No basta con resistir, hay que recuperar terreno
Gal 3,24
De suerte que la Ley fue nuestro pedagogo para llevarnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe.
Cuando Dios dio la Ley a Israel la intención era, entre otras, educar a su pueblo para que anduviera en el bien y no se lanzara por la pendiente del mal. De hecho, la Ley era preparatoria del propio Cristo, de quien recibimos la gracia y la justificación. La Ley era la maestra que señalaba el error, sin el conocimiento del cual es complicado poder evitarlo. Mas el apóstol San Pablo, que no era sospechoso precisamente de creer que el mero cumplimiento de la ley nos salva, reconocía que podía seguir siendo útil
1º Ti 1,8-10
Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina.
Si eso se dice de la Ley mosaica, se puede igualmente decir de toda legislación que busque moldear la conciencia de una sociedad. En ese sentido, el socialismo sabe que la forma de ganarse el alma de España es a través de una legislación que marque las pautas de lo que, a posteriori, ha de ser aceptado por la mayoría de la sociedad. No buscan el consenso porque saben que el mismo acabará llegado una vez que sus leyes de ingeniería social lleven años funcionando.
Una legislación que no protege el matrimonio y que facilita su disolución, necesariamente acaba afectando al concepto social sobre la familia y la necesidad de que se mantenga unida. Una legislación que no protege la vida humana desde su concepción acaba produciendo una sociedad estéril y ciega ante el drama de los cuerpos destrozados de fetos humanos. Una legislación que permita la eutanasia acabará produciendo una sociedad que eliminará a sus ancianos y a determinado tipo de enfermos y discapacitados. En otro nivel, la legislación que permite pasar de curso con un saco de suspensos produce una disminución drástica del nivel educativo de todos y además educa a los jóvenes en el concepto de que el esfuerzo no es siempre necesario para progresar.
La cultura de la muerte que encarna la izquierda gobernante y el “extremo centro” rajoyista y gallardonizante sólo pueden ser combatidos con sus propias armas. Si con leyes se ha educado a la sociedad para que caiga en manos de esa cultura, con leyes habrá que reeducarla para que se acerque a la cultura de la vida, única que nos garantiza que sobrevivamos como país civilizado.
No basta pues con llegar al poder para gestionar mejor los dineros públicos. No basta con llegar al poder y mantener el “status quo” impuesto desde el socialismo a través de sus leyes de carácter socio-masónicas. Una derecha sin alma y secuestrada por el monstruo de lo políticamente correcto es una derecha cómplice de la izquierda, que hace de tonto útil para justificar un régimen con apariencia de democracia. Aun partiendo de una posición minoritaria, la derecha que hace falta en España es aquella que está dispuesta a acabar con la plaga del aborto, con la manipulación de embriones y con todo intento de imponer la eutanasia; que reforzará la institución familiar; que dará un giro radical al sistema educativo; y que, en cuanto que española, reforzará la unidad de España. Y para ello usará las leyes, no las buenas palabras.
No basta con resistir. Tenemos que empezar a recuperar terreno. Da igual que seamos minoría en estos momentos. La vida da muchas vueltas y aunque hay aprovechar la mejor capacidad de gestión de los recursos públicos como banderín de enganche electoral, debe quedar claro que el objetivo va más allá de sacar a España de la crisis económica, ya que la verdadera crisis es moral, institucional y de identidad nacional. Si con la ley nos están ganando la partida, con la ley volveremos al sentido común.
Luis Fernando Pérez Bustamante



