandad (178-185), en el Fin de la Cristiandad (186-194), en la Descristianización (195-197), y comienzo a estudiar el tema en la Apostasía de los tiempos más recientes.

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28.12.10

(117-4) El aborto no es el mayor pecado

–Oiga, yo estoy pensando que…
–Piense lo que quiera, pero ahora pruebe a callarse: ya verá cómo no le pasa nada.

El aborto no es actualmente el pecado más grave de la humanidad. Es, desde luego, uno de los mayores crímenes que pueden cometerse contra los seres humanos: matarlos, quitarles la vida. También es gravísimo quitarles la fe, escandalizarlos, ayudarles a pecar, matarlos de hambre, por omisión de las acciones que podrían realizarse para sacarles de su miseria, etc. De todos modos, el aborto es un crimen enorme: matar un ser humano en el propio seno de su madre, cuando, siendo inocente, está indefenso, en un estado de total vulnerabilidad y debilidad. Horrible, espantoso.

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13.06.09

(03) La apostasía, el máximo pecado


Judas es el primero de todos los apóstatas. Él creyó en Jesús, y dejándolo todo, le siguió (en Caná «creyeron en Él sus discípulos», Jn 2,11). Pero avanzando el ministerio profético del Maestro, y acrecentándose de día en día el rechazo de los judíos, el fracaso, la persecución y la inminencia de la cruz, abandonó la fe en Jesús y lo entregó a la muerte.

La apostasía es el mal mayor que puede sufrir un hombre. No hay para un cristiano un mal mayor que abandonar la fe católica, apagar la luz y volver a las tinieblas, donde reina el diablo, el Padre de la Mentira. Corruptio optimi pessima. Así lo entendieron los Apóstoles desde el principio:

«Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, su finales se hacen peores que sus principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: “se volvió el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el barro”» (2Pe 2,20-22). De los renegados, herejes y apóstatas, dice San Juan: «muchos se han hecho anticristos… De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (1Jn 2,18-19).

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10.06.09

(02) Apostasías en la Iglesia

Herejía, apostasía y cisma. Dice el Código de Derecho Canónico que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (c. 751). Según esto, pudiera pensarse que en no pocas Iglesias descristianizadas la mayoría de los bautizados son herejes o apóstatas o cismáticos o las tres cosas a la vez. Pero vayamos por partes y precisando más.

La definición de la apostasía viene ya sugerida por la etimología del término: ap-oikhomai, apartarse, alejarse. Recordemos que el sacramento del Bautismo lleva consigo una apotaxis, una ruptura del cristiano con Satanás y su mundo, y una syntaxis, una adhesión personal a Cristo y a su Iglesia. Pues bien, por la apostasía el bautizado se separa de Dios y de la Iglesia.

En este sentido, Santo Tomás entiende la apostasía como «algo que entraña una cierta separación de Dios (retrocessionem quandam a Deo)». Por la apostasia a fide se renuncia a la fe cristiana, por la apostasia a religione se abandona la familia religiosa en la que se profesó con votos perpetuos, por la apostasia ab ordine se abandona la vida sacerdotal sellada por el Orden sagrado. Y «también puede uno apostatar de Dios oponiéndose con la mente a los divinos mandatos [pero a pesar de ello] todavía puede el hombre permanecer unido a Dios por la fe. Ahora bien, si abandona la fe, ya se retira o aleja de Él totalmente. Por eso la apostasía en sentido absoluto y principal es la de quien abandonó la fe, y se llama apostasía de perfidia» (STh II-II,12,1).

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