Orad sin cesar

Uno de los versículos más cortos de la Escritura es a su vez uno de los más importantes para la vida cristiana. Me refiero a 1ª Tesalonicenses 5,17: “Orad sin cesar“. Efectivamente, la vida de fe se construye sobre la oración. Es el canal por el cual la comunión del creyente con Dios se hace más viva, más real, más tangible.

Por la oración no sólo hablamos a Dios sino dejamos que Dios nos hable. No sólo le pedimos aquello que deseamos, sino que nos abrimos a su voluntad. No sólo encontramos refugio en las dificultades, sino que le damos gracias por las bondades que recibimos de Él. Rezamos con plegarias ya marcadas por la Iglesia y sus santos y oramos a corazón abierto sin más guión que el que escribe el Espíritu Santo, tal y como afirma San Pablo en Romanos 8,26-27: “Y el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues qué hayamos de pedir, como conviene, no sabemos; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inefables, y el que escudriña los corazones conoce cuál es el deseo del Espíritu, porque intercede por los santos según Dios“.

El alma que no reza se seca. Y a su vez, el alma que por diversas circunstancias se siente seca, por la oración ve germinar una nueva primavera llena de frutos espirituales. Rezamos en nuestra intimidad, allá donde sólo Dios puede escucharnos, y rezamos también en comunidad, cuando asistimos a misa. El hecho de que las oraciones de la misa sean siempre las mismas no debería llevarnos a repetirlas sin poner todo nuestro ser en ellas, pues de esa manera nos perdemos uno de los mejores frutos de la celebración litúrgica. Por ejemplo, si somos de verdad sinceros cada vez que decimos “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme“, el Señor aceptará nuestra humildad y sanará nuestros corazones e incluso nuestros cuerpos. Y ¡cómo no conmoverse! con el himno que dice: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén“. Masticad esas palabras, encarnaos en ellas, hacedlas vuestras cuando las pronunciéis y seréis verdaderos adoradores.

La oración es también el camino por el que transcurre la comunión de los santos. Intercedemos por nuestros seres queridos y por el prójimo, a la vez que otros interceden por nosotros. Nos dirigimos a los santos en el cielo, en especial a nuestra Bendita Madre y ellos obtienen de Dios gracias para nuestro peregrinaje en la tierra. La única mediación de Cristo se hace así presente en toda la Iglesia, que es su Cuerpo. Todo es gracia, todo es amor, todo es belleza en una Iglesia que ora unida.

Ahora que entramos en la Cuaresma, entreguémonos por completo a la oración. La conversión viene del arrepentimiento de pecados y la búsqueda de la santidad. Si no oramos estamos inválidos para esa tarea. No hay proyecto que merezca el nombre de cristiano que no se construya y prospere si no es sobre la oración. Y eso incluye también este medio de comunicación, que sin duda es cristiano. Orad sin cesar y que Dios os conceda el privilegio de que su voluntad se cumpla soberanamente en vuestras vidas.

Luis Fernando Pérez Bustamante

16 comentarios

  
ugl1820
LF,

Siempre, pero más que nunca en cuaresma, esa conversión a la que nos exhorta Benedicto XVI debe pasar necesariamente por la oración.

Pero no se trata de repetir como loros oraciones aprendidas en la niñez sin saber qué se está diciendo ni por qué. La oración es dialogo con el Padre. Así como los niños cuando tienen algún problema acuden a sus padres en busca de consejo, debemos acudir con la misma sencillez al Padre celestial para que nos aconseje. Y nosotros debemos escucharle. No basta con el Dios proveerá, sino que debemos acudir a la oración con humildad y con ganas de arrepentimiento, en definitiva, de conversión.

Acabo de regresar de la celebración de miércoles de ceniza en la catedral de mi ciudad, y el señor arzobispo nos ha animado a todos a esa conversión mediante la oración y el ayuno. Sólo de esta forma podremos disponernos de forma correcta para la Pascua.

+ CREDO IN UNUM DEUM
25/02/09 9:00 PM
  
Ana
Tendríamos que hacer caso a la CEE y orar por la causa de la vida, en privado, en parroquias e incluso entre nosotros en los blogs.
Tenemos un potencial enorme con la orción que es poderosa y ahora csi la única forma de acabar con la cultura de la muerte
25/02/09 11:16 PM
  
Luis López
La oración es sin duda la primera y fundamental exigencia de Jesús a sus discípulos: ""Pues bien, yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama se le abre" (Lc. 11,9-10). Y sobre todo el dramático llamamiento escatológico de Lc. 21,36: "Velad, pues, en todo tiempo, orando para que podáis libraros de todo lo que ha de venir, y comparecer delante del Hijo del Hombre" ¿Quién puede llamarse legítimamente cristiano si en un día "no ha podido velar ni una hora" (Mc. 14,37)
26/02/09 9:36 AM
  
Genjuanpa
Amén.
26/02/09 10:17 AM
  
Camino Iriarte
De acuerdo, Luis Fernando. La oración "nos pone en nuestro sitio", como criaturas de Dios, como hijos suyos, como hermanos de Jesucristo, en comunión con la Virgen María, los ángeles y santos y toda la Iglesia.

Por si acaso -la eucaristía de ayer transcurrió con inventos abusivos que no deseo recordar- dejadme el consuelo de escribir aquí los prefacios de Cuaresma, que son oraciones bellísimas y verdaderas.

I- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor Nuestro. Por él concedes a tus hijos anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que, dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al amor fraterno, por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

II- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, de modo que, libres de todo afecto desordenado, vivamos las realidades temporales como primicias de las realidades eternas. Por eso, con todos los ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar:

III- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así tu generosidad. Por eso, con los ángeles te glorificamos y te alabamos diciendo:

IV- En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro. Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

V- En verdad es justo bendecir tu nombre, Padre rico en misericordia, ahora que, en nuestro itinerario hacia la luz pascual, seguimos los pasos de Cristo, maestro y modelo de la humanidad reconciliada en el amor. Tu abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para que, llegados a la montaña santa, con el corazón contrito y humillado, reavivemos nuestra vocación de pueblo de alianza, convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu Palabra y experimentar con gozo tus maravillas. Por estos signos de salvación, unidos a los ángeles, ministros de tu gloria, proclamamos el canto de tu alabanza:

¿A que sí?
26/02/09 11:43 AM
  
Raffaelo
Muy precioso artículo y comentarios. De verdad, lo digo. Lo digo porque lo siento. Son citas que vienen de las Escrituras y de la Liturgia, son verdaderas joyas para ir saboreándolas y descubriendo el bien que encierran.
La Cuaresma es un tiempo de conversión, un tiempo en que estamos llamados a nacer de nuevo y eso muchas veces no queremos verlos los bautizados, porque la radicalidad que nos pide Jesús no es violencia, es por ejemplo, dejar las redes y seguirle, pero quizás para volver a cogerlas y tirarlas al modo en que Jesús nos dice, porque permanentemente estamos a la escucha, porque nos dejamos ayudar por hermanos en la fe en que apoyarnos.
Un creyente no es simplemente una persona que pide cosas a Dios, esa persona no conoce a Dios, por lo menos al Dios de Jesucristo. Un creyente, es como Luis ha dicho, una persona que sobre todo se pone a la escucha y quiere hacer la voluntad del Señor.
Hacer la voluntad del Señor es muy fácil, solo hay que caminar con Él y para eso nos deja la Iglesia y el Espíritu Santo que la alienta. Acudamos con confianza Dios nos quiere bendecir, nos quiere bienaventurados, nos quiere a su lado.
26/02/09 11:57 AM
  
abigaíl
Gracias, Luis Fernando, éstas son las palabras justas que necesitaba oir justo en este momento. No es que no las conociera ya, sino que precisamente las llevaba rumiando secretamente todo el día debido a mis actuales circunstancias.
Que la Voluntad de Dios se cumpla soberanamente en nuestras vidas. ¡Qué gran misterio, cuánta confianza demanda de nosotros!
26/02/09 1:05 PM
  
Gallizo
Buenos días Luis Fernando, quisiera saber si es posible que alguien que cumpla con los mandamientos de la Ley de Dios a excepción de los 3 primeros ( por ejemplo por ser ateo ), puede recibir la gracia del Señor. Tambien me gustaría si me pueden contestar si siendo Dios un ser todopoderoso, conocedor de todo, inmutable y trascendente, necesita que el creyente reafirme su fe mediante la oración para saber si la mantiene o no y si podemos pensar que Dios se siente bien cuando se le reza.
26/02/09 2:29 PM
  
Anabel
Dios envia la gracia a todos los seres humanos, unos la acogen y otros no. Es infinitamente bueno y sigue enviando su gracia. Dios no nos necesita en absoluto pero nos ama, por eso nos envia su gracia. ¿Quieres salvarte, quieres ser feliz? Acoge su gracia, arrepiéntete y empieza a vivir.
26/02/09 3:49 PM
  
Gallizo
Buenas tardes Anabel, disculpe si su mensaje no se refería al mío. Dice usted que Dios no nos necesita, pero en cambio se supone que creo el Universo y todo lo que hay en él para nosotros,digo yo que algún propósito tendrá entonces que existamos y si hay un propósito, puedo suponer que Dios nos necesita aunque sólo sea para que su propósito pueda ser. No entiendo de que quiere que me arrepienta, estoy bautizado y no he cometido ningún pecado mortal.
26/02/09 4:40 PM
  
Luis López
Gallizo, la mera existencia de cada hombre o mujer es una manifestación del amor de Dios, y por el hecho de existir ya debemos estar agradecidos. El amor que nosotros manifestamos a Dios (y que Jesús identifica con el amor al prójimo, Mt. 25,31 y ss.), Él nos lo devolverá multiplicado por ciento (1 Cor. 2,9). Y en cuanto al hombre bueno que no cree, pienso como San Juan de la Cruz que "Al atardecer, se nos examinará en el amor", y que más que la solidez de la fe, será la expresión del amor en nuestra vida lo que en definitiva contará para Él, puesto que "Dios es amor" (1 Jn. 4,16).
26/02/09 6:12 PM
  
Luis Fernando
Gallizo, no se recibe la gracia por cumplir los mandamientos sino más bien se recibe la gracia PARA cumplirlos.

No es Dios quien necesita la oración del creyente para que reafirme su fe, sino más bien es el creyente quien necesita de la oración para estar en comunión con Dios.

No sé si Dios se "siente" bien cuando rezamos pero me imagino que así es en alguna manera, de igual forma que un padre se "siente" bien cuando sus hijos le cuentan sus cuitas.

Respecto a lo que le comenta a Anabel, su afirmación de que no ha cometido ningún pecado mortal es cuanto menos peculiar, ya que indicaría un nivel de santidad en su persona ciertamente importante. Aun así, es obvio que sí tiene pecados veniales, porque como dice la Escritura:

1ª Juan 1 8-11
Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. Si decimos que no hemos pecado, le desmentimos y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo.

En un buen análisis de conciencia, siempre salen pecados ocultos, más o menos graves. La conversión constante forma parte de la identidad del cristiano.
26/02/09 6:34 PM
  
Gallizo
Luis Fernando puede dudar con toda justicia de mi santidad ya que supongo que adivina ni soy santo ni pretendo serlo, de ahí que he hablado de pecados mortales. Luis López entiendo de su comentario que puede ser más "valioso" a los ojos de Dios un no creyente que en su vida a procurado simpre ayudar al necesitado,ser caritativo,amar al prójimo y , resumiendo, ser un buen ser humano ( sin ser un buen cristiano ) que al creyente fervoroso que se permite todo tipo de excesos contra sus semejantes y que espera contar con el as del arrepentimiento en el último momento por muy sincero que este pueda ser, ¿ o no es así ?.
26/02/09 8:11 PM
  
Luis López
Gallizo, lee el Evangelio y sobre todo Lc. 18, 9-14, donde un pecador (arrepentido de corazón) es justificado frente a un "buen practicante de la religión". Lo fundamental es volverse, convertirse de raíz a Dios, y amar al prójimo como a uno mismo, pues "la caridad cubre muchedumbre de pecados" (1 Ped. 4,8). En cada caso concreto nadie puede saber quién se salvará o se condenará, pero lo que es cierto es que seremos medidos en el amor.
27/02/09 9:57 AM
  
Gallizo
Buenos días Luis López, como habrá deducido por mis mensajes, tengo más preguntas que respuestas ( imagino que como muchos otros ) y reconozco que aceptar sin más la existencia de Dios ( como decía creo que Tomás de Aquino, apartando el intelecto para dar paso a la fe ) no me resulta sencillo, de ahí que intente comprender todo esto en la medida de mis posibilidades ( que no deben ser muchas por lo que voy viendo ).En todo caso me parece que la posibilidad de que en el juicio final se puedan valorar las buenas acciones y la vida recta, independientemente de que se haya sido creyente o no ( y aquí no pienso que el que ha obrado correctamente sin creer tenga que arrepentirse para que Dios le acepte), se acerca más a la imagen del Dios de amor que Jesús nos presenta.
27/02/09 12:14 PM
  
luis lópez
Gallizo, todos -hasta el cristiano más fiel y devoto- tenemos en la vida más preguntas que respuestas. Lo que sucece es que los que nos consideramos cristianos tenemos algo que se llama fe o "confianza en Dios", y sabemos dos cosas: que Dios siempre está con nosotros (Mt. 28, 20), y que al final de los tiempos se revelará definitivamente el sentido de la existencia, la libertad, la Providencia y el mal. Que la respuesta será luminosa, absoluta y perfecta. Y que como dice Quevedo: "Si me condeno, daré gracias a tu Justicia, y si me salvo, daré gracias a tu Misericordia"
27/02/09 7:16 PM

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