Los desafíos de la técnica según la Encíclica “Caritas in Veritate” (2)

Mi tercera tesis es que, si no respeta la naturaleza humana, la técnica se convierte en una grave amenaza contra el mismo ser humano, en sus dimensiones individual y social.

Si las nociones de “naturaleza humana” y de “fin último trascendente del hombre” faltan o se oscurecen, como ocurre en las corrientes de pensamiento dominantes de la cultura contemporánea, el significado de la moral cristiana se vuelve incomprensible. Si Dios no existe y el hombre es sólo un producto del azar, su existencia no tiene ninguna finalidad objetiva, por lo cual tampoco puede existir ningún orden moral objetivo, ninguna ley moral natural. Por lo tanto, en última instancia todo está permitido. Al que no va a ningún lugar, cualquier camino le sirve. En la perspectiva atea, la moral se reduce a un conjunto de convenciones sociales con un valor puramente relativo y utilitario, más o menos como las normas de etiqueta o las leyes del tránsito. De allí se llega fácilmente a la noción liberal de una autonomía moral absoluta del individuo. La libertad de elección, que en la visión cristiana es sólo un medio para el desarrollo humano integral, pasa a ser considerada en el liberalismo como el valor supremo. Cuando predominan estas ideologías relativistas y liberales, se pierde el sistema de referencia adecuado para medir la moralidad de las distintas aplicaciones de la técnica y surge el peligro de una ciencia sin conciencia y de una cultura tecnocrática, que muy a menudo confunde lo técnicamente posible con lo moralmente lícito.

El Papa Benedicto XVI alerta contra estas tendencias con las siguientes palabras:

El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma. De modo análogo, también el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando los «prodigios» de la tecnología. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los «prodigios» de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista. Ante esta pretensión prometeica, hemos de fortalecer el aprecio por una libertad no arbitraria, sino verdaderamente humanizada por el reconocimiento del bien que la precede. Para alcanzar este objetivo, es necesario que el hombre entre en sí mismo para descubrir las normas fundamentales de la ley moral natural que Dios ha inscrito en su corazón.” (CV, 68).

En esta perspectiva, el error principal hoy en boga consiste en la concepción que reduce el desarrollo humano y social al mero desarrollo económico. El ser humano es una unidad sustancial de cuerpo material y alma espiritual. La sociedad que, por medios técnicos, busca únicamente el desarrollo material e ignora completamente la dimensión espiritual y religiosa de la persona humana, sólo puede lograr un desarrollo que no respeta la verdad integral sobre el hombre y que, a la corta o a la larga, se vuelve contra el mismo hombre. Como respondió Jesucristo nada menos que a Satanás, “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4,4).

Al respecto, el Papa Benedicto XVI nos enseña lo siguiente:

El desarrollo tecnológico puede alentar la idea de la autosuficiencia de la técnica, cuando el hombre se pregunta sólo por el cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar. Por eso, la técnica tiene un rostro ambiguo. Nacida de la creatividad humana como instrumento de la libertad de la persona, puede entenderse como elemento de una libertad absoluta, que desea prescindir de los límites inherentes a las cosas. El proceso de globalización podría sustituir las ideologías por la técnica, transformándose ella misma en un poder ideológico, que expondría a la humanidad al riesgo de encontrarse encerrada dentro de un a priori del cual no podría salir para encontrar el ser y la verdad. En ese caso, cada uno de nosotros conocería, evaluaría y decidiría los aspectos de su vida desde un horizonte cultural tecnocrático, al que perteneceríamos estructuralmente, sin poder encontrar jamás un sentido que no sea producido por nosotros mismos. Esta visión refuerza mucho hoy la mentalidad tecnicista, que hace coincidir la verdad con lo factible. Pero cuando el único criterio de verdad es la eficiencia y la utilidad, se niega automáticamente el desarrollo. En efecto, el verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona considerada en la globalidad de su ser. Incluso cuando el hombre opera a través de un satélite o de un impulso electrónico a distancia, su actuar permanece siempre humano, expresión de una libertad responsable. La técnica atrae fuertemente al hombre, porque lo rescata de las limitaciones físicas y le amplía el horizonte. Pero la libertad humana es ella misma sólo cuando responde a esta atracción de la técnica con decisiones que son fruto de la responsabilidad moral. De ahí la necesidad apremiante de una formación para un uso ético y responsable de la técnica. Conscientes de esta atracción de la técnica sobre el ser humano, se debe recuperar el verdadero sentido de la libertad, que no consiste en la seducción de una autonomía total, sino en la respuesta a la llamada del ser, comenzando por nuestro propio ser.” (CV, 70).

Prosigue el Papa:

El desarrollo debe abarcar, además de un progreso material, uno espiritual, porque el hombre es «uno en cuerpo y alma», nacido del amor creador de Dios y destinado a vivir eternamente. El ser humano se desarrolla cuando crece espiritualmente, cuando su alma se conoce a sí misma y la verdad que Dios ha impreso germinalmente en ella, cuando dialoga consigo mismo y con su Creador. Lejos de Dios, el hombre está inquieto y se hace frágil. La alienación social y psicológica, y las numerosas neurosis que caracterizan las sociedades opulentas, remiten también a este tipo de causas espirituales. Una sociedad del bienestar, materialmente desarrollada, pero que oprime el alma, no está en sí misma bien orientada hacia un auténtico desarrollo. Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, y la desesperación en la que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual. El vacío en que el alma se siente abandonada, contando incluso con numerosas terapias para el cuerpo y para la psique, hace sufrir. No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo.” (CV,76).

Mi cuarta tesis es que la grave amenaza de un progreso técnico amoral no es una mera posibilidad teórica sino una triste realidad que hiere seriamente a nuestra actual civilización.

En el siglo XIX, muchos racionalistas, positivistas, liberales y masones esperaban que la razón humana llegara a conocerlo todo, resolviendo todos los misterios; y que, rompiendo con todas las tradiciones irracionales del pasado (sobre todo religiosas), produjera por sí misma una nueva era de progreso indefinido. Sin embargo, todo el siglo XX, con sus dos guerras mundiales, sus sistemas totalitarios, sus genocidios y su bomba atómica, fue un tremendo desmentido de este proyecto de la Ilustración y una prueba de su fracaso catastrófico.

A pesar de estas evidencias, no se ha corregido sustancialmente el rumbo. En las últimas décadas, nuestra cultura ha pasado del racionalismo de la modernidad al irracionalismo de la post-modernidad, pero eso no ha hecho mella en el auge de la mentalidad cientificista y tecnocrática. Muchos hombres de nuestro tiempo han perdido la fe en las religiones, las filosofías y las ideologías políticas, pero sin embargo conservan la fe en el progreso. Generalmente ellos ponen su confianza absoluta sólo en la ciencia y en la técnica, a las que convierten así en ídolos.

El filósofo escocés Alasdair MacIntyre, en After Virtue (Tras la Virtud) (8), uno de los libros de filosofía política más influyentes de nuestra época, narró de forma elocuente y penetrante la historia del surgimiento y el auge del relativismo o subjetivismo moral en nuestra civilización occidental, destacando especialmente la influencia del pensamiento de Kant y de Nietzche en ese proceso. MacIntyre sostiene que el subjetivismo moral (al que él llama “emotivismo”) ha llegado a predominar en tal grado en el ámbito público que ha vuelto imposible dilucidar en ese ámbito los debates morales más importantes de nuestra época, debido a la falta de principios intelectuales comunes entre los diversos interlocutores o contendientes. El mismo autor afirma que los tres personajes más característicos de nuestra época son el manager (o gerente), el terapeuta y el vividor rico (the rich aesthete). El rasgo común más saliente de esos tres personajes es su amoralidad. El manager y el terapeuta típicos tratan los objetivos como algo dado, más allá de su competencia, y se preocupan solamente de aplicar de forma eficaz y eficiente las técnicas empresariales o terapéuticas requeridas para que su empresa o su paciente “funcionen”, alcanzando los fines que se han propuesto. El vividor rico elige sus propios fines en términos igualmente amorales, buscando maximizar su placer, riqueza o poder individual. Los tres personajes manipulan hábilmente a sus semejantes.

Benedicto XVI, además de hacer un análisis general de la crisis causada por el desequilibrio entre el gran desarrollo técnico y el escaso desarrollo moral y espiritual en las sociedades contemporáneas, analiza también dos ámbitos particulares donde ese desequilibrio es especialmente grave. Consideraré ahora el primero de esos ámbitos (los medios de comunicación social), dejando para la tesis siguiente el otro ámbito (el de la biotecnología y la bioética).

Acerca de los medios, Benedicto XVI dice –entre otras cosas– lo siguiente:

El desarrollo tecnológico está relacionado con la influencia cada vez mayor de los medios de comunicación social. Es casi imposible imaginar ya la existencia de la familia humana sin su presencia. Para bien o para mal, se han introducido de tal manera en la vida del mundo, que parece realmente absurda la postura de quienes defienden su neutralidad y, consiguientemente, reivindican su autonomía con respecto a la moral de las personas. Muchas veces, tendencias de este tipo, que enfatizan la naturaleza estrictamente técnica de estos medios, favorecen de hecho su subordinación a los intereses económicos, al dominio de los mercados, sin olvidar el deseo de imponer parámetros culturales en función de proyectos de carácter ideológico y político.” (CV, 73).

El afán desenfrenado de lucro que prevalece hoy en tantas empresas tiene consecuencias particularmente graves en las empresas que gestionan grandes medios de comunicación social, que detentan una enorme influencia social, que con demasiada frecuencia es utilizada como vehículo para difundir una mentalidad consumista, hedonista e individualista, que es la antítesis casi perfecta de los tres consejos evangélicos: pobreza, castidad y obediencia. Se produce así una especie de invasión del mal o contaminación moral en nuestras familias y sociedades.

Subrayo aquí que la democratización de la información posibilitada por Internet ofrece hoy a la Iglesia una gran oportunidad para la evangelización de la cultura, contrariamente a lo que sucede con la televisión y la prensa escrita, controladas por un número relativamente pequeño de grupos muy poderosos.

Mi quinta tesis es que la causa primera del actual divorcio entre la tecnología y la moral es el pecado original.

En un texto que ya he citado (CV, 68), el Papa aludió al mito de Prometeo, que tiene algunas semejanzas con el relato bíblico del pecado original. Según la mitología griega, Prometeo, uno de los titanes, robó fuego del cielo y lo transmitió a los hombres, iniciando así la primera civilización humana. Prometeo no recibió el desarrollo como un don de lo alto, sino que lo arrebató por la fuerza, por lo que fue castigado por Zeus. Análogamente, Adán y Eva, en la dramática instancia de la caída, se dejaron seducir por el deseo de llegar a ser como dioses, pero obrando en contra de la voluntad de Dios. El pecado original no residió en que Adán y Eva quisieran ser como dioses, pues Dios mismo los había creado a su imagen y semejanza y los había llamado a ser sus hijos, sino en que comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el único que Dios les había prohibido comer. Su pecado tampoco consistió en querer conocer el bien y el mal (puesto que esto es lo que corresponde a una conciencia recta), sino en querer determinar por sí mismos, arbitrariamente, qué era el bien y qué era el mal para ellos. Adán y Eva desoyeron la ley moral inscrita en su propia conciencia y obraron en contra de su misma naturaleza. Quisieron ser felices al margen de Dios o en contra de Dios, cosa absurda e imposible.

Un agudo pensador ha observado que el dogma del pecado original es el único dogma cristiano que es casi susceptible de una comprobación empírica. En efecto, es fácil constatar que, en el ámbito de nuestra experiencia, rige lo que podríamos “la ley de la culpabilidad universal”. Todos nosotros, con nuestras culpas leves o graves, contribuimos a embrollar las cosas en todos los niveles.

La Biblia vincula el origen de la técnica con la descendencia de Caín (cf. Génesis 4,22) y asocia una portentosa obra técnica (la construcción de la torre de Babel: Génesis 11,1-9) con un momento importante en la historia del pecado. Esto nos indica que, en el hombre caído por el pecado, el poderío técnico puede convertirse en una herramienta muy eficaz de alienación y de desunión social. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes

Ponencia presentada en la Segunda Jornada Académica de “Fe y Razón”
Montevideo, 14/10/2010.

Notas

8) Alasdair MacIntyre, After Virtue. A Study in Moral Theory, University of Notre Dame Press, Notre Dame, Indiana, 1984, Second edition).

4 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Daniel, juro y recontrajuro que cuando escribí mi comentario en el post anterior, ho nahía leído éste.
Creo que coincidimos absolutamente.
Copio mi comentario aquí, que me parece lugar más a propósito:

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El problema de la técnica y de la tecnología omnipresente está vinculado a la intencionalidad conque se la desarrolla. Una cosa es la técnología desarrollada para dar mayor gloria a Dios, y otra muy diferente, es más, opuesta, es la tecnología desarrolada con la finalidad de dar mayor gloria al Hombre. O sea, hablando en político, la tecnología desarrollada como INSTRUMENTO DE PODER Y DE DOMINACION.

A partir del quiebre esencial producido luego de la Reforma Protestante, la orientación dada al desarrollo tecnológico ha sido esta última, y lo es terriblemente en la actualidad. Así, no es casualidad que los países más avanzados tecnológicamente recurrieran y recurran a prácticas netamente esclavistas. Sucedió en Inglaterra, que financió el desarrollo tecnológico de la Revolución Industrial con la explotación inhumana de su proletariado y con el redituable comercio de negros que compraba a los musulmanes del Africa.
Y sucede ahora con China, país esclavizado por sus propios gobernantes en complicidad con la mayoría de los gobiernos occidentales, que cuenta con fábricas de cientos de miles de empleados mantenidos peor que los animales. Y sembrando la desocupación en muchísimos otros países.

Cuando el hombre se revuelve contra Dios, o se aparta de Dios considerándose dueño del mundo y de su destino, todo lo que podría haber de bueno a su servicio se le vuelve en contra.
16/10/10 1:21 PM
16/10/10 2:47 PM
  
Ricardo de Argentina
No coincidimos en cambio cuando dices:
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Subrayo aquí que la democratización de la información posibilitada por Internet ofrece hoy a la Iglesia una gran oportunidad para la evangelización de la cultura, contrariamente a lo que sucede con la televisión y la prensa escrita, controladas por un número relativamente pequeño de grupos muy poderosos
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Porque yo entiendo que en Internet se ejerce una censura del tipo "por aplastamiento". Diez o 100 o 10.000 páginas católicas no son NADA en proporción a las MILLONES de páginas que existen. LA censura "por aplastamiento" es típica de la "libertad de prensa".

Y ten por seguro que los dueños de las TVs y los restantes medios, también están detrás de Internet.

Internet no es la "gran" oportunidad para la Iglesia sino un campo más de acción, que lamentablemente el Enemigo ya ha llenado de cizaña.

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DIG: Estimado Ricardo: Evidentemente también Internet, como cualquier otra tecnología, es moralmente ambivalente. Pero es también una herramienta poderosa para el bien, y está al alcance de casi cualquiera. Basta tener una verdad para comunicar, un mínimo de conocimientos técnicos y de recursos materiales y económicos, y mucho ardor en el corazón, y ya una sola persona (mejor si son más) está habilitada para hacer mucho bien a muchas personas a través de Internet.
16/10/10 2:54 PM
  
Asclepio
Respetable amigo Ricardo:

Coincido plenamente con el Blogeer Daniel, en la enorme y grandiosa oportunidad de presente y de futuro, que representa INTERNET para la EVANGELIZACIÓN. y no solo de la CULTURA humanista cristiana, sino de la difusión de la verdadera e inefable DOCTRINA CATÓLICA y VERDAD DE JESUCRISTO.

No nos damos bien cuenta, pero INTERNET es la herramienta más prodigiosa surgida jamás de la mente del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, en cuanto a la difusión de la religión, de las ideas , de la cultura y del conocimiento del ser humano ( en todos los ordenes ).

San Pablo, tendría ya hoy y en PERFECTO funcionamiento, la más grande, inteligente y extensa RED MUNDIAL ( CATÓLICA - UNIVERSAL ) de INMENSA difusión del SANTO EVANGELIO y de la sagrada PALABRA DE DIOS.

Sin INTERNET, no podríamos estar disfrutando de esta preciosa TESIS que nos presenta DIG.

Ni comentar juntos y sin censura alguna ( salvo las elementales normas de las personas educadas ).

Ni de INFOCATÓLICA, ni de tantísimas Webs católicas ( Vaticano incluido ) que poco a poco y progresivamente van apareciendo en todos los idiomas y por todo el mundo.

INTERNET tiene para la Iglesia, un futuro esplendoroso y genial, si utiliza correcta y adecuadamente.

Todas las Parroquias del MUNDOI deberían estar ya conectadas y UNIDAS a INTERNET ( manejadas por voluntarios creyentes jóvenes ) y con cámara WEB y pantallas gigantes dentro de las Iglesias para ver al Santo Padre en DIRECTO y escuchar sus preciosas homilías con toda comodidad y a todo sonido y color a nivel universal.

Ricardo, INTERNET es el FUTURO. No lo dudes nunca.

Y la Santa Iglesia DEBE NECESARIAMENTE APRENDER A UTILIZARLO para cristianizar y reevangelizar el mundo entero.

Como dice Cervantes; " Cosas veredes Sancho, que te han de asombrar ".

Atentos saludos.
16/10/10 9:13 PM
  
Asclepìo
Al hilo de la " Caritas in Veritatis " y de las inteligentísimas palabras del sabio Benedicto XVI, el amigo Daniel, va tejiendo una TESIS formidable y levantando un precioso e inteligente edificio mental sobre los graves desafíos tecnológicos del mundo actual.

Graves, muy graves, si el mundo se olvida de su Creador, Rey y Señor. JESUCRISTO, Dios y Hombre verdadero.

Me estoy quedando verdaderamente maravillado, y la estoy guardando en mis archivos, como UN TESORO, para poder memorizarla y saborearla muy despacio.

Felicidades Blogeer Daniel.

Por ahora, todo perfecto en mi humilde opinión.

Atentos saludos desde Madrid.
16/10/10 9:25 PM

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