Lo dejaron todo. Lo ganaron todo.
Lucas 5,11
Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron.
La historia de la salvación no sería la misma sin todos esos hombres y mujeres que han respondido al llamado del Señor de forma radical. La Escritura no nos dice gran cosa al respecto, pero es de suponer que no fue fácil para los apóstoles convencer a sus familias y a sus amistades más cercanas, de que lo que estaban haciendo era sensato. Tampoco hoy es fácil para un joven dar un sí rotundo a Cristo y dejar todo lo que el mundo ofrece, para servir al Señor las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y cinco días al año. No pocas veces la entrega total a Dios supone un enfrentamiento con una familia que no entiende, unos amigos que piensan que no tiene sentido lo que se hace, una sociedad que ha caído en el engaño de ridiculizar a todo aquel que no se abandona a la corriente de este mundo.
Y sin embargo, cuánto ganaron, y cuánto se sigue ganando hoy, dejándolo todo para seguir a Cristo, pues Cristo mismo es la recompensa a dicha renuncia. Servir a Dios en vida, a pesar de todas las renuncias y la cruz que se debe llevar a cuestas, es vivir anticipadamente las bendiciones que reciben en el cielo los que mueren en gracia de Dios.