Otra vez la guerra en Tierra Santa
Hace unos días publiqué en ReL una noticia sobre el aumento de turistas cristianos en Tierra Santa habido en el último año. El hecho de que durante los últimos meses apenas hayamos oído hablar de violencia en aquella tierra tan querida, ha animado a muchos peregrinos a cumplir su deseo de recorrer las calles por las que anduvo nuestro Señor.
Desgraciadamente la guerra ha vuelto a aquella región del planeta. Hamas, que parece incapaz de vivir en paz durante un periodo de tiempo prolongado, se ha dedicado desde hace una semana a tirar cohetes a territorio israelí. En España nos hemos enterado del asunto -aquí no vende informar del terrorismo unidireccional palestino- porque uno de esos cohetes se desvió de su trayectoria y provocó la muerte de dos niñas palestinas. Por otra parte, el gobierno de Israel, incapaz de responder moderadamente, ha respondido arrasando buena parte de los edificios de Hamas, provocando más de doscientos muertos. Por supuesto, esto conllevará respuesta en forma de atentados suicidas en Israel y la entrada de los tanques israelíes en la franja de Gaza. Ya lo hemos visto en otras ocasiones y ahora lo vamos a volver a ver.
A la hora de buscar culpables de lo ocurrido en este nuevo conflicto -no digamos ya de lo que ha pasado desde 1948- lo fácil es tomar posturas maximalistas a favor de uno u otro bando. En esta ocasión es obvio que unos han empezado primero. Es innegable que la paz la han roto los palestinos de Hamas, pero los otros han respondido de forma excesiva. Israel tiene derecho a defenderse y los palestinos a que no les machaquen cada vez que se monta un cirio de estos. Decían hoy que varios helicópteros israelíes patrullaban terreno palestino buscando las lanzaderas de cohetes. Digo yo que podrían haber empezado por ahí.
Sea como sea, esto no acabará hasta que ambos pueblos decidan vivir bajo dos estados independientes que se respeten mutuamente. Hamas, que tiene el respaldo mayoritario en las urnas de su pueblo, no quiere tal cosa. Prefiere a todos sus hijos muertos antes que reconocer el estado judío. De hecho, ellos son antes fundamentalistas islámicos que palestinos, así que mal asunto. Y el estado israelí no admitirá un estado palestino mientras su seguridad no esté garantizada y saben que, a día de hoy, eso es imposible. Mientras tanto, inocentes de uno y otro lado seguirán muriendo y la guerra, en vez de la paz, será el pan nuestro de cada día de la tierra donde nació el Príncipe de la Paz.
Luis Fernando Pérez