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3.11.25

El sistema de la democracia (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia)

406 Un juicio explícito y articulado sobre la democracia está contenido en la encíclica «Centesimus annus»: «La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad».837

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2.11.25

Se equivocan los que niegan la necesidad de organizaciones políticas católicas (José María Iraburu)

–Ahora va a resultar que la democracia y los partidos políticos son algo bueno.
–Las síntesis mentales que usted formula son de una simplicidad desoladora. Siga leyendo, por favor.

Los partidos políticos católicos solamente pueden existir si hay hombres intelectual y moralmente capaces de una acción política verdaderamente católica. Es ésta una verdad tan evidente que parece innecesario afirmarla. Pero bien sabemos que a veces las verdades más fundamentales son las más ignoradas. Señalo, pues, las condiciones de esa idoneidad para la acción política católica.

–El político católico debe hoy aceptar en Occidente la democracia, como forma de gobierno. Ya vimos que la Iglesia es neutral a la hora de considerar los diversos regímenes políticos, y que, por supuesto, reconoce la democracia como una forma de gobierno perfectamente legítima (101). Sin embargo, no pocos católicos fervientes, como no han conocido más versiones de la democracia que la democracia liberal-relativista, es decir, una forma degradada de la democracia, rechazan la democracia y los partidos políticos como intrínsecamente perversos. Éstos, por supuesto, no pueden generar partidos políticos católicos.

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25.08.25

Demagogia

Un pueblo virtuoso y bien informado es una condición necesaria para el buen funcionamiento de la democracia.

El DRAE indica dos acepciones de la palabra “demagogia". La segunda proviene de la teoría política de Aristóteles: “Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.” Según Aristóteles, en una verdadera democracia tanto los gobernantes como los gobernados procuran realizar la virtud de la justicia (y, agrego, el bien común). En otras palabras, la democracia requiere que el pueblo sea virtuoso. La virtud, en sentido clásico, es un hábito operativo bueno; podría decirse que es la costumbre de hacer el bien. En este sentido, una persona virtuosa es una buena persona, una persona cabal, “hecha y derecha".

Las primeras democracias modernas se establecieron sobre la base de pueblos cristianos más o menos comprometidos con la moral tradicional. En la medida en que esos pueblos practicaron las virtudes morales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza, honestidad, laboriosidad, fidelidad, generosidad, abnegación, obediencia, solidaridad, patriotismo, etc.), sus naciones tendieron a crecer y prosperar.

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