(246) Ánomos y Anfíbolos, II: los padres fundadores del posmodernismo

Ánomos y Anfíbolos, descendientes de la modernidad, son los padres fundadores del posmodernismo. De tal palo tal astilla.

 

Ánomos surgió de una ola del Maelstrom. Anfíbolos apareció junto al error, agazapado en su seno, con alas de potencia oscura. Y desde el principio era garganta de Ánomos y servidor de su numen.

Ánomos congenia con revoluciones, mutaciones, reformas y situacionismos. Su gran enemigo es el derecho natural y el orden político cristiano.

 

Anfíbolos es el gran propagador del culto a los expertos; demagogo y sofista, es especialista en introducir nuevos términos; manipulador de verdades a medias y generador de eufemismos.

Anfíbolos sabe cambiar la percepción de la realidad mediante hechizos lingüísticos, para que parezca bueno lo atroz. Es el gran legislador de lo inicuo, positivista y subjetivo.

 

Ánomos y Anfíbolos son los dos ojos con que el subjetivismo moderno escudriña la realidad, en busca de esencias para devorarlas, y que la naturaleza humana quede reducida a fantasmagoría mental, a pura axiología existencialista, a pura desustanciación.

 

Son los grandes enemigos de la clasicidad. Su vicio es apartarse de lo tradicional por sistema. Son los prestigiosos ídolos mentales de la era postmetafísica.

Uno es la desobediencia pura, la aversión a los universales, la ruptura con la regla de la tradición, el gran relativizador de la ley. Otro es la anfibología y la pixelación, el desenfoque y la demagogia.

Uno es fundamentación del ser en el mero pensar. Otro es su expresión en pura ambigüedad. Ambos son los ojos del principio de autodeterminaciónla libertad negativa convertida en exégesis.

 

Son los padres fundadores del posmodernismo, filosófico y teológico, jurídico y político, antropológico y cultural. Son los padres de todas las heterodoxias, de todas las crisis, de todas las facetas de la secularización.

Y solamente hay un remedio eficaz contra ellos: no apartarse ni un milímetro de lo propiamente católico.

 

David Glez. Alonso Gracián

 

11 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Y Ánomos y Anfíbolos se metieron en la jerarquía de la Iglesia.
Y colorín colorado, este cuento ha comenzado...
06/02/18 11:30 PM
  
Juan Andrés
El problema con estos padres es que han dado infinidad de hijos que son obedientes y siguen sus pasos. Y aparecen a cada rato otros que no parecían sus hijos pero han finalmente reconocido su filiación. Tendría que existir algún tipo de malthusianismo para evitar esta superpoblación.
06/02/18 11:32 PM
  
Manuel Pérez
Ánomos, pese a su nombre, es profundamente legalista. Odia a la ley precisamente por eso. Odia a la ley y a sí mismo, porque no responde al falso yo pensado por su mente artificiosa. Se odia porque no puede amarse en su debilidad y condición de criatura. Odia su incapacidad para cumplir la ley, pero jamás lo reconoce, porque su orgullo se lo impide. Como el maníaco, muestra un rostro encaretado, opuesto a lo más verdadero de sí. Como no acepta su incapacidad frente a la ley y, simultáneamente, obstaculiza continuamente a la gracia, su única salida es negar la misma existencia de la ley. No tolera que existan leyes que él no puede cumplir. Y, por sus propias fuerzas, jamás podrá cumplirlas. Vive en la más absoluta negación de su realidad, de su debilidad y de su necesidad de ser salvado. Es enemigo acérrimo de la gracia y de la redención.

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A.G.:
Qué buena caracterización, Manuel. Es muy interesante cómo has relacionado el pelagianismo/semipelagianismo con la anomia y el situacionismo. Coincido con todo.

Gracias amigo y paisano.
07/02/18 12:40 AM
  
M.Virginia
Maravillosa descripción, Alonso; admiro cada día más tu capacidad de síntesis para pintar claramente la dimensión del caos que transitamos.
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A.G.:
Gracias M. Virginia. Certera la expresión que has utilizado, "caos que transitamos".

07/02/18 3:48 AM
  
Manuel Pérez
Amigo David, lo que he escrito nace de la observación. Veo frecuentemente a personas que niegan la ley por un razonamiento engañoso: no puedo cumplir la ley en tal o cual aspecto (lo que es cierto); Dios quiere que me salve (lo que también es cierto); por tanto, y dado que Dios no quiere que me condene, no puede existir la ley, al menos en lo que yo no pueda cumplir.

Este razonamiento excluye el papel de la gracia. Pero la gracia requiere humildad. Y aquí creo que está el centro del problema: para aceptar la gracia tengo que reconocer mi debilidad, mi incapacidad de salvarme a mí mismo. Y yo, aunque sea así, no me quiero así. No lo acepto. No quiero necesitar de un Salvador. ¿Cómo salgo de esta? Negando la ley en todo aquello que no pueda cumplir, en todo aquello que no esté a mi alcance.
07/02/18 9:51 AM
  
Ricardo de Argentina
Es muy interesante el comentario de Manuel Pérez, porque señala la actitud del moderno ante la envidia que le produce el hombre clasico, capaz de cumplir las leyes humanas y divinas asistido por la gracia. El hombre moderno se revuelve contra la ley e intenta abrogarla, como si el orden natural dependiese de su voluntad. Y a tal fin su discurso se llena de sofismas, devieniendo pensamiento débil.
07/02/18 11:18 AM
  
Spes
Pues que cuando Dom Bosco escribía algo, primero se lo daba a leer a su mamá, y si ella lo entendía, ya estaba, lo iban a entender todos, y la verdad, es que lo que está escrito allá arriba, es demasiado para mi pobre cerebro, perdón, pero no entiendo nada, es demasiado profundo,
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A.G.:
Sé que es un texto denso y complicado, pero no hay más remedio. Es necesaria una crítica conceptual profunda, dada la crisis doctrinal que vivimos.

Tenga paciencia, vaya formándose poco a poco. Procuraré explicarlo de forma más sencilla en otros artículos.
08/02/18 8:05 AM
  
Maribel
Felicidades por explicar algo tan sutil como lo que está pasando con la ley y la gracia de Dios.
Son cosas que se entienden en la medida en la que amamos al Señor .

Los enemigos son muchos, muy listos y engañan.
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A.G.:
Gracias Maribel.

Como bien apunta, las nociones de ley y de gracia son las que están sufriendo un mayor ataque.

Y no olvidemos que los enemigos son cuatro: mundo, demonio, carne y modernismo.
08/02/18 3:40 PM
  
Marisa
Don Alonso:
Parece que sigo inspirada, porque le entendí todo (de un tirón) jeje.
Como bien agrega Manuel Pérez (que será su paisano, pero bien podría ser mío -y de Ricardo-; si no, basta con mirar el directorio telefónico de Argentina) Ánomos odia a la ley y a sí mismo.
Es un odio metafísico, odio al orden del ser, y por tanto a la Causa primera de ese orden.
Ánomos miente. Niega la norma porque quiere ser él mismo la norma. Anfíbolos hace el trabajo de ocultarlo, tomando partes de la realidad desencajadas del todo, licuando el todo y ontologizando las partes. Bajo ese artilugio, Ánomos se alimenta, crece y se fortalece.
El antídoto es la metafísica clásica. Metafísica reverente.

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A.G,:
Lo del odio metafísico tiene mucha miga, habría que profundizar en ello. Interesante la ontofobia como odio, tambien, a uno mismo. Explicaría la proclividad a la depresión que sufren, como tentación, los humanistas. El vacío existencial de que habla Frankl podría ser eso mismo.

Entre Manuel y Ud. han caracterizado muy bien a los padres fundadores de la posmodernidad. Lo tendré muy en cuenta. Gracias.
11/02/18 8:07 AM
  
Spes
Gracias por la forma caritativa en la que soportó mi ignorancia, disculpe Ud. mi tonto comentario
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A.G.:
Nada que disculpar, jeje. Todos necesitamos formación.
12/02/18 9:17 AM
  
Longinos
En el terreno público, Ánomos y Anfíbolos me han recordado al comunismo y la masonería, respectivamente.
18/02/18 1:17 PM

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