¿En la antesala de un cisma?
Aunque uno de nuestros cavernícolas de referencia ha mostrado ya su parecer ante las graves cuestiones suscitadas por una luminaria de la información religiosa, creo oportuno compartir con nuestros lectores las siguientes consideraciones.
Dice el lucero matutino de RD:
Tras su renuncia, Celestino V (y de eso hace más de siete siglos) regresó a su vida de ermitaño, aunque algunas leyendas apuntan que su sucesor, Bonifacio VIII, ordenó su captura y su ingreso en una prisión hasta su muerte. Esto no sucederá hoy…
Una vez consultado con el jefe de la Guardia Suiza, puedo asegurar que, efectivamente, no está entre sus planes acatar una orden de captura, detención y encarcelamiento de Benedicto XVI, por mucho que el futuro Papa se lo pida. “Llegado el caso, dimitiría antes que hacer algo así“, me ha dicho con voz potente y segura.


Supongo que es inevitable. La dimisión del Papa abre la caja de los truenos de la rumorología. La inmensa mayoría de los medios de comunicación le están buscando los tres pies al gato de las razones que ha dado el Santo Padre para presentar su renuncia. Unos directamente niegan que el Papa haya dicho la verdad. Otros apuntan a que no ha dicho todo. Y los de más allá bucean en los últimos años de este papado buscando claves que nos ayuden a entender por qué un anciano de 85 años nos cuenta que su vigor físico ha disminuido tanto que, en conciencia, no se siente capacitado para desarrollar el ministerio al que Dios le ha llamado. Me gustaría saber cuántas personas en el mundo serían capaces de desarrollar a esa edad una tarea tan agotadora.
Aunque por razones que os podéis imaginar, me resulta muy complicado escribir en estos momentos, no quiero dejar pasar la oportunidad para mostrar mi agradecimiento a Benedicto XVI por todo lo que ha hecho por la Iglesia. En su condición de Siervo de los siervos de Dios, ha prestado un último servicio renunciando a seguir como Obispo de Roma, Sucesor de Pedro.
En multitud de posts de este blog he sostenido que la acción política de los católicos debe de estar basada, entre otras cosas, en los principios no negociables indicados por Benedicto XVI en la exhortación apostólica post-sinodal








