Nuestra hambre y sed de justicia

La edición de ayer del diario de mayor tiraje de Montevideo dedicó toda la última página de uno de sus suplementos a reproducir un texto de un libro recién editado: José Arocena, Buscando a Dios en el siglo XXI (Editorial Trilce, Montevideo 2014). Me refiero a este texto: José Arocena, El hambre y sed de justicia en los cristianos, en: El País, Sábado 2-8-2014, Suplemento “Qué Pasa”, p. 16. El autor es un filósofo y sociólogo uruguayo, ex Vicerrector de la Universidad Católica del Uruguay.

A mi juicio, el texto en cuestión, aunque contiene muchas cosas compartibles, tiende hacia una teología política afín a la corriente principal de la llamada “teología de la liberación”. Para ilustrar esto analizaré el comentario de Arocena a la cuarta bienaventuranza, según el primer Evangelio: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.” (Mateo 5,6).

Arocena comenta: “Jesús termina esta bienaventuranza diciendo “porque serán saciados”. Frecuentemente se ha interpretado esta parte de la frase, afirmando que el hambre y la sed serán saciadas en la otra vida. Esta manera de entender las palabras del Maestro conduce directamente al conformismo y a la tranquilización de las conciencias. Da lugar a un razonamiento que justifica cualquier orden social por injusto que sea. La justicia deja de ser nuestro problema, el hambre y la sed se convierten en indiferencia, en esa actitud cómoda de mirar para el costado.

Pienso que este comentario de Arocena es muy desacertado, por dos razones.

En primer lugar, ninguna exégesis de las nueve bienaventuranzas de Mateo 5,3-12 puede dejar de lado los siguientes datos básicos:

• Cada una de las bienaventuranzas tiene dos partes: en la primera Jesús declara “felices” a una categoría de personas y en la segunda Él indica la razón que justifica esa declaración.
• En siete de las nueve bienaventuranzas, esa razón tiene la forma de una promesa explícita (“porque recibirán la tierra en herencia”, “porque serán consolados”, etc.).
• Dos de esas promesas son tales que, muy claramente, sólo se pueden cumplir en la vida eterna, el futuro absoluto y trascendente: “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. (…) Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo…” (Mateo 5,8.11-12).

El evidente paralelismo entre las nueve bienaventuranzas obliga a pensar que todas ellas (no sólo las dos recién citadas) deben interpretarse como promesas que, aunque de algún modo comienzan a cumplirse parcialmente en la vida terrena, sólo se cumplirán plenamente más allá de la muerte, cuando se manifieste en todo su esplendor la perfecta justicia de Dios, que supera infinitamente a toda justicia terrena.

En segundo lugar, es falso que el carácter trascendente de la esperanza cristiana, tal como brilla en las bienaventuranzas, tanto en su formulación original como en la reflexión cristiana tradicional sobre ellas, conduzca directamente al conformismo. Al contrario, esa esperanza, rectamente entendida, ha conducido siempre a una alta valoración de la vida terrena. Ésta tiene un valor importantísimo para el hombre, porque en ella él se juega su destino eterno. Con respecto a la doctrina cristiana tradicional, pues, no hay razón para reeditar la tesis marxista de la religión como “opio de los pueblos”. En cambio, cabe sostener que el ateísmo materialista y el panteísmo oriental operan hoy como verdaderos “opios de los pueblos”. Tanto el primero, con su negación de la libertad espiritual (el hombre como mero manojo de átomos), como el segundo, con su negación de la realidad del mundo visible (el otro hombre como mera ilusión), conducen en buena lógica a un conformismo mucho más desarrollado que cualquier interpretación desequilibrada de la relación cristiana entre el tiempo y la eternidad.

La extensa e intensa práctica cristiana de la caridad a lo largo de los siglos demuestra que la comprensión cristiana de la correcta relación entre la esperanza teologal y las esperanzas intramundanas no se ha limitado al nivel teórico, sino que ha sido fecunda en obras de justicia.

Daniel Iglesias Grèzes


InfoCatólica necesita vuestra ayuda.


Para suscribirse a la revista virtual gratuita de teología católica Fe y Razón, por favor complete y envíe este simple formulario. Recomendamos dejar el formato HTML.
Se enviará automáticamente un mensaje a su email pidiendo la confirmación de la suscripción. Luego ingrese a su email y confirme la suscripción, presionando el enlace correspondiente.

1 comentario

  
Ricardo de Argentina
Entiendo que el pensamiento de Arocena está alineado con lo aseverado por Marx: "La Religión es el opio de los pueblos". Él lo dice con otras palabras: "... conduce directamente al conformismo y a la tranquilización de las conciencias."

Sólo que Arocena, a diferencia de Marx, no se refiere frontalmente a "La Religión", sino que habla en cambio de "Esta manera de entender las palabras del Maestro...".
O sea que no se tira frontalmente contra la Religión (faltaría más en el Señor Vicerrector de una Universidad Católica), sino más bien contra una cierta "manera de entender" a la Religión.
La cual manera sería absolutamente reprobable, fruto de la comodidad y de inaceptables componendas con la injusticia más flagrante.
El hecho de que esa "manera de entender" fuese la oficial de la Iglesia Católica, no pareciera inmutar al ingigne y católico vicerrector. Antes bien, él nos trae su hallazgo: hay "otra" manera de entender la Religión.

Se trata en definitiva de infiltrar, vía re-interpretación retorcida, las enseñanzas marxistas como si fuesen compatibles con el Evangelio.
O sea que es tal como dices Daniel, pues éste y no otro es el fin de las principales ramas de la así llamada "Teología de la Liberación".
03/08/14 4:44 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.