(222) Los sacramentales –2. Las bendiciones

–¿Qué tal, páter, si me diera una bendición?

–Vaya por Dios: algo de bueno tenía que haber en usted. Cree en las bendiciones…

El Catecismo enseña que los sacramentales más importantes son tres: las bendiciones, las consagraciones y los exorcismos (1671-1673).

1671. «Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios [ascendente] y oración para obtener sus dones [descendente]. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre “con toda clase de bendiciones espirituales” (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo».

1672. «Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar a Dios personas y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que están destinadas a personas –que no se han de confundir con la ordenación sacramental– figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes y de viudas, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.»

* * *

Las bendiciones ascendentes, hacia Dios, si son puramente ascendentes, no son propiamente sacramentales de bendición, de los que aquí estamos hablando ahora. Son simplemente oraciones doxológicas de alabanza y acción de gracias. El hombre, imagen de Dios, ha sido religioso desde su creación, y siempre ha bendecido a Dios con oraciones de alabanza y bendición, de adoración y gratitud, por ejemplo, en los sacrificios ofrecidos por Abel. Una vez que Dios inicia en Abraham la historia de la salvación, y constituye a Israel como pueblo elegido y sacerdotal, estas bendiciones son el alma de la Antigua Alianza, como tantas veces lo vemos en los salmos: «Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre» (Sal 102,1). Y en el Nuevo Testamento estas oraciones doxológicas, elevadas al Padre, por Jesucristo, bajo la acción del Espíritu Santo, alcanzan su absoluta plenitud en la Iglesia, el nuevo Israel universal, católico: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia»… (1Pe 1,3).

Las bendiciones descendentes son, simplemente, las bendiciones, uno de los sacramentales más importantes, y por la intercesión de la Santa Iglesia, atraen sobre los hombres y sobre sus cosas, la ayuda de lo alto. Instituidas por la Iglesia, hacen que lleguen a los hombres y a las criaturas todas aquellas bendiciones que, según narra la Biblia, dió el Señor Dios desde el principio, y dió igualmente su enviado Jesucristo durante su vida pública.

–Dios bendice al mundo desde su creación, desde el principio, como se dice en el Génesis: a Adán y Eva «los bendijo Dios, diciéndoles: “procread y multiplicaos y dominad la tierra”» (1,28); «y vió Dios que era muy bueno cuanto había hecho» (1,31); «y bendijo al séptimo día [el sábado] y lo santificó» (2,3). Después del diluvio, Dios bendice a Noé y a sus hijos (Gén 9,1), bendice a los patriarcas, a Abraham, Isaac, Jacob, a los jefes de Israel, a todo el Pueblo elegido, a los profetas. Dios bendice también las criaturas inanimadas: Él «bendecirá vuestro pan y vuestra agua» (Ex 23,25), «Dios bendice la morada de los justos» (Prov 3,33; Job 1,10).

–Nuestro Señor Jesucristo bendice a los niños, imponéndoles las manos (Mc 10,19; Mt 19,15); bendice a los apóstoles, dándoles la paz: «la paz sea con vosotros» (Lc 24,36); les ordena que transmitan ellos su bendición a los hombres: «al entrar en una casa, saludad diciendo: paz a esta casa» (Mt 10,12); y los bendice en el momento de su ascensión a los cielos (Lc 24,50). Él bendice a los hombres, pero también bendice los panes y peces antes de multiplicarlos (Mt 14,19), y el pan y el vino que va a consagrar eucarísticamente con los apóstoles (26,26) y con los de Emaús (Lc 24,30).

Todas las bendiciones descendentes van unidas a bendiciones que ascienden a Dios. La estructura tradicional de toda «oración de bendición» se inicia por una alabanza a Dios. Del Misal Romano antiguo transcribo, por ejemplo, esta bendición del pan: Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus (bendición ascendente), bene + dicere digneris hunc panem tua sancta spirituali benedictione, etc… Es la misma forma de las «oraciones colectas» de la Misa: invocación a Dios elogiosa, y súplica confiada de sus dones, per Christum Dominum nostrum. Amen.

El hombre alza su mente y su corazón hacia Dios en alabanza y gratitud, y precisamente bendiciéndole, se abre así a todas las bendiciones de Dios, materiales y espirituales, y reconoce que «todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces» (Sant 1,17).La bendición que se alza a Dios y que desciende sobre los hombres está muy bien expresada en esta frase de San Pablo: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos» (Ef 1,3ss).

La Iglesia, cumple la voluntad de Cristo bendiciendo personas, cosas y lugares, porque Cristo lo hizo, y Ella ha de continuar Su presencia en el mundo hasta la Parusía. Los ministros sagrados del Señor, Obispos, presbíteros y diáconos, han sido constituidos para bendecir a los hombres, a las cosas y a las actividades del mundo, y para procurar así que todo quede orientado hacia la gloria de Dios y hacia la santificación de los hombres. Este fin grandioso lo procura la Iglesia de muchos modos: por la oración, por la evangelización, la catequesis, el cultivo espiritual de los fieles en las parroquias, el culto divino, los sacramentos; y también por medio de los sacramentales. Las bendiciones contribuyen, pues, a evangelizar con la gracia de Cristo y de la Iglesia a los hombres y a todas las realidades temporales, liberándolos de las cautividades que sufren por parte del mundo pecador y del diablo, su príncipe.

La definición teológica de las bendiciones se perfecciona al paso de los siglos. La Iglesia, prolongando la tradición de Israel, bendijo siempre, desde el principio, hombres, cosas y lugares. Y, como en tantas otras cuestiones, guiada por el Espíritu de la Verdad, y bendiciendo en el nombre de la Trinidad, en el nombre de Jesús, fue aprendiendo en Oriente y Occidente a bendecir, acrecentando así el conocimiento espiritual y teológico de los sacramentales.

Muy pronto se conoce en la Iglesia la diferencia entre las bendiciones simples, las que se dan, por ejemplo, mutuamente aquellos que se encuentran y saludan en el camino, y aquellas otras bendiciones rituales, en las que se emplean fórmulas sagradas y frecuentemente el agua bendita (Tertuliano [+220], Adv. Marcionem 4,24; 3,22). Los saludos, por ejemplo, que escribe San Pablo al principio y al final de sus cartas, son bendiciones descendentes, dirigidas a personas: «la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo», etc. (1Cor 1,3). También desde el principio, las bendiciones solemnes se han reservado en la Iglesia a los ministros sagrados de la gracia divina, es decir, a los Obispos, sacerdotes y diáconos, sea en la misma liturgia o fuera de ella. En las venerables Constituciones apostólicas (380) leemos: «nosotros prohibimos a los laicos que usurpen una función sacerdotal como es el sacrificio, el bautismo, la imposición de manos o una bendición, menor o mayor» (III,10). Sin embargo, como veremos, se ha conocido siempre que los laicos también a veces están llamados a bendecir: a sus hijos, a los alimentos de su mesa, etc.

San Ambrosio (+397) llama a la bendición sanctificationis et gratiarum votiva collatio: ayuda divina para la santificación, por la súplica (votiva) de la Iglesia (De benedictione 2). San Agustín (+430) defiende la santa eficacia de las bendiciones contra el naturalismo voluntarista de Pelagio, que las consideraba como algo vano (Epist. 175,5). En los siglos VIII y IX, los sacramentales, a través de múltiples bendiciones, configuran tanto la vida de los monasterios, que su valoración y su uso se difunden también en el pueblo cristiano.

Se entiende, pues, que las bendiciones son ritos instituidos por la Iglesia a semejanza de los siete sacramentos, que se componen de oraciones y de signos –señal de la cruz, aspersión del agua bendita, etc.–, y que son celebrados en el nombre de Cristo por los ministros sagrados, a fin de santificar «ex opere operantis Ecclesiæ» las personas y las cosas, protegiéndolos del diablo y del mundo, y disponen a las personas para mejor recibir los bienes de la Redención, o si son cosas, las hacen más idóneas para servir a los hombres, sirviendo a Dios.

El Derecho Canónico, con su peculiar concisión jurídica, nos enseña sobre las bendiciones una síntesis de verdades importantes.

Sólo la Sede Apostólica puede establecer nuevos sacramentales [y bendiciones], interpretar los que existen o modificarlos (c. 1167). Cualquier presbítero puede impartir bendiciones, excepto las reservadas al Papa y los Obispos (1169). Las bendiciones se imparten a los católicos, pero también pueden darse a los catecúmenos y no católicos (1170). Las cosas bendecidas deben ser tratadas con veneración, sin usarlas para fines profanos (1171).

Hay bendiciones constitutivas o consagraciones, quese hacen una vez y no se repiten, y algunas tienen un Ritual propio. El Señor concede a través de ellas a una persona o cosa –abad, virgen consagrada, altar, templo– una condición de especial sacralidad, que al mismo tiempo que es santificante, exige una vida íntegramente evangélica, especialmente dedicada a Dios y a su Iglesia.

Santo Tomás es testigo de muy antiguas tradiciones cuando enseña: «Si se consagran la iglesia, el altar y demás cosas inanimadas, no es porque sean capaces de gracia, sino porque con su consagración alcanzan una virtud espiritual que las hace idóneas para el culto; y así los hombres sienten con ellas cierta devoción, que los hace más prontos para lo divino, de no impedirla la irreverencia… Todo lo cual hace probable la opinión de quienes dicen que por entrar en la iglesia consagrada se alcanza el perdón de los pecados veniales, lo mismo que con la aspersión del agua bendita» (Suma Tlg. III, 83,3 ad 3m). Ese perdón se produce con la condición de que el sacramental suscite ciertos actos personales «de reverencia a Dios y a las cosas divinas. De ese modo la bendición episcopal, la aspersión del agua bendita, cualquier unción sagrada, la oración en una iglesia consagrada y cualquier otra cosa semejante producen la remisión de los pecados» veniales (III, 87,3).

Y hay bendiciones invocativas, que no cambian la condición de la persona o del objeto bendecido, ni su destinación habitual. Éstas, aunque no ayudan la santificación de las personas con la eficacia ex opere operato propia de los sacramentos, sí son para ellos auxilios ex opere operantis Ecclesiæ, que fundamentan su eficacia en la oración suplicante de la Madre Iglesia y en el tesoro de gracias de la comunión de los santos. Ha de tenerse en cuenta también que los efectos santos de los sacramentales y las bendiciones requieren una favorable disposición del sujeto, como ocurre también con los sacramentos. Una comunión eucarística, por ejemplo, recibida sin apenas fe ni caridad, apenas santifica, o incluso puede llegar a ser pecado. Algo semejante sucede con la recepción de los diversos sacramentales y bendiciones.

Si es la Iglesia la que instituye los sacramentales, ha de ser ella la que determine sus ritos y oraciones. El Código de 1917 enseñaba que «las consagraciones y las bendiciones, sean constitutivas o invocativas, son inválidas si no se emplea la fórmula prescrita por la Iglesia». La norma no es recogida explícitamente en el Código de 1987, pero de suyo sigue vigente, pues como dice el Catecismo, «los sacramentales han sido instituidos por la Iglesia» (1668), dándoles una forma ritual concreta que debe ser respetada (c. 1166), pues precisamente por la intercesión de la Iglesia tienen su virtualidad santificante.

El Ritual de Bendiciones (1984) compuesto por la Congregación para el Culto divino, con la aprobación del Papa, fundamentándose en anteriores bendicionales y tradiciones, ofrece un amplio elenco de bendiciones, con las lecturas apropiadas y oraciones para cada una. En los países de habla hispana puede adquirirse la edición íntegra, publicada con el título Bendicional; también en internet puede el texto en español ser consultado y descargado. Divide el conjunto de bendiciones en cinco partes, que resumo aquí.

I.–Para las personas

Familias - esposos - niño aún no bautizado - niño bautizado - novios - mujer antes o después del parto - ancianos recluidos en su casa - enfermos - enviados a predicar Evangelio - catequistas y catequesis - diversos ministerios: lectores, acólitos, ministros de la caridad - asociaciones benéficas para necesidades públicas - peregrinos - viajeros.

II.–Para las construcciones y actividades

Casa - Seminario - Casa sacerdotal o religiosa - escuela o universidad - biblioteca - hospital - laboratorio, taller, tienda - locales medios de comunicación - gimnasios, centros deportivos - viajes - instrumentos técnicos y de trabajo - bandera - animales - campos - una población - nuevos frutos - mesa familiar

III.–Para cosas litúrgicas o devocionales

Baptisterio - sede, ambón, sagrario, confesonario - puerta de iglesia - Crucifijo - imágenes - campanas - órgano - cáliz y patena - agua bendita - corona de Adviento - belén navideño - árbol de Navidad - Via crucis - cementerio

IV.–Para objetos varios

Alimentos y bebidas - objetos destinados a devoción - rosarios - escapulario - hábito

V.–Para circunstancias diversas

Acción de gracias por beneficio recibido - para diversas ocasiones

Falta en el Bendicional el signo de la cruz ( + ) en la mayoría de sus Oraciones de Bendición. El Catecismo de la Iglesia Católica (1992), por el contrario, enseña que «la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo» (1671). Y la Congregación para el culto divino dió la misma norma en el decreto De signo sanctæ Crucis in benedictionibus semper adhibendo (14-IX-2002). Esto nos obliga, en tanto no se subsane en nuevas ediciones esa grave carencia, a marcar nosotros mismos en nuestro Bendicional el signo de la cruz en el lugar que estimemos más oportuno de la Oración de Bendición que vamos a emplear. Pero esta cuestión es muy grave, y prefiero tratarla en otro artículo.

«El ministerio de la bendición», según dispone el Bendicional en sus Orientaciones generales previas (III, 18) «está unido a un peculiar ejercicio del sacerdocio de Cristo y, según el lugar y el oficio propio de cada cual en el pueblo de Dios, se ejerce del modo siguiente» (lo expongo en resumen):

a) El Obispo es el ministro propio de aquellas bendiciones más solemnes, que atañen a la comunidad cristiana, y que le son reservadas [por ejemplo, la bendición de una iglesia, de un cementerio, de un lugar sagrado; aunque puede delegar en otro ministro: can. 1205-1207]. b) «Compete a los presbíteros, como requiere la naturaleza de su servicio al pueblo de Dios, presidir las bendiciones, sobre todo aquellas que se refieren a la comunidad» que le ha sido encomendada. c) Los diáconos también pueden realizar algunas bendiciones, que el Ritual indica, «pero siempre que esté presente algún sacerdote, es mejor que le ceda a él la presidencia». d) Acólitos y lectores pueden realizar algunas bendiciones señaladas, «de preferencia a los demás laicos».

«También los otros laicos, hombres y mujeres, por la eficacia del sacerdocio común…, ya sea en virtud de su propio cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud de un ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una función peculiar en la Iglesia, como los religiosos o los catequistas en algunos lugares, a juicio del Ordinario del lugar (cf. Vaticano II, SC 79), cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en el ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas bendiciones, con el rito y las fórmulas previstas para ellos, según se indica en cada una de las bendiciones. Pero en presencia del sacerdote o del diácono, deben cederles a ellos la presidencia».

Una pastoral de las bendiciones suele ser altamente benéfica, por ejemplo, cuando el párroco o el diácono visitan las familias, y bendicen la casa y algunas imágenes: Crucifijo, Sagrado Corazón, Virgen María, benditera en dormitorio, en sala común, santos, etc. Estas visitas, realizadas a veces con ocasión de ciertas bendiciones o consagraciones, pueden ayudar no poco a los cristianos para que la familia se una más a Cristo y a la Iglesia, a la parroquia, a sus ministros y feligreses, y acreciente así o recupere su vida cristiana.

En los hogares de cristianos ortodoxos, en Rusia, por ejemplo, es tradición que haya en la casa familiar un rincón de los iconos, donde se venera la cruz, la Virgen, algunos santos; lugar adornado con flores, en el que se enciende una lámpara, donde se reza personalmente o en familia. Igualmente, en ningún hogar católico deben faltar estos signos cristianos devocionales. Lo interior se expresa en lo exterior, y lo exterior induce ciertas vivencias interiores. Tener en la casa algunas de las imágenes citadas, guardar un ramito del Domingo de Ramos, alguna vela procedente de la Candelaria (Presentación de Jesús en el Templo) o de la procesión del Corpus Christi, y sobre todo, tener siempre a la vista, al menos, un Crucifijo y una Virgen, y a la mano una benditera, es un modo muy eficaz, aunque sea exterior, de evangelizar la casa familiar.

Tengamos muy en cuenta que la secularización arrasa con toda sacralidad en las Iglesias descristianizadas. Si hay Iglesias locales de las que prácticamente han desaparecido algunos sacramentos –penitencia, confirmación, ausencia masiva a la Eucaristía–, a fortiori desparecen casi totalmente los sacramentales, como las bendiciones o como el agua bendita, que falta en tantas parroquias. Los mismos hogares de cristianos practicantes se configuran en su exterior visible muchas veces al modo mundano, arrasados, al menos en lo exterior, por el viento de la secularización: son casas familiares que no tienen Crucifijo, ni imagen de la Virgen, ni agua bendita, ni nada que signifique abiertamente la religiosidad cristiana.

También aquí es el caso de recordar la palabra de Cristo: «A todo el que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre, que está en los cielos. Pero a todo el que me negare delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 10,32-33).

Por eso es necesario, con la gracia de Dios, un gran esfuerzo de fe y caridad para reaccionar contra la secularización de la parroquia, de los conventos, de las salas de catequesis y del hogar familiar, devolviendo a éste, concretamente, su condición sagrada de «templo doméstico» de Dios, vestíbulo donde viven los cristianos antes de entrar en la Vida eterna.

Reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

18 comentarios

  
susi
Cuántas gracias debemos dar a Dios por todas las ayudas que nos proporciona, también con los sacramentales.
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JMI.-Y que ud. lo diga. Bendición +
17/06/13 2:33 PM
  
Santiago
Muchas gracias por el artículo, por lo que supone de practicar con el ejemplo lo que dice al final: la pastoral de las bendiciones. En toda mi formación cristiana, la he recibido pocas veces, y se agradece: en los santuarios marianos, en Fátima sobre todo, es donde empecé a conocer lo que era bendecir los objetos religiosos.

Una bendición que para mí es especialmente querida es la que les doy a mis hijos cada noche antes de dormir, les hago la señal de la cruz sobre la frente diciendo "El Señor te bendiga, te guarde de todo mal y te de la vida eterna". Me enseño a hacerla un sacerdote salesiano, al que nos cruzamos un día por la calle. Se paró a ver a mis hijos, y en los diez minutos que estuvimos hablando con él aprovechó el tiempo para evangelizarme, y no puedo estar más agradecido. Me puso como ejemplo cómo los patriarcas del Antiguo Testamento bendecían a sus hijos. Reconozco que me encanta sentirme así conectado con Abraham, Isaac, Jacob, José... Por unos segundos me siento instrumento de Dios para mis hijos, y me entran ganas de comprarme un túnica y dejarme una larga barba blanca :-)

Este salesiano era misionero, venía de Taiwan y Corea, e ignoro si es una costumbre que trajo de allí, porque nunca nadie más me ha vuelto a hablar de ella. A mí me encanta, y a mis hijos también.
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JMI.-Me figuro que en Taiwán y Corea estará el sentido de lo sagrado mucho más vivo que en el Occidente descristianizado. También en muchas Iglesias locales de la América hispana o del África las bendiciones, y en general los sacramentales, tienen mucho más aprecio (a no ser que el misionero occidental que les tocó haya inoculado en ellas el menosprecio, que también se dan casos).

¡Ah! y no se disfrace de patriarca del A.T., sino del N.T.: de Jesús, de San Pedro, etc.
17/06/13 3:36 PM
  
Leonardo
Gracias, estimado Padre, por la claridad que vierten estos comentarios.
17/06/13 7:21 PM
  
Leonardo
Y así es, va más allá del hecho puntual de aquel sacerdote que le comentaba, que no estaba muy afín a bendecir rosarios... pasa por la desaparición de los confesionarios y su reemplazo por una confesión pactada con el sacerdote... o más bien una celebración penitencial colectiva anual, o semestral, con poquísimo tiempo y poca privacidad, confesándose de una forma improvisada en distintos puntos del Templo. Muchos hoy día sabemos que concurrir a una Parroquia X donde no hay confesionario, en los hechos significa ir a otro lado a confesarse o bien esperar a la celebración colectiva, lo cual podría ser muy perjudicial para la salud espiritual: es una práctica para "santos en vida" cuyos pecados pueden esperar seis meses, un año...
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JMI.-Una absolución colectiva, que no cumple las condiciones y normas de la Iglesia, más que sacramento es un sacrilegio (=abuso en materias sacramentales). No puede darse a no ser que "amenace un peligro de muerte", y no haya tiempo etc., "haya una necesidad grave" y etc. "Corresponde al Obispo juzgar si se dan las condiciones requeridas" etc. (can. 961). "Para que un fiel reciba válidamente la absolución sacramental dada a varios a la vez, se requiere no sólo que esté debidamente dispuesto, sino que se proponga a la vez hacer en su debido tiempo confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes circunstancias no ha podido confesar de ese modo" (can. 962). La confesión individual con la absolución individual "constituyen el único modo ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia", etc. (can. 960).

Y hay que asegurar "en todo caso que existan siempre en lugar patente confesionarios provistos de rejilla entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen" (can. 964).

El sacerdote que incumple estas normas graves de la Iglesia es, con perdón, o un ignorante increíble o un cura prepotente que impone al pueblo cristiano no la ley de la Iglesia (eso sería bueno), sino la ley suya personal (eso es un atropello).
17/06/13 7:27 PM
  
Isabel
Yo he tenido la suerte de ser bendecida varias veces en mi vida. La primera que recuerdo a pesar de mi corta edad (siete años), fue durante la confirmación.
La última por ahora, fue durante una ceremonia en mi comunidad eclesial. Han sido momentos en los que me he sentido especialmente bendecida por el mismo Dios, actuando por medio de sus sacerdotes.
Me importan poco las modas, que van y vienen; por lo que tengo la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, en la puerta de mi casa. Y ésta está llena de imágenes del Señor, la Virgen y varios santos. Un hermoso crucifijo está sobre mi cama.

Que El Señor lo bendiga y nos bendiga a todos los cristianos, que nos acogemos a Su Misericordia.
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JMI.-Amén.
Y bendición +
18/06/13 1:08 AM
  
Germán
Gracias por su artículo Pater. Hace muchos años, cuando estuve en Chile como misionero, conocí el Movimiento Mariano de Bendición, que había sido fundado en Alemania por la Sra. Elizabeth María Krause, haciéndome miembro del mismo, aprendí a valorar completamente la bendición.
Una visionaria austriaca María Sima dice que ha visto sacerdotes castigados por no bendecir durante su ministerio, "con la mano tiesa en actitud de bendecir".
Oremos unos por otros.
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JMI.-Gracias, Germán.
Abrazo y bendición +
18/06/13 1:31 AM
  
Paulie
Muchas gracias por su artículo, padre. Aquí en Uruguay hace mucho que la piedad popular desapareció. Prácticamente se ha cortado el vínculo de la tradición y ni los sencillos guardan siquiera recuerdo de este tipo de cosas. Tampoco hay confesionarios ni agua bendita en la mayoría de los templos que conozco.
Varias veces menciona aquello de "usar agua bendita" y, perdone mi ignorancia, pero quisiera pedirle que explicara con algunos ejemplos exactamente en qué consiste.
Gracias nuevamente y que Dios se lo pague.´
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JMI.-Espere un poquito, porque pienso dedicar un art. al agua bendita, y allí le explico.
Bendición +
18/06/13 5:38 PM
  
Irene
Gracias Padre José María por su esclarecedor artículo. Tuve la suerte de ser bendecida varias veces
Recuerdo que mi madre lo hacía en ocasiones.
Necesito que me saque de un apuro. Me preguntó una persona casada civilmente con un divorciado, si le estaba permitido llevar las ofrendas y/o leer las lecturas, ella comulga espiritualmente. No supe que contestarle. Habría impedimento? Desde Buenos Aires lo saludo afectuosamente, Irene
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JMI.-No sé si la Iglesia ha dado normas concretas sobre la participación "activa" en la liturgia de personas que viven habitualmente en adulterio. Que pueden y es aconsejable que "asistan" a la santa Misa, eso sí lo sé. Pero no creo que una persona que en una situación de pecado, con el escándalo consiguiente, sea idónea para participar activamente en la Eucaristía llevando las ofrendas o haciendo lecturas desde el ambón. Ya digo que no sé si habrá norma concreta sobre el asunto. Pero a mi entender es algo inadmisible.
18/06/13 9:03 PM
  
Llambión
Hola, P. Iraburu. Esa frase suya sobre que la desvalorización de los sacramentos, a fortiori, conlleva que casi desparezcan los sacramentales, me ha recordado haberle oído la idea contraria a otro sacerdote, a quien también tengo por pío y docto. Aunque se refería más bien al aspecto litúrgico. Decía que conforme se desvalorizan los sacramentos (lo que se traduce sobre todo en un culto minimalista a la Eucaristía), el honor a ellos debido se traslada hacia los sacramentales, dando un excesivo realce a bendiciones, procesiones con el Evangelio, ritos sanadores y de envío, entrega de biblias... ¿Qué le parece?
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JMI.-Me parece que no.
Al menos en muchas regiones de la Iglesia en Occidente los sacramentales prácticamente han desaparecido.
En algunos sitio quizá les dé por inventarse otros ritos y signos, pero no son sacramentales. Para que lo fuesen, tendrían que ser ritos "instituidos por la Iglesia" a semejanza de los sacramentos.
18/06/13 10:28 PM
  
Fr. Martín
+
Querido Padre:
Muchas gracias por su artículo, como siempre tan iluminadores.
Una frase me a resultado alarmante si significa lo que yo creo. La misma dice: «las consagraciones y las bendiciones, sean constitutivas o invocativas, son inválidas si no se emplea la fórmula prescrita por la Iglesia»
El 99.9% de los sacerdotes que yo conozco. Al uno perdirle bendecir un rosario, agua o alguna imagen. Hacen la señal de la cruz y alguna oración propia en secreto o en voz alta.
-¿Eso quiere decir que al no seguir las oraciones y ritos marcados por el bendicional, para dichos objetos, los mismos no están bendecidos?
-¿Lo mismo sobre los padres que bendicen a sus hijos sin seguir el bendicional? (al menos en lo que tocan a las gracias propias del sacramental, porque supongo que igual su intercesión ante Dios por sus hijos tendrá su eficacia.)
-¿Y en el caso de la bendición que uno le pide a cualquier sacerdote que se encuentre al paso? En el bendicional no vi bendiciones para una persona sin ninguna circunstancia especial.
Dios le pague y haga santo.

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JMI.-El Bendicional actual prevé al final oraciones, a veces breves, un tanto genéricas, "para diversas circunstancias", que nombran a la Sma. Trinidad y hacen la señal de la cruz. Según de qué se trate, son perfectamente válidas. En bendiciones más importantes, está claro que hay que seguir las fórmulas dispuestas por la Iglesia, que es la que "instituye" los sacramentales y les da su forma propia.
19/06/13 1:54 AM
  
Leonardo
Estimado Padre, también yo escribo desde Uruguay, así que complemento lo que decía Paulie. En cuanto al agua bendita, la hay en la entrada de algunos Templos sí, y en otros no. Generalmente se alude al problema de "la posibilidad de un uso incorrecto del agua bendita, que se la lleven para usarla en rituales no precisamente cristianos" o "razones de higiene o salud". De hecho, y sin justificar a nadie, en los lugares donde hay agua bendita es donde existe la posibilidad de una vigilancia mayor, sea porque hay un cuidador del Templo, o una Santería parroquial que por supuesto esté abierta.

Lo que decía con respecto a las Confesiones, requiere tal vez una mayor explicación. Me parece que las celebraciones penitenciales se realizan en muchos lados y también en España. La palabra "colectiva" que empleé induce a pensar que la absolución es colectiva, cosa que creo no es del caso, siendo esta individual. Valga igual lo del poco tiempo y poca privacidad, sobre todo no habiendo confesionarios.

No creo que esté describiendo una situación solo propia de mi país, por eso abundo en ello. El tema es que dentro de la crisis eclesial, hay una crisis del Sacramento de la Confesión. La "primavera eclesial" se llevó muchos confesionarios, entre otras cosas.
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JMI.-Los comentarios comentan el artículo, en este caso los sacramentales, las bendiciones. No los sacramentos, como el de la penitencia. No hablamos ahora de ese tema. Y en lo fundamental, ya le contesté.
Cordial saludo.
19/06/13 3:37 AM
  
Leonardo
Estimado Padre Iraburu, no salgo de mi asombro al constatar la extraordinaria proliferación de las herejías derivadas del modernismo. Pero muchos fieles siguen sin comprender el esfuerzo magno de la Iglesia para superar esta situación, y lo toman como un "volver para atrás" (cosa intolerable al modernismo, por supuesto). Esto lo he escuchado muchas veces, incluso de venerables ancianos... "ahora la Iglesia quiere volver todo para atrás" "tienen los ojos en la nuca". Y por supuesto, hay una Iglesia popular, cercana a la gente, y están "los del Vaticano" que quieren volver todo para atrás. Así ven las cosas algunos fieles.


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JMI.-La paciencia que Dios tiene con nosotros, también hemos de tenerla sus hijos con nuestros hermananos.
Pero dándoles el testimonio de la verdad, que es lo más precioso y salvífico que podemos darle.
19/06/13 4:06 AM
  
marcos
No sé si lo ha hecho, pero debería dedicar un artículo a la muerte del Arte Sacro, antes que a hablar del agua bendita.Yo creo que este Arte bendice, de alguna manera, nuestras catedrales.
Las payasadas murales de colorines, que se dedican a pintar en interiores de Iglesias, hechas por tipos "eclécticos" que incluso sueltan, que se inspiraron, en "la gente de la calle".Cristos barbudos excesivamente carnales, que parecen el vecino crucificado.Que no quede rastro del Verbo, sólo Hombre y no cualquiera, sino que parezca un pringadillo de clase baja.Virgenes con aspecto de niñatas cursis, con coloretes como la Heidi.Es normal, que en la época actual, los artistas, ya no saben transmitir, ciertas energías, pero es que algunos murales parecen simple cachondeo.Obviamente, sólo yo lo noto, parece, todo eso para mí es otra ofensiva para matar la devoción, desde luego.En fín, donde haya un Cristo románico que se quite todo lo demás.Yo mismo he tenido problemas para comprar un Cristo para colgar y transmita lo que debe ser.Disculpe si piensa que me he ido por los cerros de úbeda, pero para mí el Arte Sacro, tiene que bendecir los interiores de las iglesias, catedrales, monasterios, y no hacer restauraciones con plastidecor.Y actualmente no los bendice sino que los ridiculiza según como.
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JMI.-Como ya dice Ud. al paso, son dos temas distintos: al aprecio por los sacramentales instituidos por la Iglesia y el aprecio por el arte sagrado cristiano, que produce efectos tan benéficos. Sobre el tema de la belleza cristiana puede Ud. explorar en este mismo blog dos artículos:

Uno (24-12-2011) titulado "Belleza de la liturgia cristiana"
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1112240653-belleza-de-la-liturgia-cristi

Otro, el (201) titulado "La fealdad del mundo moderno sin Cristo"
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1212191027-201-la-fealdad-del-arte-moder
En éste se hace alusión a que las Iglesias más influidas por el mundo pierden la belleza cristiana, y participan horriblemente de la fealdad del arte moderno.
19/06/13 7:47 PM
  
Leonardo
Gracias por sus respuestas, Padre. Un saludo!
19/06/13 10:51 PM
  
Beltran Martinez
Papa Francisco:

"Jesús lo dice: ‘No entráis vosotros ni dejáis entrar a los demás'. Son especialistas en ética sin bondad, no saben lo que es la bondad. Pero son especialistas de la ética, ¿eh? ‘se debe hacer esto, esto, esto...' Te llenan de preceptos, pero sin bondad. Y aquellos de las filacterias que se ponen encima tantos adornos, tantas cosas, para simular ser majestuosos, perfectos, no tienen el sentido de la belleza. No tiene el sentido de la belleza. Llegan solo a una belleza de museo. Intelectuales sin talento, especialistas en ética sin bondad, portadores de belleza de museo. Estos son los hipócritas a los que Jesús reprende tanto".

Así no mas pues, Padre Iraburu
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JMI.-Confieso la debilidad de mi inteligencia para entender a qué va lo que Ud. dice.
21/06/13 3:56 AM
  
Beltran Martinez
Como dice el dicho: "No hay peor ciego que el que no quiere ver"
23/06/13 7:58 PM
  
Virginia Gristelli
Beltrán Martínez: la ceguera es suya, si pretende enfrentar de alguna manera enfermiza el texto del Santo Padre con lo expuesto en este post. No busque la quinta pata al gato, y trate de amar un poco a nuestra Madre Iglesia, que nos ha "parido" a todos en el Bautismo, para que seamos UNO. Su agresividad, nada menos que esgrimiendo un texto pontificio para atacar a un sacerdote fiel, demuestra muy poco interés en esto último. Rezaremos por ud., para que "vea".
24/06/13 2:41 AM
  
Ecclesiam
Pater, ¿un sacerdote puede maldecir? Como Cristo maldijo a la higuera que no dio frutos (Cf. Mt 21, 18-22)
Por supuesto, pienso que de ser posible, la maldición sólo efectuaría males materiales.
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JMI.-En principio, un sacerdote católico bendice, pero no maldice.
No cabe excluir que Dios mueva a alguno a maldecir algo, como se ve en Cristo frente a la higuera.
18/03/18 10:51 AM

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