Ya hemos visto más de una vez en este sitio cómo la ideología del evolucionismo (la del macro-evolucionismo, es decir, la que plantea lo de los “saltos específicos”) no se queda sólo en el cacareo constante del mito del paso del mono al hombre.
No. No termina allí. Porque este planteo, como venimos diciendo desde hace años, es el soporte intelectual que los imperialistas del siglo XIX utilizaron para demostrar la “conveniencia” de sus colonialismos en los países sub-desarrollados.
- “Ustedes son negros y, por ende, cercanos al mono, por eso conviene que nosotros los dominemos” -sería el mensaje no tan subliminal.
Y, si a eso le agregamos la doctrina de la predestinación calvinista, donde los pobres se van al infierno y los ricos al cielo, estamos listos.
Ya hemos hablado del tema cuando tocamos el caso de Ota Benga o, más aún, cuando realizamos nuestro Curso sobre el Evolucionismo (aquí)
Con el fin de continuar con este planteo es que resumimos aquí el caso de Sara Baartman, la “Venus Negra”, el trágico caso de la mujer africana, esclavizada prostituida y exhibida como un “eslabón perdido” para,
Que no te la cuenten…
Javier Olivera Ravasi, SE
2/2/2022
La multitud[1] se agolpaba en el callejón. La tarde recién arrancaba en Piccadilly Circus. Todos peleaban por entrar al Egyptian Hall. Es que por sólo dos chelines tendrían la posibilidad de ver la mejor atracción que ofrecía Londres en aquel 1810.
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