Estigmas de Isabel: los marranos o falsos conversos (3-8)

b. Segundo estigma: la cuestión de los «marranos»

En tiempos de los visigodos (s. VIII) existía ya desde hacía siglos un gran número de judíos en España. Los hijos de Abraham según la carne, habían llegado en sucesivas oleadas a la península con el correr de los años, donde la convivencia era, con sus más y sus menos, pacífica; pero la invasión musulmana (año 711) cambiaría las cosas.

Fue el pueblo de Israel quien, desde sus dirigentes, no sólo instó a los seguidores de Mahoma, sino que colaboró positivamente en el desembarco de la medialuna en tierras cristianas; la recompensa por tal traición no serían treinta monedas de plata, como antaño recibió un apóstol, sino la obtención de diversos cargos en Granada, Sevilla y Córdoba, tres de las grandes ciudades conquistadas.

Que la ayuda para el desembarco y la traición se haya producido, nadie lo duda; ni siquiera la misma Enciclopedia Judía quien, con sinceridad, aduce: «un hecho indiscutible es que los judíos, de forma indirecta o a través de sus correligionarios africanos, alentaron la conquista de España por parte de los musulmanes»[1]; tampoco escapan al bulto algunos historiadores judíos, como Simón Dubnow cuando dice:

Los judíos recibieron a los árabes como a sus libertadores y les ayudaron en su lucha contra los visigodos. Cuando los musulmanes conquistaban una ciudad, sus dirigentes la entregaban al cuidado de los judíos, en quie­nes veían amigos leales… La capital de España, Toledo, fue entregada al guerrero árabe Tarik por los israelitas, los cuales le abrieron las puer­tas de la ciudad mientras la población cristiana huía a buscar refugio en las iglesias. El cuidado de la capital también fue confiado a los he­breos. De este modo los judíos se convirtieron en dueños de las ciuda­des de las cuales antes se les ahuyentaba despiadadamente[2].

Por su parte, el judío Sand señala: «en su compilación Israel in Exile, Ben-Zion Dinur había incluido muchas citas de fuentes árabes que corroboraban a las cristianas; una de ellas es la siguiente: “El tercer regimiento, que había sido enviado contra Elvira, sitió Granada, la capital de ese Estado, y confió el bloqueo a una fuerza local formada por musulmanes y judíos, y eso fue lo que hicieron allí donde encontraron judíos (…). Después de un asedio que duró muchos meses, Musa capturó la ciudad, y los cristianos huyeron a Baya. Dejando a los judíos como el ejército permanente en Sevilla, Musa avanzó hacia Mérida. Además, cuando Tariq vio que Toledo estaba vacía, llevó allí a los judíos y dejó a algunos de sus hombres con ellos, mientras que él se dirigía hacia Wadi al-Hajara (Guadalajara)”. Tariq ibn-Ziyad, el comandante supremo y primer gobernador musulmán de la península ibérica (Gibraltar lleva su nombre), era un bereber de la tribu judaizada de Nefouça. Llegó a España con siete mil soldados que pronto se convirtieron en veinticinco mil, ya que muchos de los habitantes se unieron a ellos. Dinur dice que “entre ellos había muchos judíos”. El historiador sionista, que saca su información de investigadores españoles, admite con reluctancia que algunos de estos investigadores “sostienen que todos los bereberes que tomaron parte en la conquista árabe de España eran judaizados”. Sería una exageración fabulosa sostener que la conquista de España fue una operación coordinada de musulmanes y bereberes judíos. Pero, como hemos visto, la fructífera cooperación entre las dos religiones empezó en Iberia al comienzo de la invasión, por lo que es razonable suponer que el estatus favorecido de los judíos contribuyó a una significativa expansión de sus comunidades. Sin embargo, los judíos que ya estaban establecidos sólo pudieron poner en práctica su habilidad para proselitizar a paganos y cristianos en las primeras etapas de la presencia musulmana, cuando la hegemonía cristiana se retiró y la conversión masiva al islam todavía no había empezado. Esta opción empezaría a reducirse en el siglo IX, aunque nunca desapareció por completo. La oleada de islamización no detuvo la inmigración de creyentes judíos de todas partes de la Europa meridional y todavía más de África del Norte. En su importante libro sobre la judería sefardí, Yitzhak Baer señaló con admiración que la España Árabe se había convertido en un “refugio para judíos”. La comunidad judía prosperó demográficamente gracias al proselitismo local y a las oleadas de conquistas e inmigración»[3].

Inmediatamente después de la invasión, España se pondrá vigorosamente en campaña para una reconquista que durará más de siete siglos. Contrariamente a lo que se pensaría, la ayuda prestada por la Sinagoga a los hijos del Corán, no sólo les traerá grandes represalias de parte de los príncipes cristianos; que las hubo, las hubo, especialmente al inicio, pero se debía convivir con ellos. Y esto es lo que sucedió en la historia de España; para citar sólo un ejemplo, recordemos que cuando el rey San Fernando reconquistó Sevilla en 1224, entregó cuatro mezquitas para que fuesen transformadas en sinagogas judías, con la sola condición de que se abstuvieran de injuriar la fe católica y de propagar su culto entre los cristianos. Es decir, había un régimen de tolerancia en España.

Y lo hubo incluso durante el período en que eran expulsados de varios países luego de la aparición pública del Talmud, libro que había permanecido oculto dentro de las juderías pero que, en el siglo XIII salió a la luz.

En efecto, como señala Ramiro Sáenz[4], desde que comenzaron las grandes migraciones de judíos hacia Occidente los israelitas decidieron recopilar en un texto los comentarios de los más grandes rabinos sobre los libros sagrados. El Talmud resulta ser un completo código civil y religioso orientado a legislar las costumbres judaicas; allí, interpretando y comentando el Antiguo Testamento, se lo hacía de modo tal que no coincidiese en absoluto con alguna posible interpretación cristiana. Sin embargo, no sólo se quedaba en eso; se leía (y se lee aún, para quien pueda acceder a un ejemplar) que Jesús fue un seductor y un idólatra que no enseñó más que errores y herejías. De los cristianos se dice que son idólatras, homicidas, libertinos, bestias con forma humana, animales impuros, bueyes, cerdos, perros y asnos, estiércol, de origen diabólico, cuyos cadáveres, destinados al infierno, son peores que los de las bestias, por lo que deben ser evitados y exterminados. También se agrega que al judío no le es lícito tener niñera, ni preceptor, ni médico, ni peluquero ni partera cristianos, mientras que el judío es siempre bueno, aunque tenga pecados; su dignidad es tan alta que ni los ángeles la igualan. Sólo él es hombre y quienes revelan los secretos del Talmud deben ser asesinados, lo mismo que los judíos que reciben el bautismo…

Todo un código de «tolerancia democrática», como se ve.

El texto judío había pasado casi desapercibido en Europa hasta que, en tiempos de San Luis de Francia, un sacerdote dominico converso, Nicolás Donin, lo dio a conocer en 1236.

La Iglesia en Francia solicitó medidas a la Santa Sede para saber qué debía hacerse con aquel texto que contenía, al menos treinta y cinco proposiciones blasfemas contra el cristianismo. El papa Gregorio IX, sabiamente, tomó una decisión prudente: lo haría estudiar por la universidad de París antes de tomar ninguna determinación; y así sucedió. Luego de un sesudo análisis el veredicto se dio a conocer el 3 de marzo del 1240; allí se mandaba confiscar y quemar todos los ejemplares del Talmud en donde se comprobasen tales proposiciones.

España, la tolerante España de San Fernando rey, no acató inmediatamente la medida, sino que pidió que se realizasen dos acciones previas: un interrogatorio a los cuatro rabinos más prestigiosos de Francia y un debate público entre ellos y el dominico Donin. La disputa se dio y, luego de terminada, el Talmud fue declarado nuevamente blasfemo y digno de destrucción.

Recién en mayo de 1248 se ejecutó la orden papal (sólo en Francia) quemándose 20 carretas con ejemplares del texto hebreo; desde entonces la presencia de los judíos en toda la Cristiandad se pondría seriamente en cuestión, siendo vistos, principalmente por el pueblo sencillo, como extranjeros en patria ajena y simplemente soportados pro bono pacis, es decir, en favor de la paz.

Sin embargo, si nos atenemos a la historia, a pesar de estos resquemores, a fines del siglo XIII los israelitas gozaban de un singular poder entre los reinos cristianos y era tan grande su influencia, que hasta estaban exentos del cumplimiento de diversas leyes por el hecho de no ser cristianos.

Con un régimen especial de vida, aprovechaban su situación legal, como bien señala Walsh:

Todo el capital y el comercio de la nación se encontraba en sus manos, por lo que eran prácticamente los únicos banqueros y prestamistas en una época en la que la usura estaba prohibida por la Iglesia. En Aragón prestaban generalmente al 20%; en Castilla, al 33 y un tercio por ciento. Durante el hambre de 1326 la alhama judía de Cuenca se negó a prestar dinero y trigo para la siembra a menos que se pagara un interés del 40%; la miseria que sufría la población obligó al concejo de la ciudad a aceptar dicho interés (…). El ciudadano, gravado con fuertes impuestos; el campesino sin dinero para comprar semillas que sembrar; el burgués chantajeado por algún noble sin escrúpulos… todos, en su desesperación, acudían a los judíos para acabar convirtiéndose económicamente en sus esclavos[5].

 

¿Por qué tenían esta libertad para prestar? Simplemente porque, al no ser cristianos, no estaban sujetos a la jurisdicción de la Iglesia ni a sus mandamientos, que impedían prestar a interés y «poco a poco también el gobierno pasó a manos de los judíos. Aunque el pueblo llano, comido de deudas, los odiaba cordialmente, los reyes y grandes propietarios se dedicaban a protegerlos por si en algún momento necesitaban de sus servicios»[6].

Los hijos de Abraham según la carne, lograrían también enormes beneficios por sus prácticas seculares, como escribe el Bernáldez, contemporáneo de los Reyes Católicos:

Nunca quisieron tomar oficios de arar ni cavar, ni andar por los campos criando ganados, ni lo enseñaron a sus fijos salvo oficios de poblados, y de estar asentados ganando de comer con poco trabajo. Muchos de ellos en estos Reinos en pocos tiempos allegaron muy grandes caudales e haciendas, porque de logros e usuras no hacían conciencia, diciendo que lo ganaban con sus enemigos, atándose al dicho que Dios mandó en la salida del pueblo de Israel, robar a Egipto (…). Ninguno rompía la tierra ni era labrador, ni carpintero, ni albañil, sino que todos buscaban oficios holgados e de modos de ganar con poco trabajo[7].

El descubrimiento del Talmud, sumado al recelo que el pueblo tiene por los prestamistas, iría aumentando más y más con el tiempo.

Pero citemos una vez más a la misma Enciclopedia Judía cuando habla de sus congéneres:

Eran aficionados al lujo y sus mujeres vestían ropas costosas de grandes colas y se adornaban con ricas joyas; todo ello hacía aumentar el odio del pueblo hacia ellos. Eran pendencieros e inclinados al robo y a menudo se atacaban e insultaban los unos a los otros en sus sinagogas y casas de oración, infligiéndose mutuamente heridas con la espada que solían llevar consigo[8].

Conforme al sistema feudal, poseían legislación propia sobre su administración temporal, libertad religiosa, educativa e incluso judicial con sus fueros ya que podían sustanciar sus propias causas, tanto en lo contencioso como en lo criminal. Según un historiador judío y hablando de España, «en ningún país europeo logró mayor libertad para organizarse»[9].

Sumado a todo ello (y quizás como consecuencia) el pueblo europeo los acusó cuando la Peste Negra[10] arrasó a la Cristiandad; se comenzó a decir que habían envenenado los pozos de agua, que habían esparcido los virus, etc., al punto que el mismo Papa Clemente VI debió salir al cruce, denunciando como calumniosas tales acusaciones y amenazando con la excomunión a quienes las promoviesen. Castilla no quedó exenta de dicha confusión; fue por esta época cuando muchos hebreos pidieron el bautismo para verse libres de persecuciones. Este fue uno de los orígenes de las falsas conversiones de quienes serían llamados, despectivamente, marranos[11].

El ambiente estaba caldeado; basta con leer, ya un par de siglos después pero con la misma tesitura, El mercader de Venecia, hoy casi proscripto de los teatros por un supuesto antisemitismo. ¡Vaya anacronismo si los hay!

Claro que también hubo conversiones sinceras al punto que muchos de ellos hasta tendrían lugar en las Cortes, como señala el autor judío Neuman: «Isabel y Fernando contaron con un equipo, reducido, aunque importante de judíos. Abraham Seneor era consejero y tesorero mayor de la Herman­dad, Lorenzo Badoz médico de la Reina, Vidal Astori su principal platero, Mayr Melamed, Samuel Abulafia, Abraham y Vidal Bienveniste muy vinculados a sus actividades económicas y políticas, Isaac Abravanel, protegido por los Reyes y otros»[12]. Pues tal era la disposición de la reina quien, en 1477, escribía: «todos los judíos de mis reinos, son míos y están bajo mi amparo y protección y a mí pertenece los defender y amparar y mantener en justicia»[13].

Pero las conversiones simuladas se multiplicaban y el pueblo sencillo, que convivía en sus ciudades, las conocía. Los marranos, iban a Misa el domingo, pero secretamente seguían acudiendo a las sinagogas; como cristianos se encontraban ahora libres de las restricciones impuestas a sus ex-hermanos, hallándose en condiciones no sólo de contraer matrimonio entre las familias nobles de España, sino también de acceder al sacerdocio o a la vida religiosa, lo que inquietaba a no pocos «cristianos viejos». Sin ir más lejos, para la época de Isabel, ya varios sacerdotes y obispos eran descendientes de judíos; y se tornaba difícil saber quién era quién.

Según Walsh, en «1450 había solamente 200.000 judíos declarados que asistían a la sinagoga y a quienes se les había concedido plena libertad religiosa»[14] de unos 5.000.000 de habitantes que vivían en los reinos de Castilla y Aragón, sin embargo, muchos eran los hijos de Israel que observaban ocultamente sus ritos pretendiendo ser cristianos, lo que causaba, naturalmente, la ira del pueblo católico.

No es difícil entender la indignación de los católicos contra los sacerdotes que se burlaban abiertamente de los Sacramentos que aparentaban administrar. «Nadie puede decir cuántos sacerdotes había como Andrés Gomalz, párroco de San Martín de Talavera, quien, en el juicio celebrado en Toledo en 1468, confesó que había continuado siendo judío durante 14 años, que no tenía “intención” de celebrar Misa cuando aparentaba hacerlo y que no garantizaba la absolución a cuantos penitentes se habían confesado con él» Y también los había como Fray García de Tapate, prior del monasterio de jerónimos de Toledo, quien, al hacer la elevación en la Misa, en lugar de pronunciar las palabras de la consagración solía decir: «Arriba, Periquito, que todo el pueblo te vea»; y que acostumbraba a volverse de espaldas a sus penitentes cuando fingía darles la absolución[15].

Como testimonio de la «marranía» de algunos sacerdotes nos ha llegado este precioso soneto del gran poeta español, Francisco de Quevedo[16]:

 

Adoro, aunque te pese, galileo,

el pan que muerden tus rabiosos dientes;

adoro al que, en mortaja de accidentes,

vivo en la muerte que le diste veo.

 

Adoro a Cristo y sus preceptos creo,

aunque de enojo y cólera revientes;

espérenle, si quieren, tus parientes,

que yo en el sacramento lo poseo.

 

Mas ya que en muerte ignominiosa y fiera,

tus padres le abrieron el camino,

no le persigas en el pan siquiera;

 

pues tu boca, a lo que yo imagino,

no le tomaras nunca si él hubiera,

no quedándose en pan, sino en tocino.

 

Pero, ¿cuántos eran los marranos? Dubnow confiesa que «había en España decenas de miles de “marranos”. Muchos de ellos se vincularon por el matrimonio a la nobleza hispana y eran allegados a la corte. Hubo también entre ellos buen número de minis­tros, militares y obispos (…). Parte de ellos se fusionaron realmente con los verdaderos españoles, renunciando a su propio pueblo, pero la mayoría de los “marranos” observaban en secreto el judaísmo»[17].

Otro historiador judío, Cecil Roth, así lo declara:

[Los conversos] formaban en el organismo de la nación un extenso cuerpo extraño, imposible de asimilar y muy difícil de abandonar (…). Fue, sin embargo, notorio que [los conversos] eran cristianos sólo de nombre, observando en público un mínimo de la nueva fe y en privado un máximo de la antigua (…). De la misma manera, hubo una gran masa de conversos dentro de la grey de la Iglesia Cristiana, trabajando insidiosamente por su propia causa dentro de las diversas ramas del cuerpo político y eclesiástico, condenando en forma abierta muchas veces la doctrina de la Iglesia y contaminando con sus influencias la masa total de los creyentes. El bautismo apenas hizo poco más que convertir a una considerable porción de judíos, de infieles fuera de la Iglesia, a herejes dentro de la misma. Era lógico y aun justificado, que desde todos los púlpitos se oyeran apasionados sermones llamando la atención sobre la mala conducta de los nuevos cristianos y apremiando a la toma de medidas para desenmascararlos[18].

Así estaban las cosas para cuando los Reyes Católicos decidieron terminar de reconquistar totalmente España; para entonces, reaparecía el recuerdo de la ayuda judía a la medialuna por lo que, dondequiera se encendiese de nuevo la guerra contra los moros, se temía virtualmente, una posible ayuda judía. Esta era la situación de judíos, marranos y cristianos en 1491.

Es decir, se trataba de un problema político y, finalmente, de una cuestión teológica, al decir de Donoso Cortés.

Recordemos: el Talmud, la acusación de la Peste Negra, los marranos y las infiltraciones en la misma Iglesia y, encima, la posibilidad de un colaboracionismo con el Islam, hacían del tema un verdadero problema político; un verdadero problema social. Tanto Isabel como Fernando debían mantener el orden social y la paz social, pero encontraban «en el judaísmo un elemento antisocial», como decía el mismo Karl Marx[19].

         La reina no creía que la antipatía entre cristianos y conversos naciera de una cuestión racial. (…) Las diferencias entre ambos, como Isabel supo muy bien adivinar, eran principalmente religiosas y no raciales. La reina carecía de prejuicios contra aquellos conversos que intentaban practicar de corazón la doctrina cristiana. Hasta los últimos días de su vida se contaron entre sus hombres de confianza muchos conversos; y era de la opinión de que los judío-cristianos sinceros que habían abandonado por completo las costumbres que señalaban a los judíos como pueblo aparte se llevaban perfectamente bien con sus vecinos cristianos. La asimilación de judíos que se acabó produciendo por parte de los españoles parece apoyar bastante su teoría. No obstante, la impresión que prevalecía en España era la de que la mayoría de los conversos iban a Misa los domingos y los sábados a la sinagoga. Resultaba difícil descubrir cuáles de ellos eran auténticos cristianos y cuáles judíos. Así que la chusma mataba a todos indiscriminadamente. Isabel contemplaba avergonzada y llena de horror semejante injusticia. Pero ¿cómo distinguir al cristiano sincero del falso?[20].

Se trataba —lo repetimos— de un problema político más que religioso; la corona, desde San Fernando hasta Isabel, había posibilitado la convivencia, pero hasta eran los verdaderos conversos quienes deseaban darle un corte al problema: «los autores de sangre hebrea eran los más tenaces y preocupados en advertir el peligro. Este fenómeno ha sido notado por grandes historiadores como Chaunu, que lo denomina “el antijudaísmo militante de los judeocristianos”»[21] pues, como decía el autor pro-judío Lucio de Valera, «la intolerancia de los judíos del siglo XVI fue ciertamente más grande que la de los cristianos»[22].

Era necesaria una solución, y la solución vendría; por un lado sería la particular figura de la Inquisición española y, por último, la medida final de la suspensión de residencia o «expulsión de los judíos».



[1] Jewish Encyclopedia, Funk-Wagnalls, New York 1906, vol XI, 485; traducción propia.

[2] Simón Dubnow, Manual de la historia judía, Judaica, Bs. As.1944, 366.

[3] Schlomo Sand, La invención del pueblo judío, Akal, Madrid 2008, 229-230.

[4] Cfr. Ramiro Sáenz, «España, Isabel y la cuestión judía», en Gladius 61 (2004) 70-72.

[5] William T. Walsh, op. cit., 274-275; cursivas nuestras.

[6] Ibídem, 275.

[7] Andrés Bernáldez, Historia de los Reyes Católicos, B.A.E., Madrid 1953, vol. LXX, 653.

[8] Jewish Encyclopedia, vol. XI, 499.

[9] Abraham Neuman, The jews in Spain, their social, political and cultural life during the middle ages, 2 vols., Filadelfia 1944 (cfr. Ramiro Sáenz, op. cit., 89).

[10] La «peste negra» fue una pandemia que asoló Europa entre 1347 y 1353; se cree que murieron 25.000.000 de personas. Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, afirma que la misma se trató de un castigo divino por la sodomía existente, principalmente en el clero.

[11] No todos lo eran; muchos se convertían sinceramente, como aquellos 35.000 convertidos por la virtud y la elocuencia de San Vicente Ferrer, quien recorrió España predicándoles.

[12] Abraham Neuman, op. cit., 97.

[13] Fernando Vizcaíno Casas, op. cit., 122.

[14] William T. Walsh, op. cit., 22. La cifra total que da Walsh a mediados de siglo, de 200.000 judíos en España para la época de Isabel es análoga a la de recientes estudios: entre 70.000 a 200.000 (cfr. Luis Suárez, Isabel I, Reina, Ariel, Barcelona 2001, 286). La Enciclopedia judía habla de unos 235.000 judíos para 1492 (Jewish Encyclopedia, vol. 11, 501).

[15] William T. Walsh, op. cit., 279; cursivas nuestras.

[16] Francisco de Quevedo y Villegas, «De Quevedo a un clérigo» en Obras completas, Planeta, Barcelona 1968, 618; hemos acomodado la grafía en algunos términos.

[17] Simón Dubnow, op. cit., 643.

[18] Cecil Roth, History of the Marranos, 27, 30, 31; cit. por Philip W. Powell, Árbol de odio, Iris de paz, Madrid 1991, 74.

[19] Karl Marx, Sobre la cuestión judía, Prometeo Libros, Buenos Aires 2004, 43.

[20] William T. Walsh, op. cit., 215.

[21] Pierre Chaunu, La España de Carlos V, Península, Barcelona 1976, t. II, 119.

[22] Cit. por Ramiro Sáenz, op. cit., 94. El franciscano de origen judío, Alonso de Espina en su Fortalitium fidei contra Judaeos, confesor de Enrique IV y rector de Salamanca, así denunciaba en 1460 la apostasía de los conversos: «Yo creo que, si se hiciera en este nuestro tiempo una verdadera inquisición, serían innumerables los entregados al fuego, de cuantos realmente se hallara que judaizan; los cuales, si no fueren aquí más cruelmente castigados que los judíos públicos, habrán de ser quemados en el fuego eterno» (ibídem, 92).

21 comentarios

  
JCA
Muy interesante y esclarecedora la exposición, sobre todo por que tiene tantas fuentes judías. Sin embargo, habría preferido que quedase más clara la distinción terminológica clásica y muy empleada en España judío (religión) / hebreo (origen, raza). Esto de meter a todos los hebreos como «judíos» en el mismo saco es una concepción moderna, la adoptada tanto por el sionismo como por el nacional-socialismo, y fuente de no pocas confusiones y ambigüedades, como se puede columbrar en la declaración Nostra Ætate.
19/03/16 2:40 PM
  
JCA
Otro detalle —poco conocido— de tolerancia en Castilla: existió en épocas medievales una inquisición judía que entregaba igualmente al brazo secular.
19/03/16 2:56 PM
  
JuanM
Me da que ahora el nuevo marrano nos viene de la masonería.
19/03/16 4:38 PM
  
frayescobabcn
Gracias padre por la aportacion!
19/03/16 6:35 PM
  
Juan G.C.
Muy estimado Rvdo. Sr. D. Javier Olivera Ravasi:

Sobre la Talmud, parece que la mayor parte de las acusaciones basadas en ella están sacadas de contexto o falsificadas, o al menos es lo que afirma, por ejemplo, la Anti-Defamation Legue o el rabino Gil Student (https://en.wikipedia.org/wiki/Gil_Student). ¿Conviene argumentar sobre textos que pueden ser falsos o fuera de contexto? Al finy al cabo, lo que se busca es la verdad. Se lo digo como fiel católico con dudas, no por otra razón.

De vuestra reverencia atento y sseguro servidor, que besa su sacerdotal mano:
Juan G. C.
19/03/16 8:28 PM
  
Rafael
Esta historia, muy bien contada y fundamentada con amplia bibliografía, de seguro que la mayoría de los judíos o hebreos desconocen; ni que decir de los musulmanes.
19/03/16 11:07 PM
  
Trabucaire
Padre , conviene hacer matizacuones. Los Visigodos desde Sisebuto persiguieron a los Judíos y en el último Concilio de Toledo fueron declarados esclavos . Hay que decir que tenían unas espectativas mesiánicas muy fuertes a fines del s.VII y esto quizá fue lo que hizo a Egila tomar esta medida tan dura. Es cierto que ayudaron a los musulmanes, pero en la época del Califato ya empezaron a seguir perseguidos como los Cristianos Mozarabes . Es más con las invasiones integristas Almorávides y Almohades, al igual que los Mozarabes fueron literalmente exterminados por estos integristas musulmanes. Por eso, miles de ellos subieron a los Reinos Cristianos del Norte donde en efecto fueron protegidos por los Reyes. Luego con mucho de lo que dice el artículo estoy de acuerdo. Está el tema del Talmud , que tiene frases contra Cristo, pero la Doctrina de estos libros es mucho más compleja. En todo caso, recoge la Doctrina de los fariseos del II Templo. Es ocioso decir aquí que había muchas sectas en el Judaísmo del II Templo con Dogmas opuestos, pero con la misma ortopraxis. Y , como dice Claudio Sánchez Albornoz, eran los que en la Baja Edad Media los que practicaban la usura, porque nos consideraban gentiles . Entre ellos no la practicaban . De hecho , la prohibición de la Usura es expresa en el libro del Éxodo. Por eso , para nosotros es pecado mortal. Por último , creo que tendría que recalcar que los principales enemigos de los falsos conversos no eran los Cristianos viejos , sino los judíos realmente conversos. De hecho , muchos de los Inquisidores como Torquemada, eran de origen judío . No se perseguía a los Judíos en la Inquisición, sino a herejes, que disimulaba la Fe.

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Muchísimas gracias por este aporte. Estoy de acuerdo; sobre lo de la inquisición y sobre los enemigos de los falsos conversos, en otro post se verá más claro.
Dios lo guarde
PJOR
20/03/16 9:30 AM
  
Francisco
Magnífico "trabucaire".

Desgraciadamente el artículo, sin mala intención, esta lleno por completo de medias verdades.
Hay que leer a don Luis Suárez Fernández, católico profundo y gran investigador y conocedor de este tema. El mejor historiador de la Baja Edad Media de España y de los mejores del Reinado de los Reyes Católicos.
De lo contrario, sin quererlo, podemos caer en cierto antisemitismo religioso.



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Gracias por el comentario, pero como uso a Suárez y lo utilizo en mis fuentes,seria bueno que se marcaran los defectos del artículo que intenta utilizar incluso fuentes judías para evitar el mote trillado de "cierto antisemitismo". Dios lo guarde
PJOR
20/03/16 9:52 AM
  
Tina
Gracias por la clase de historia, es lo mismo que estamos viviendo hoy en dia, con diferentes caracterizaciones pero que al fin y al cabo es lo mismo, Dios los bendiga a todos.
20/03/16 10:30 AM
  
DJ L
Bravo por el artículo, buenísimo, D. Javier Olivera Ravasi.

Que los hayan corrido a gorrazos de docenas países y no los expulsaran de más porque el mundo era más pequeño y faltaban los países americanos, será por algo.

20/03/16 4:35 PM
  
Palas Atenea
Esto me parece muy polémico. En primer lugar Quevedo se pasó siete pueblos con Góngora, del que no hay noticia ninguna de que fuera judaizante. En la polémica entre un conceptista y un culterano no había porqué sacar a relucir los antecedentes del poeta cordobés. Este es un golpe bajo que dice muy poco a favor de Quevedo, en unos tiempos en que no se podía jugar con el concepto de "cristiano nuevo":
"Yo untaré mis obras con tocino
para que no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla.
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega,
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aún no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía".
En este soneto mienta el tocino-prohibido para los judíos- a que aprendió sin cristus la cartilla (mentira falaz); le llama rabí, sayón y escriba y alude a su nariz judaica. Los insultos no cuentan, porque así arremetían el uno contra el otro, pero centrarse en sus orígenes para dar a entender que no era un buen cristiano sino un judío infiltrado y, por tanto, sacerdote indino, es ya el colmo.
Recuerdo que, cuando estudiaba bachillerato, le tomé ojeriza a Quevedo y me costaba mucho, cuando leía sus magníficas poesías religiosas, quitarme de encima los prejuicios del poeta. El que no es antisemita, lo cual es mi caso, los huele a la legua.
Si no le gustaban los versos de Góngora lo justo es que hubiese atacado su estilo, no su persona y menos por dónde más dolía.
¿Cómo creía Quevedo que tenía la nariz Jesucristo como un griego o como la de Góngora?



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Querida Palas: coincido en lo que dice de Quevedo. Quizás fue un golpe bajo de este genio, a quien leo desde mi juventud con enorme gozo, principalmente, su poesía satírica que me parece superior. Dios la bendiga y buena semana Santa. PJOR
20/03/16 6:30 PM
  
Lector

Sobre don Luis Suárez Fernández, creo que se exaltan demasiado sus conclusiones historiográficas por el simple hecho de ser católico. Al menos en lo tocante a los judíos hispánicos, donde cada vez se vuelve más favorable a las corrientes foráneas en el sentido de reproche a los Reyes Católicos y de exaltación del elemento judaico en plan "lo que pudo haber sido y no fue". También es un entusiasta partidario de las "aberraciones" (como las calificó el gran investigador español Domínguez Ortiz) del historiador sionista Benzion Netanyahu.

21/03/16 7:36 AM
  
Francisco
Lector:

Por lo que dice usted, queda absolutamente claro que no ha leído a don Luis Suárez Fernández.

D.J.L.

Como disfrutas "corriendo a gorrazos" a todos los judíos. No creo que D. Javier Olivera Ravassi coincida con usted. No creo que la Virgen María o a San José, 0 los apóstoles... a San Pablo... haya que correrlos a gorrazos. Fueron unos cuantos en un momento determinado los que fueron culpables históricamente de la Muerte de Cristo. No existe pueblo deicida.
Por otra parte,los culpables de la muerte de Dios hecho Hombre hemos sido todos los hombres. Desde Adán y Eva.
21/03/16 5:11 PM
  
Francisco
Recomiendo especialmente, entre otras otros libros suyos sobre este tema, la obra de don Luis Suárez Fernández,

"La expulsión de los judíos. Un problema europeo. Editorial Ariel

"Antisemistismo" de Eugenio Zolli. Católico converso, anteriormente, Gran Rabino de Roma y amigo de Pío XII. Cuando se bautizó eligió el nombre de Eugenio pues era el nombre de pila del Gran Papa.

Por lo demás, no intento defender gratuitamente a los judíos, los ha habido, como el resto de los mortales, de todos los colores... Me mueve sólo el intento, siempre manifiestamente imperfecto, pues soy de barro del malo, de conocer la verdad y de hacer justicia a la Historia.
21/03/16 5:34 PM
  
Lector
Señor Francisco, creo que ha elegido usted el sitio y la época equivocados para venir a exhibir su deseo de salvar judíos del antisemitismo, porque yo al menos me dedico a la historia y no pierdo el tiempo en batallitas. Tampoco voy a perderlo demostrándole lo que sé sobre Luis Suárez, aunque sí sobre una cosa: el entusiasmo de éste hacia el trabajo de Benzion Netanyahu, historiador sionista que, entre otras muy discutibles conclusiones, afirma sin tapujos que los Reyes Católicos enviaron a la hoguera a miles de buenos católicos y no a falsos cristianos o marranos.
Del obituario dedicado a Netanyahu escrito por Luis Suárez Fernández y publicado en "La Razón" el 21 de mayo de 2012:
"Como sucede en todas las leyendas Netanyahu comprobó que había algo de realidad. El decreto [de expulsión] era obra de Torquemada y demanda global de la Cristiandad, a la que los monarcas españoles tuvieron que plegarse. Los errores nos enseñan a no repetirlos. La libertad religiosa es un bien, y cuando se conculca las consecuencias no pueden ser peores. En 1492 se causaron daños que probablemente sus autores no percibían; el más importante impedir que desde España un Humanismo judío llegara a alcanzar dimensiones mayores del que tuvo, interrumpiendo además el crecimiento de un valor cultural tan serio como era el sefardismo. Tardíamente se ha rectificado. Pero la lección sigue en pie y nuestros políticos deben tomar buena nota ahora que, en aras del laicismo, se está conculcando la libertad religiosa. Por cierto, como ustedes saben, Netanyahu es el padre del actual primer ministro de Israel. Y los ataques contra éste inciden en los mismos errores de siempre: impedir al judaísmo proporcionar la enseñanza valiosa que contiene en su milenaria cultura".
22/03/16 5:34 AM
  
Grace del Tabor - Argentina
¿Alguna relación entre los marranos y la masonería ? Sólo lo intuyo, pero...
Excelente su artículo, Padre Javier !
¡Santa Semana Santa !
24/03/16 11:17 PM
  
Francisco de México
Padre,

como siempre, un excelente Post.

¡Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo de nuevo vendrá!
¡Felices Pascuas de Resurrección!

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Muchas gracias!!! Igualmente. PJOR
26/03/16 12:05 PM
  
Isabel
Como disfrutas "corriendo a gorrazos" a todos los judíos. No creo que D. Javier Olivera Ravassi coincida con usted. No creo que la Virgen María o a San José, 0 los apóstoles... a San Pablo... haya que correrlos a gorrazos. Fueron unos cuantos en un momento determinado los que fueron culpables históricamente de la Muerte de Cristo. No existe pueblo deicida.
Por otra parte,los culpables de la muerte de Dios hecho Hombre hemos sido todos los hombres. Desde Adán y Eva.

No me gusta que se generalice y se discrimine a nadie en razón de haber nacido en un determinado lugar o tener una determinada religión. Nadie escoge el lugar ni la religión en la que nace. La misma Santa Teresa de Jesús era nieta de judío converso, y además de santa y gran figura de la mística espiritual española junto a San Juan de la Cruz, es doctora de la Iglesia. Dicho ésto, confieso mi admiración y mi respeto por el pueblo que Dios escogió para nacer en él. Algo encontraría en ellos que no encontró en otros. Y como dice Francisco los culpables históricamente de la Muerte de Cristo fueron unos cuantos en un momento determinado.
Y en verdad los culpables de la muerte de Dios hecho Hombre hemos sido todos los hombres desde Adán y Eva.

Feliz Pascua de Resurrección.
27/03/16 4:56 PM
  
hidaspes
Veo, con profunda alegría, que varios de los comentaristas, junto con humilde servidor, hemos leído la obra del historiador D. Luis Suárez en relación a este aspecto concreto de nuestra historia, el del tratamiento dispensado desde nuestras autoridades a la comunidad judía. Ante todo, el historiador lo resume en un asunto de incomprensión y falta de entendimiento a cargo de ambas comunidades, así como en ciclos coyunturales que oscilaban entre las époas tolerancia basada en la exhortación a la conversión en aplicación de la doctrina agustiniana del "exemplum fidei" y las épocas de mayor rigor y de mayor coacción institucional a la conversión en base a los errores teológicos que los estudiosos denunciaban en el Talmud y en la tradición judaica.
28/03/16 4:08 PM
  
Pedro Paramo
Un católico no puede odiar a nadie. Pero la defensa propia es permitida.

Varias veces la ha Iglesia y la hispanidad han sido (y es atacada) por algunos judíos, es lícito el defenderse, no tan solo en la traición a los reyes Visigodos, sino inclusive con el anti-papa Anacleto II
30/03/16 3:11 PM
  
Jordi
- Cuando un país ha sufrido 7 siglos de ocupación, y teniendo en cuenta el contexto militar de la época, en que la hostilidad de una parte de población podía tener catastróficas consecuencias sobre el Estado, no es extraño que hubiera la expulsión de los judíos en 1492 y de los moriscos en 1609.

- El reino visigodo era un reino dividido y descompuesto por culpa de una guerra civil entre Witiza y Rodrigo. Por esta razón, la invasión musulmana contó con un factor de avance rapidísimo para la época. Los romanos conquistaron toda España después de dos siglos de lucha, los musulmanes sólo necesitaron 14 años, y la nobleza visigótica (alemana) se sometió casi por completo a la nobleza musulmana (invasora) mediante alianzas matrimoniales y la conversión al islam.

- Y las mismas circunstancias militares en relación con los protestantes, anglicanos y herejes. Por diferentes circunstancias, también en relación con la brujería y las conductas sexuales impropias: el grave desorden social que causaban.

- El contexto medieval es muy importante, sobre todo, la cuestión demográfica, la tecnología militar y la relación de la religión con la política: el derecho público y privado judío y musulmán era de base íntegramente religioso, mientras que el católico era plural: romano, visigótico, carolingio, canónico, monárquico, municipal, feudal y consuetudinario.

- Barcelona, por ejemplo, tenía en 1497 unos 6.166 fogajes (hogares o unidades familiares tributarias: cada hogar o fuego son de 6 a 8 personas) , y en 1515 unos 6.613 fogajes, lo que totaliza una ciudad con una población de 37.000 a 53.000 habitantes. Son ciudades pequeñas, donde una población escasa pero influyente tiene un poder político y, por ende, militar muy importante, hasta decisivo. Durante el siglo III, la Barcelona romana alcanzó como máximo los 8.000 habitantes (hoy 2016 tiene 1,6 millones).

- La tecnología militar es muy importante: la marcha o se hacía a pie o a caballo, y sólo en barco en objetivos militares costeros. Aunque parezca increible, no había sistema de radares, satélites o radio. Artillería, la justa y con poca potencia. Marina, casi de alquiler. Ni en sueños habían grupos de intervención rápida, que pudieran llegar en menos de 24 horas a cualquier punto de España.

- España tiene unos 1.200 kilómetros de diámetro, y un ejército medieval, que era pequeño en efectivos, se movía a velocidad de pie de hombre y animal, por lo que no creo que pudiera avanzar más de 30 kilómetros al día, con un gran consumo de forraje para animales, y un gran peso que transportar (armaduras, flechas, ballestas, espadas, cascos...)
30/03/16 3:36 PM

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