22.12.14

El mantra de la "nueva evangelización"


Ayer escribí lo siguiente en mi muro de Facebook, que uso a veces para contar cosas que no ocupan el espacio suficiente como para convertirse en un post:

Las palabras “nueva evangelización” se han convertido mayormente en un mantra inservible. Salvo en algunos movimientos, no evangeliza prácticamente NADIE. Y además, no puede ser de otra manera. Cuando se desprecia el proselitismo, no se puede evangelizar. Es como intentar hacer una tortilla sin huevos.

Esta mañana me encontré cerca de 60 comentarios, así que es evidente que el tema interesa. Algunas opiniones versaron sorbe lo que es o deja de ser el proselitismo. Que si es agresivo y contraproducente o lo contrario. Así que ya da la cosa como para post, :D.

En relación a la manera de evangelizar, que en el caso católico es mayormente -siempre hay excepciones- la manera de NO evangelizar, lo cierto es que los evangélicos son “hostiles” evangelizando, hacen proselitismo descarado, y no les va nada mal en el continente americano.

Pero como nosotros somos más buenos, más respetuosos, más tolerantes y más chachi-chupitiguay, pues nos vamos quedando sin fieles allá. Y así, de respeto en tolerencia y de tolerancia en respeto, hasta la batalla final donde el protestantismo reclamará para sí el una vez llamado continente de la esperanza. Ah, pero eso sí, tenemos un Papa de allá. Eso, que quede claro. Para muchos eso es lo más importante. ¿Que se siguen largando con los protes? Da igual. El caso es tener un Papa “latinoamericano". Como si eso les importara un pimiento a los evangélicos de allá. Como si eso fuera a frenar la estampida.

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20.12.14

Pretenden curar la desgracia de mi pueblo como cosa leve

Leemos en la segunda epístola de San Pedro:

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

2ª Ped 1,19-21

Días atrás he traído a este blog y a este portal las advertencias proféticas de uno de los santos más importantes del siglo pasado, coetáneo nuestro. Toca hoy traer a un profeta del que no cabe la menor duda que habló inspirado por el Espíritu Santo, pues sus palabras forman parte de la Escritura. Sus textos fueron escritos en una época muy concreta pero sirven para iluminar la realidad de la Iglesia, el Israel de Dios, hoy en día.

Antes que nada, conviene recordar lo que el apóstol San Pablo dijo de aquellos que siendo gentiles, han sido injertados en la viña del Señor:

Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.  Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.  Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.

Rom 11,17-22

Teniendo esa advertencia en mente, leamos:

Déjate amonestar, Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti y te convierta en desierto, en tierra inhabitada.

(Jer 6,8)

Cosa buena, y sabia, es estar dispuestos a recibir la corrección del Señor. Una corrección destinada a nuestro bien, para que no caigamos en la tentación de entrar por la puerta ancha que conduce a la perdición y que nos ayuda a volver sobre nuestros pasos si ya hemos entrado por ella. Si no hacemos tal cosa, nuestra alma, y también gran parte de la Iglesia, se convertirá en desierto. Un desierto lleno de almas que vagan por el Sinaí, dando tumbos de acá para allá, sin confiar plenamente en la realización de la promesa de una tierra prometida, que para nosotros es la Jerusalén celestial.

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19.12.14

¿Cuántos de vosotros sabíais que San Josemaría era profeta además de santo? (II)


Seguimos paladeando la primera campanada de San José María Escrivá de Balaguer, profeta. Recordad. Lo que importa de este post es lo que él dijo, no lo que yo comento:

Considerad, hijos míos, que la lucha interior no es una simple ascesis de rigor humano. Es la consecuencia lógica de la verdad que Dios nos ha revelado acerca de Él mismo, acerca de nuestra condición y acerca de nuestra misión en la tierra. Sin esa batalla interior, sin participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro

Muchos hemos querido, o queremos, el gozo del evangelio sin cruz. Muchos queremos la resurrección sin el Calvario, sin la angustia del huerto de Getsemaní. Pero ya dijo Cristo que “el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10,38) y “no es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20).

Quizá por esto participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro. Quizá por esto contemplamos una dolorosa desbandada: muchos pretenden componer una vida según las categorías mundanas, con el seguimiento de Jesucristo sin Cruz y sin dolor

Ay de los que quieren aguar el evangelio, presentándolo como una donación de perdón sin arrepentimiento, como un camino de rosas sin espinas, como una santidad sin santificación y transformación del alma, que pasa de estar presa del pecado a la libertad gloriosa de la gracia en la que viven los verdaderos hijos de Dios.

La lucha interior —en lo poco de cada día— es asiento firme que nos prepara para esta otra vertiente del combate cristiano, que implica el cumplimiento en la tierra del mandato divino de ir y enseñar su verdad a todas las gentes y bautizarlas (cfr. Matth.XXVIII, 19), con el único bautismo en el que se nos confiere la nueva vida de hijos de Dios por la gracia.

Yerran todos aquellos que piensan que pueden combatir la batalla de la fe sin haber forjado el alma en el crisol de la voluntad de Dios. No basta con conocer la sana doctrina. Hay que ser santos, cada uno en la medida que Dios le da.

Mi dolor es que esta lucha en estos años se hace más dura, precisamente por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo, y que la Iglesia ha custodiado durante siglos. 

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18.12.14

Retírate de mí, Satanás

Simón era un judío pescador, seguramente buen cumplidor de la ley mosaica, cuando Jesucristo entró en su vida. Lo primero que hizo el Señor fue darle un nuevo nombre: Cefas (Pedro). Un nombre prácticamente inexistente en aquellos momentos. Nadie se llamaba “piedra” o “roca” en Israel. Tal hecho no fue un capricho del Salvador. En el Antiguo Testamento vemos que cuando Dios cambia el nombre a una persona, es para indicar algo importante. Por ejemplo, eso pasó con Abram, que pasó a llamarse Abraham, con Sarai, que pasó a llamarse Sara, con Jacob, que pasó a llamarse Israel. Animo al lector a buscar las razones de esos cambios. 

En el evangelio de Mateo vemos que Pedro es el primero (protos) de los apóstoles (Mt 10,2). Dado que ese protos no significa primero en ser elegido, solo puede significar una primacía real. Más adelante vemos que Simón reconoce que Jesús no es simplemente el ciudadano Jesús de Nazaret sino Jesucristo. El Cristo, por su condición de Mesías. Y justo entonces Jesucristo reconoce que Simón es Pedro por ser él la piedra -no la única, sí la primera- sobre la que edificará su Iglesia. De forma que el resto de piedras habrán de estar necesariamente en comunión con Pedro para estar en comunión con el propio Cristo.

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14.12.14

¿Cuántos de vosotros sabíais que San Josemaría era profeta además de santo?

Prácticamente todo el mundo católico conoce la vida de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Los vídeos con sus charlas a los miembros de la Obra están en youtube. Sus obras están al alcance de cualquiera. Lo que no tantos conocen, más bien pocos, es que al final de su vida el santo y fundador del Opus Dei envió  a los fieles de la Prelatura algunas cartas importantes, conocidas como las Tres Campanadas. 

Las cartas no estaban destinadas al publico en general, sino a un uso restringido de los miembros de la Obra. Sin embargo, dado que hoy es un santo de toda la Iglesia, creo que es necesario contribuir a su difusión. ¿Por qué? Por dos razones:

1- Describen la situación de la Iglesia en el postconcilio.

2- Describen la situación de la Iglesia hoy.

Obviamente no son palabra de Dios en el sentido que tiene la Escritura. Pero sí son palabras de profeta, de un hombre que se sumió en la gracia divina para ser instrumento de salvación de muchos. El pueblo de Dios tiene derecho a conocerlas. Los textos completos de dos de las campanadas están en la red. Es fácil encontrarlos mediante Google. Ya he usado párrafos de la tercera campanada en algunos posts de los últimos meses. Este está dedicado a citar textos de la primera. Pero recomiendo que se lea entera.

Un último consejo. Mis comentarios a las palabras de San Josemaría son solo algo de paja que separa los lingotes de oro. Podéis pasar tranquilamente sin leerlos. Os basta con leer al santo y profeta:

Tiempo de prueba son siempre los días que el cristiano ha de pasar en esta tierra. Tiempo destinado, por la misericordia de Dios, para acrisolar nuestra fe y preparar nuestra alma para la vida eterna.

Tiempo de dura prueba es el que atravesamos nosotros ahora, cuando la Iglesia misma parece como si estuviese influida por las cosas malas del mundo, por ese deslizamiento que todo lo subvierte, que todo lo cuartea, sofocando el sentido sobrenatural de la vida cristiana.

Llevo años advirtiéndoos de los síntomas y de las causas de esta fiebre contagiosa que se ha introducido en la Iglesia, y que está poniendo en peligro la salvación de tantas almas.

La salvación de muchas almas está en peligro, decía el santo. ¿Qué no diría hoy, cuando vemos lo que ha avanzado la secularización dentro de la propia Iglesia?

No es tiempo para el sopor; no es momento de siesta, hay que perseverar despiertos, en una continua vigilia de oración y de siembra.

¡Alerta y rezando!, que nadie se considere inmune del contagio, porque presentan la enfermedad como salud y, a los focos de infección, se les trata como profetas de una nueva vitalidad.

Ay de aquellos que llaman profetas a los que arrancan al catolicismo del alma de millones de fieles, vendiéndoles como cosa del Espíritu Santo lo que es la profanación de una Tradición bimilenaria. Toca rezar, rezar y rezar.

Convenceos, y suscitad en los demás el convencimiento, de que los cristianos hemos de navegar contra corriente. No os dejéis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jesús, contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos - a lo largo de los siglos - han querido ser constantes discípulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador. Hoy, en la Iglesia, parece imperar el criterio contrario: y son fácilmente verificables los frutos ácidos de ese deslizamiento. Desde dentro y desde arriba se permite el acceso del diablo a la viña del Señor, por las, puertas que le abren, con increíble ligereza, quienes deberían ser los custodios celosos.

Como bien decía San Agustín: ”El mal pastor lleva a la muerte incluso a las ovejas fuertes” (Sermón 46, sobre los pastores). Se ha pretendido y se pretende que el mundo sea luz de la Iglesia en vez de la Iglesia luz del mundo. Y se abre la puerta a los pecdos del mundo para que sean aceptados, y considerados invencibles, entre los propios fieles, ignorando el poder de la gracia y la obra del Espíritu Santo en las almas. 

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