(42) Teólogos católicos, ortodoxos, pero no combatientes

–Ya ha citado ese tremendo discurso de Juan Pablo II, en 1981, media docena de veces.
–Tenga paciencia, pues espero seguir recordándolo.

La misión de los teólogos en la Iglesia es de suma importancia, y ha de realizarse siempre a la luz de la Biblia y de la Tradición, bajo la dirección del Magisterio de la Iglesia, teniendo también en cuenta el sensus fidei del pueblo cristiano (Vaticano II, DV 10; OT 16; llamo «teólogos» a los profesores de teología, acomodándome a la impropia costumbre actual). Ahora bien, de hecho, entre los teólogos católicos –unos son ortodoxos, que defienden la fe de los errores contrarios; –otros son heterodoxos, que silencian o falsifican más o menos la doctrina católica; y –otros son teólogos católicos ortodoxos, pero que no combaten los errores contrarios a la verdad católica. De éstos trataré ahora.

Varios documentos del Magisterio apostólico tratan de los teólogos: –Congregación de la Fe, instrucción Donum veritatis, sobre la vocación eclesial del teólogo, (24-V-90); –Juan Pablo II, disc. Teología y Magisterio, (24-XI-1995); –Juan Pablo II, carta apostólica, Ad tuendam fidei (18-V-1998).

Los teólogos que afirman la verdad, pero que no niegan los errores, no cumplen fielmente su ministerio. La plena afirmación de la verdad divina exige la negación de los errores contrarios. De otro modo «el testimonio de la verdad» no es total, ni llega a expresarse de un modo plenamente inteligible. No pocas veces se llega al conocimiento de la verdad cuando se vencen persuasivamente los errores contrarios. Los profetas no se limitan a afirmar la realidad de un Dios único, sino que denuncian la falsedad de los dioses múltiples y de los ídolos, llegando a ridiculizarlos y a reirse de su vanidad. Cristo afirma la primacía de la interioridad religiosa, pero al mismo tiempo rechaza con fuerza el ritualismo exterior de fariseos y letrados. Afirma y niega. Y la misma norma siguen los Apóstoles al predicar.

Los Santos Padres enseñan en preciosas exposiciones las verdades de la fe, pero escriben también muchas obras Adversus hæreses. Saben que de otro modo no afirmarían del todo la verdad cristiana. Por eso el género literario Adversus o Contra… sean herejías (contra pelagianos, contra arrianos, contra maniqueos), o sean autores heréticos contemporáneos, citados por su nombre (contra Faustum, contra Secundinum), es muy frecuente en sus escritos. Santo Tomás, en cada artículo de la Summa sigue esa misma norma docente: indica al principio un cierto número de enseñanzas erróneas sobre un tema; da en el cuerpo del artículo la doctrina verdadera; y termina respondiendo a los errores señalados al principio. En todas las culturas se ha seguido siempre esa misma pedagogía, que responde a la naturaleza del entendimiento humano. Según eso no cumplen plenamente con su ministerio aquellos Obispos, teólogos o predicadores que solo afirman la verdad, pero que no se atreven a denunciar y a refutar abiertamente los errores contrarios.

Entre los teólogos ortodoxos, hoy la mayoría son débiles para combatir el error. Y es que negar los errores exige ciertamente un valor martirial aún mayor que afirmar la verdad.

La afirmación de la verdad divina entre los hombres requiere sin duda una fuerza sobre-humana. La «locura de la predicación» ha de parecer a los hombres «escándalo y locura» (1Cor 1,21-23), porque propone unos «pensamientos y caminos de Dios» que distan de ellos más que el cielo de la tierra (Is 55,8-9). No puede comunicarse, pues, la Revelación divina sino con una gran parresía y fuerza de cruz.

Pero la negación de los errores requiere una fuerza espiritual aún mayor. De hecho, la historia de Cristo y de la Iglesia nos asegura que la refutación de los errores presentes es mucho más peligrosa que la afirmación de las verdades que les son contrarias. Los mártires, en efecto, sufren persecución y muerte no tanto por afirmar las verdades divinas, sino por decir a los hombres que sus pensamientos son falsos y que sus caminos llevan a perdición temporal y eterna. Ya comprobamos esto al estudiar el lenguaje de Cristo y el de San Pablo (25-26), la parresía de San Francisco Javier (28), etc.

No basta, por ejemplo, predicar a un grupo de matrimonios la castidad conyugal –no basta, ¡aunque eso es ya mucho!–. Es preciso decir además que la anticoncepción, que desvincula amor y posible fertilidad, es intrínseca y gravemente pecaminosa, y que su empleo –a no ser que venga exigido por un fin terapéutico– no puede ser justificado por ninguna intención o circunstancia. En ciertos ambientes, la predicación positiva de la castidad conyugal quizá suscite reticencia o rechazo. Pero lo que dará lugar a persecuciones, descalificaciones y marginaciones, lo que vendrá a ser ocasión de martirio, es decir, de testimonio doloroso de la verdad de Cristo, es la reprobación firme de los anticonceptivos. Y eso explica que en tantas Iglesias locales sea hoy tan rara la predicación completa –afirmando y negando– de la verdadera espiritualidad conyugal católica.

Allí, por ejemplo, donde las absoluciones colectivas se han generalizado casi completamente, hará falta un gran valor para afirmar la verdad, asegurando que la confesión individual es el modo ordinario en que debe celebrarse el sacramento de la penitencia. Pero mucho más valor hará falta para condenar la práctica generalizada de las absoluciones colectivas, que vienen a ser un sacrilegio, es decir, un abuso grave en materias sacramentales. Eso es, en efecto, el sacrilegio: «tratar indignamente los sacramentos y las demás acciones litúrgicas», y es «un pecado grave» (Catecismo 2120).

Los teólogos católicos fieles han combatido siempre las herejías y todos los errores que surgían entre sus contemporáneos. Es un dato continuo de la Tradición católica. A modo de ejemplo, recordaré solo un caso histórico. Cuando a comienzos del siglo XIII nacen las Ordenes Mendicantes, no pocos teólogos, por razones e intereses diversos, impugnan la licitud de esta forma de vida de pobreza. Concretamente Gerardo de Abbeville, maestro parisiense, escribe un libelo Contra adversarium perfectionis christianæ et prælatorum et facultatum Ecclesiæ, arremetiendo contra la pobreza en general y la de los frailes Mendicantes en particular.

San Buenaventura (1221-1274), en esos años Ministro general de los franciscanos, entra en la polémica con su obra Apologia pauperum; contra calumniatorem. En esta obra el Doctor seráfico no solo enseña la pobreza evangélica, sino que combate con gran vehemencia los errores de quien la impugna. Algunas frases del prólogo pueden dar una idea del tono que emplea:

«En estos últimos días, cuando con más evidente claridad brillaba el fulgor de la verdad evangélica –no podemos referirlo sin derramar abundantes lágrimas–, hemos visto propagarse y consignarse por escrito cierta doctrina, la cual, a modo de negro y horroroso humo que sale impetuoso del pozo del abismo e intercepta los esplendorosos rayos del Sol de justicia, tiende a obscurecer el hemisferio de las mentes cristianas. Por donde, a fin de que tan perniciosa peste no cunda disimulada, con ofensa de Dios y peligro de las almas, máxime a causa de cierta piedad aparente que, con serpentina astucia, ofrece a la vista, es necesario quede desenmascarada, de suerte que, descubierto claramente el foso, pueda evitarse cautamente la ruina. Y puesto que este artífice de errores, siendo como es viador todavía, puede corregirse, según se espera, por la divina clemencia, han de elevarse en favor suyo ardientes plegarias a Cristo, a fin de que, acordándose de aquella compasión con que en otro tiempo miró a Saulo, se digne usar de la eficacia de su palabra y de la luz de su sabiduría, atemorizando al insolente, humillando al soberbio y buscando, corrigiendo y reduciendo al descarriado».

Tras esta introducción, poderosa en la fuerza profética del Espíritu Santo, desarrolla Buenaventura su argumentación favorable a la pobreza con gran rigor persuasivo. Sí, es cierto que los modos de esta disputación teológica están en gran medida marcados por un estilo de época, que hoy no convendría usar en una controversia teológica, porque se faltaría con ello a la caridad. Pero queda, sin embargo, como dato unánime de la tradición de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, que en cada siglo los teólogos de la ortodoxia han combatido con fuerza, claridad y caridad a los teólogos de la heterodoxia.

Son muy pocos, por el contrario, los teólogos católicos que han atacado abiertamente los errores contemporáneos. A eso se debe en gran medida que «se han esparcido a manos llenas ideas contrarias a la verdad revelada, y se han propalado verdaderas herejías en el campo dogmático y moral» (Juan Pablo II, 6-II-1981). La explicación de esta actitud pasiva de tantos teólogos ya la di al hablar de la Autoridad apostólica debilitada (40-41). Toda infidelidad para dar testimonio de la verdad y para combatir el error procede principalmente de cuatro causas: 1.-horror a la cruz, 2.- influjo protestante, 3.-influjo del liberalismo, 4.-e incumplimiento de las leyes canónicas.

De este modo, rompiendo una tradición que se mantuvo viva hasta mitados del siglo XX, muchos de los teólogos modernos, por graves que sean los errores que se difundan a su al rededor, «no se espantan de nada», no entran a «combatir el buen combate de la fe» (1Tim 6,12; cf. 2Tim 4,7), y como si apreciaran aún más la libertad de expresión que la ortodoxia, y por influjo protestante y liberal, estiman que «toda opinión merece respeto», aunque no se comparta. En todo caso, la gran mayoría estima «académicamente incorrecto» escribir en forma apologética contra la enseñanza de un autor contemporáneo para defender una verdad de la fe y para preservar al pueblo de una herejía. De este modo los Obispos quedan sin la confortación que necesitarían y que tanto les ayudaría para ejercer libremente su munus docendi y su munus regendi. Y «los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos e incluso desilusionados» (Juan Pablo II, ib.).

En el último medio siglo, muchas veces Roma se ha visto casi sola para señalar y condenar graves errores. Y eso es una vergüenza. Las Notificaciones reprobatorias, p. ej., de la Congregación de la Fe –recuerdo algunas: Hans Küng, 1975, 1979; Jacques Pohier, 1979; Edward Schillebeecks, 1979, 1980, 1984, 1986; Leonardo Boff, 1985; Anthony De Mello, 1998; Jacques Dupuys, 2001; Marciano Vidal, 2001; Jon Sobrino, 2006, etc– pocas veces fueron precedidas de reprobaciones fuertes y numerosas de Obispos y teólogos. En muchas ocasiones, por el contrario, éstos guardaron hacia esos autores un silencio respetuoso, cuando no una actitud favorable. Y aún se ha dado el caso de que, tras la intervención de Roma, hayan continuado sus apoyos hacia los notificados.

Los silencios respetuosos y cómplices son demasiado numerosos. Sin duda que ha habido en nuestro tiempo teólogos ortodoxos y valientes, que exponiéndose a descalificaciones, marginaciones, silenciamientos y verdaderos linchamientos intelectuales, no solo han enseñado fielmente la verdad católica, sino que también han refutado públicamente a los autores contemporáneos que difunden actitudes heréticas, cismáticas y sacrílegas. Pero debemos confesar con realismo que han sido y son muy pocos.

Lo mismo hay que decir de institutos y movimientos religiosos, de facultades y universidades, de editoriales y librerías religiosas, de revistas católicas, por lo demás a veces de excelente ortodoxia. Todos los aludidos parecen no sentirse llamados al combate de la fe cuando es preciso luchar contra contemporáneos. Es como si no se sintieran vocacionados al martirio, a aquel testimonio de la verdad católica que trae consigo cruz. Es posible que manteniendo esa actitud esperen «no romper la unidad» de la comunidad cristiana (!), «no alterar la paz» de la Iglesia (!). Pero ya esa lamentable actitud, en sí misma, es un inmenso error. Nada tiene que ver con la enseñanza y el ejemplo de Cristo, de los Apóstoles y de toda la mejor tradición cristiana.

Y sin embargo hoy es muy fácil combatir a los herejes y cismáticos, pues nunca la Iglesia ha gozado de un cuerpo doctrinal tan amplio y coherente. La Escritura, la Tradición, los Concilios, los grandes documentos pontificios modernos, el concilio Vaticano II, el propio Catecismo de la Iglesia Católica, dan a cualquier teólogo –no hace falta que sea un genio– armas poderosísimas para refutar, más aún, si es preciso, para ridiculizar las barbaridades que se han venido difundiendo en los últimos decenios. No escasean, ciertamente, las armas: faltan combatientes que las esgriman, con peligro, eso sí, de «perder su vida».

Una última observación. En los últimos años –creo que no me equivoco– vienen siendo algunos portales católicos de la web quienes más vigor apologético están mostrando en el ámbito de la Iglesia Católica. Aquí tienen ustedes, sin ir más lejos, InfoCatólica.com.

Y, con perdón, Reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

22 comentarios

  
Luis Fernando
Vamos a tener que despedir a E.O y ponerle a usted a llevar el blog Cuatro Rayas.
18/11/09 11:34 AM
  
E. O.
La verdad, el texto no se lo que dirá, porque ya sabe que esto de leer es para espabilaus. Pero el muñequito... no hay quien lo entienda. En fin. Qué se puede esperar de un aprendiz...

:)
18/11/09 11:37 AM
  
Eleuterio
Pues deberían saber los teólogos que no hacen lo que les corresponde que el que pierde la vida por Cristo la gana para toda la eternidad.

Aunque, a lo mejor, eso lo ven demasiado lejos.
18/11/09 1:37 PM
  
amauta
Menos mal que anda por ahí un navarrico de Peralta, digno paisano del P. Iraburu, que si hay que repartir estopa entre las "vacas sagradas" de la teología lo hace, e igual le da una colleja a Von Balthasar como le agarra la pechera a Rahner, pero todo bien motivado... como nos decía en una charla sobre la teología de la liberación... "Anda, vete a preguntarle a Boff que te explique el sexto mandamiento..." y cuando nos decía eso, todavía no había pegado la "espantá" el mal poeta que es fray Leonardo... porque ¿teólogo?... Así que nada de rendir pleitesía a las "vacas sagradas", más que nada porque no sé si serán vacas, pero sagradas no está claro, y lo único sagrado a lo que hay que rendir pleitesía y arrodillarse es ante el Padre, su Verbo y el Espíritu que procede de ambos... Resumiendo, en otra charla, el P. José Antonio Sayés, que es del que estoy hablando, tratando sobre Lutero y sobre su escatológica iluminación de la torre (la torre que era en realidad la letrina) nos contó una anécdota, a las que tanta afición tiene: Sayés había estado hablando que Lutero y otros teólogos heterodoxos lo que hacían es excogitar doctrinas... un alumno le pregunta: -"A ver si me aclaro sobre eso de escogitar. ¿Sigifica que la doctrina no está en las Escrituras, no?", -"cierto", "¿Significa que no está en la Tradición, no?", -"cierto", -"¿Significa que no está definida por el Magisterio, no?", -"cierto", -"¡ah! ahora entiendo bien que significa eso de excogitar una doctrina: así que significa sacársela de los cojo..." Pos eso...
18/11/09 2:29 PM
  
Luis P. Escacena Potes
Muy de agradecer Padre Iraburu la fotografía que adjunta, que nos hace esbozar una sonrisa ante lo que es un fenómeno de desobediencia magisterial sin precedentes. En efecto, qué sufrimiento acercarse al lenguaje cursi y pedante de estos teólogos aun cuando sólo quieran, en palabras de Jon Sobrino, formular "una conceptualización distinta de alguna verdad de la fe". Dice así este autor: "Jesús es hijo de Dios, la palabra hecha sarx. Y en ello veo el misterio central de la fe: la transcendencia se ha hecho transdescendencia para llegar a ser condescendencia". Toma ya.
18/11/09 5:48 PM
  
Ricardo de Argentina
A ver si lo entiendo Padre : Muchos teólogos y obispos son ortodoxos pero ... política (y lamentablemente) "correctos".
Porque la "corrección política" es someterse a la imposición del liberalismo, el cual ordena "la Iglesia a la sacristía". O sea, "piensa y di lo que se te antoje, pero enciérrate y no molestes". En ese supuesto la ortodoxia no incomoda y es tolerada, porque es una ortodoxia inoperante, ineficaz e ineficiente.
Pero cuando alguien toma el látigo para fustigar los errores y corregir al que yerra, como hizo Cristo, también como Él se gana la Cruz. Y muchos, muy ortodoxos ellos, tienen no obstante horror a la Cruz.

Igualito que los protestantes.
18/11/09 5:57 PM
  
Alguno
Excelente artículo, estimado Padre. Por favor, ciga escribiendo, que se nota que sus afirmaciones tienen mucha sustancia y una capacidad para dar en el clavo que es de destacar. En lo que no estoy de acuerdo es que en esa maraña de ambigûedades que son los textos del C Vaticano II se puedan encontrar demasiadas cosas útiles, aunque a la hora de discutir con los heterodoxos infiltrados en la Iglesia, se vuelve un tanto más útil en razón de la autoridad que ellos le dan a ese concilio, que no es más que un concilio pastoral que no definió ningún dogma...
Saludos!!!!
18/11/09 6:58 PM
Entonces ¿ha sido don José María el facedor de la viñeta? Es muy buena.
18/11/09 7:43 PM
  
José María Iraburu
Alguno
Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, han hablado más de una vez de cómo el verdadero Concilio Vaticano II ha sido con frecuencia falsificado y malinterpretado, rechazando en realidad lo que dicen sus textos y alegando supuestos "espíritus" del Concilio, que son fantasmas.
Eso de "maraña de ambigüedades", perdone, pero creo que no está bien.

In diebus illis
Sí señor, yo solico he hecho esa imagen-viñeta. Bueno, un poco me han ayudado, pero pienso hacer más de ese estilo, y en cuanto me suelte un poco más para fotochopear, ya no me tendrán que ayudar.
En que la viñeta es muy buena estoy completamente de acuerdo.
18/11/09 8:38 PM
  
Almudena
Pues sí P.Iraburu, es que del dicho al hecho...hay un trecho. Y como tengo cierta debilidad por los padres de la Iglesia y primeros autores cristianos, ahí va esto: "Te comunico profusamente estas cosas, queridísimo, con temor, a causa del amor desbordante de Cristo. Sí, en efecto, los santos profetas, nuestros predecesores, que vieron estas cosas no quisieron anunciarlas francamente (con parresía), para no turbar los ánimos humanos, sino que las expusieron misteriosamente, mediante parábolas y enigmas, ¡cuánto más nosotros estaremos en peligro, nosotros que osamos decir abiertamente cuanto fue afirmado por ellos de modo escondido!" (Hipólito,ss II-III) ¡¡Cuánto se aprende de los primeros cristianos!! Si volviéramos más a las fuentes... más fresca sería el agua.
18/11/09 10:28 PM
  
JMMCBXVI
Excelente artículo, José María. Como siempre, muy perspicaz y da en la diana. Aunque no es poco el que haya pastores y teológos que afirman bien la doctrina católica, sí que hace mucha falta negar los errores, ya que puede dar la impresión de colocar la verdad casi al mismo nivel que el error y así despistar, dando a entender que cada cual escoja lo que mejor le parezca, o sea, la "dictadura del relativismo" de Benedicto XVI. Los que propugnan los errores los imagino como las figuras literarias de los "Espectros del Anillo" de "El Señor de los Anillos" del gran católico Tolkien: lanzan sus gritos mortíferos y causan terror y desesperación en los habitantes de la Tierra Media. Pues creo que ha tiempo que ya está bien este estado de cosas: a ver si dejamos de sentir miedo ante quienes gritan mucho, sí, y cautivan tanto a los incautos e ingenuos, pero que no son portadores de la verdad revelada que nos hace libres.
18/11/09 10:30 PM
  
Navegador
Muy interesante, sin embargo discrepo con el último fragmento. Entiendo que en otras épocas también se tenáin medios suficientes para refutar los errores.Por ejemplo el Catecismo de Trento Con respecto al Vaticano II, tengo entendido, que fue un Concilio de carácter pastoral. No un Concilio como los anteriores para precisamente afirmar una verdad de fe y refutar un error
18/11/09 10:37 PM
  
José María
José María Iraburu:
Disculpe que elimine su comentario, pero no puedo menos de hacerlo cuando, aunque sea interesante (Gallardón, Esperanza Aguirre, etc.) no tiene nada que ver con el post que se está comentando.
19/11/09 9:36 AM
  
Paloma
¿Pero es que el señor de la viñeta está diciendo algo? Yo pensé que eran una sarta de palabras encadenadas, con aspecto de tratar del mismo tema, pero que en realidad no dicen nada. Y es que así es como me "suenan" algunos escritos supuestamente católicos que leo y que no entiendo ni jota.
19/11/09 3:32 PM
  
Francisco Javier de La Reina
Sólo leí el comentario de Ricardo de Argentina y me parece excelente, y eso que en pocas palabras. Va directamente al meollo interno de la situación psicoespiritual de la gran mayoría de nuestros eclesiásticos que no quieren ver que "ahí viene la cosa" haciendose , como decimos en El Salvador, y me disculparán la expresión, "los suizos", la ven venir pero no asumen su rol.Y entiendo que esos son "los conservadores". Podría decir que se es tradicionalista o no se es verdaderamente católico romano.
Sólo agrego a lo del liberalismo.Que no se nos alegren los socialistas y comunistoides que ellos son, en su transnochada ideología, el fruto último de ese liberalismo que le dice al Creador desde hace unos cuantos siglos "quedate arriba, nosotros decidiremos aquí abajo". Pobrecitos.


19/11/09 9:28 PM
  
CPM
Plenamente de acuerdo con usted, P. Iraburu.
Hablando de la crisis de la posición tradicional de la Iglesia frente al error (su refutación, como forma de afirmación de la verdad) creo que algo ha debido tener que ver afirmaciones como la que hace la Dignitatis humanae: «la verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas». Seguro que el poco espíritu martirial que usted cita existe, pero creo que este principio conciliar ha producido gravísimos efectos paralizantes.
19/11/09 10:51 PM
  
José María Iraburu
CPM
Vea, por favor, el post (40), hacia la mitad, donde se cita al Vaticano II, y la mala interpretación de esa frase que usted señala. Gracias.
19/11/09 11:21 PM
  
Ataque de nervios a un teólogo guay
Provocar un colapso nervioso a un teólogo iluminado es facilísimo: vaya diciendo suavemente estas palabras, hasta que mude de color y aparezcan estértores nerviosos:
1.- La "Libertas Praestantissimmum" en una encíclica actual y dinámica; sin ella no se explica el tiempo presente.
2.- María es Virgen.
3.- Cristo, Verbo encarnado, gozaba de la Cienca Beata.
Ya vé que el pobre energúmeno arroja espumarajos,pero, continúe, por favor.
4.- Existencia del purgatorio y el alma humana inmortal y separable. A-L-M-A ... ¡ALMA!
llame a los bomberos y abandone raudo la habitación: va a estallar de ira.
20/11/09 6:21 PM
  
pedro ruiz
Señor Iraburu:me aburre profundamente su discurso.Es añejo desfasado,insulso y carece del espíritu real del Evangelio.Cristo,verdadera luz de todo ser humano,no estaba obsesionado con la herejía y el pecado.Le importaban las personas,sus anhelos y sufrimientos y su forma de relacionarse con Dios.Vino a traernos la vida y de forma abundante.Ni toda la herencia leprosa de los siglos de disertaciones teológicas anodinas han podido desfigurar la belleza de su rostro.Espero con corazón sincero que lo podáis descubrir en el respíritu de la Escritura.Un abrazo de un hermano
24/11/09 12:33 PM
  
José María Iraburu
Pedro Ruiz
Tranquilo. En InfoCatólica hay 27 blogs, y si éste le aburre y le indigna, vaya con los otros. Y si también le parecen insulsos y desfasados, hay montones de páginas-web de información religiosa, para todos los criterios y gustos.
24/11/09 2:10 PM
¡Felicitaciones! Sólo precisaría que la anticoncepción que no admite justificaciones es la anticoncepción conyugal, que es la que arruina el amor de los esposos. De la anticoncepción en el adulterio o en la fornicación, el catecismo no se ocupa... porque no hace falta.
Un saludo
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JMI.- La anticoncepción en el adulterio y la fornicación es también gravemente ilícita.
07/01/10 3:42 PM
  
Carolina
Padre José María Iraburu:
Qué posición tiene la Iglesia Católica con respecto a lo siguiente:
* No hay gente en el infierno.
* Judas Izcariote se salvó.
Dios le bendiga, Padre.
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JMI.-Mire el Catecismo 1033-1041.
18/02/15 12:22 AM

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