El Papa se gana el corazón de América
La visita de Benedicto XVI a los Estados Unidos va a marcar un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica en ese país y, quién sabe, quizás en la propia historia de la nación. Gran parte de la atención mediática está girando alrededor de las repetidas intervenciones del Santo Padre lamentando y reconociendo la mala gestión de los casos de pederastia entre el clero. Es obvio que el pasado no se puede cambiar y que el reconocimiento de los errores no borra el horror que sufrieron las víctimas de los degenerados miserables que abusaron de ellas, pero si algo queda ha quedado claro es que el Obispo de Roma hará lo posible para que en la Iglesia que él pastorea jamás vuelvan a cometerse los mismos errores. Es posible que todavía haya sacerdotes depravados que abusen de menores en el futuro. Lo que ya no es posible es que haya un solo obispo que les esconda, les traslade de parroquia en parroquia, extendiendo de manera cómplice el mal. Porque, no lo olvidemos, el mal posiblemente es inevitable. La complicidad con el mismo, sí lo es. Si los pederastas no tienen lugar en la Iglesia, los obispos que les den cobijo, tampoco. Eso es lo que queda claro tras escuchar al Papa estos días.
Como las palabras no bastan, Benedicto XVI aceptó encontrarse ayer con un grupo de víctimas. Ante la imposibilidad de atender personalmente a los miles de afectados, el Papa podría haber optado por no recibir a ninguno, pero el Santo Padre sabe muy bien que el gesto hacia unos pocos puede consolar a los muchos. Y a fe que consoló a los que recibió. Algunos de ellos se mostraban escépticos antes del encuentro. Pero debió ser tan emotivo, tan sincero, tan franco, tan pastoral, que a la salida del mismo el escepticismo se había convertido en agradecimiento hacia el Vicario de Cristo, que quizás nunca antes en sus tres años de pontificado había sido tan vicario de nuestro Señor.

Esta vez ha sido Hamas quien, por medio de un tal Yunis Al-Astal, ha amenazado al Papa, a la Iglesia Católica y a Europa entera. En otras ocasiones ha sido el mismísimo Ben Laden o cualquier otro dirigente de Al Qaeda. Mañana será el muftí de vaya usted a saber dónde, o el imán de cualquier mezquita. El caso es que una parte muy importante de los musulmanes ha tomado como deporte favorito el amenazar a Occidente y al cristianismo. El problema es que ellos ya han demostrado que pasan de las amenazas a los hechos en cuanto ven la menor oportunidad. Por tanto, no estamos ante un perro ladrador pero poco mordedor, sino ante perros que ladran, muerden y, si pueden, matan. Y sin embargo, hay muchos en Occidente que están deseosos de acariciar sus lomos. Es más, critican a los funcionarios de la perrera municipal que osen intentar retirar de circulación a los canes asesinos.
El Colectivo Verapaz es una iniciativa oficial de la Orden de los Predicadores que, al menos en España, con la excusa de la opción preferencial por los pobres, la justicia, la paz y bla, bla, bla, blaaaaaaa, se dedica básicamente a dar voz a aquellos que hacen de la disidencia del magisterio de la Iglesia su “modus vivendi”. No es ninguna novedad. Los pobres son la falda debajo de la cual se esconden los que creen que ser católico consiste básicamente en oponerse a lo que dice el Papa y los obispos. Por supuesto, no hay que culpar a los pobres de que se les use para tan peregrina activida. Más bien hay que intentar rescatarles de manos de estos manipuladores de conceptos plenamente cristianos, que ellos prostituyen con sus actividades para-eclesiales.
He de reconocer que cuando esta mañana me senté delante del televisor a ver la ceremonia de ordenación de Monseñor Iceta, tenía cierto temor. Desde que el Santo Padre hizo público su nombramiento, las reacciones contrarias en un sector importante de la diócesis vasca podían desembocar en alguna especie de manifestación pública de desacuerdo durante el día de hoy. Pero excepción hecha de la -por lo que me cuentan- ausencia de muchos sacerdotes de la propia ciudad de Bilbao, no ha habido nada que empañara el acto. Muy al contrario, todo ha salido a la perfección.








