El cariño en medio del sufrimiento

Por suerte o por desgracia a lo largo de mi vida he pasado más tiempo de lo normal en diversos hospitales. No tanto por mí como sobre todo por mi madre. Ahora es mi esposa quien requiere hospitalización debido a la complicación de una enfermedad crónica que padece. Le esperan al menos dos semanas de estancia. Sé que la práctica totalidad de mis lectores creyentes rezan y rezarán por ella así que os lo agradezco.

Supongo que cada hospital tiene su propia idiosincrasia pero en todos he visto siempre las mismas escenas, las mismas caras de preocupación y, por supuesto, las mismas muestras de cariño de los familiares hacia los pacientes y viceversa. En el hospital no sufre sólo el enfermo sino aquellos que le aman. Y del sufrimiento surgen muestras de amor y de cariño que seguramente no se dan en el día a día, en la rutina de cada vida. Ver a un anciano coger la mano de su esposa llena de tubos es algo que emociona doblemente. Emociona porque puedes vislumbrar la angustia del abuelo que teme perder a quien ha sido su vida, y a su vez emociona porque contemplas cómo el verdadero amor nunca muere, no entiende de edades ni de dificultades y llega hasta el final.

Con todo, creo necesario decir que no deberíamos esperar a que nuestros seres queridos estén en dificultades de salud para llegar a ser más cariñosos con ellos. El amor no sólo se siente. Se dice, se cuenta, se vive. Sonrisas, besos, abrazos, “te quieros", la mera presencia, a veces son la mejor medicina para el alma y para el cuerpo. Y obtiene más quien da que quien recibe. El cariño que no das hoy quizás mañana no puedas darlo y eso produce una amargura que te puede acompañar el resto de tu vida. Sé mejor hijo, mejor esposo, mejor nieta, mejor sobrino, mejor padre, mejor amiga, mejor cristiano. Saldrás ganando.

Luis Fernando Pérez