Derrotar a la democracia, objetivo del lobby gay californiano
A diferencia de lo que ocurre en España, el sistema democrático estadounidense permite tanto a los legisladores de los diversos estados como a los ciudadanos, por medio de la recogida de firmas, someter a plebiscito propuestas sobre lo humano y lo divino en la papeleta electoral. Y así, el mismo día en que los norteamericanos eligieron a Barack Obama para ser su próximo presidente, en el estado de California se produjo una inesperada victoria electoral de aquellos que querían ilegalizar el matrimonio entre homosexuales. El 52% de los californianos aprobaron la “Propuesta 8″, en la que se pedía modificar la Constitución del Estado para definir el matrimonio sólo como la unión entre hombre y mujer, lo que supondría derogar la decisión del Tribunal Superior de Justicia de California que legalizó el pasado mayo las uniones homosexuales.
Como era de esperar, la comunidad gay californiana, sin duda la más numerosa e influyente de las existentes en todos los estados de la Unión, puso el grito en el cielo. Han pedido ayuda a Obama y a la propia justicia de su estado. Y hete aquí que el Fiscal General de California, Jerry Brown, ha pedido este viernes al Tribunal Supremo del estado que anule el resultado del referéndum. O sea, se quieren cargar la voluntad de los californianos expresada libremente en una votación impecablemente democrática.
Mi opinión es que lo lograrán. No hay prácticamente un solo objetivo marcado en la agenda del lobby gay que no se haya llevado a cabo o esté a punto de llevarse. Como explicó muy bien César Vidal en un artículo publicado e Libertad Digital, hace treinta y cinco años ese lobby consiguió por la fuerza y con presiones intolerables que la homosexualidad dejara de ser considerada como un trastorno psicológico. Fue su primera gran victoria, aun a costa de acabar con la libertad de la ciencia.
Su segunda gran victoria ha sido la legalización en algunos países del matrimonio gay, inexistente en todas las civilizaciones humanas habidas a lo largo de la Historia, lo cual es en cierta forma una prueba de su condición contraria a la ley natural. Y creen tener al alcance de la mano la “normalización” en Occidente del matrimonio gay, lo cual incluirá enseñar en la escuela que dicho matrimonio es tan válido moralmente como el heterosexual, y la adopción de niños por parte de esas “familias". Si para ello tienen que cargarse la democracia, nadie dude que lo harán. El argumento parece claro: el matrimonio entre homosexuales es un derecho humano y las leyes no pueden anular derechos humanos. Algo parecido quieren hacer los pro-abortistas con el “derecho de la mujer a abortar” y los doctores Montes y Bernat Soria de turno con el “derecho -por no hablar de la obligación- a suicidarse” de algunos enfermos.
No deja de ser sintomático que el laicismo de izquierdas sea el adalid de este tipo de “derechos humanos” que en realidad son un ataque contra la humanidad, pues se cargan la dignidad de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural, y arremeten contra la familia natural. Para esa izquierda la democracia es la amante con la que se acuestan si cumple sus deseos, pero a la que patean y desprecian si un día se opone a su totalitarismo. España es testigo de cómo hace décadas la izquierda quería usar la democracia como herramienta para llegar a la revolución del proletariado. Y al no conseguirlo, estaban dispuestos a acabar con el sistema democrático. De hecho tengo la impresión de que ahora estaríamos viendo algo parecido si el PP hubiera gobernado cuatro legislaturas seguidas. Esa instrumentalización interesada de la democracia la vemos hoy en EEUU, protagonizada por el lobby gay. Lo que ocurre es que en ese país existe una cultura democrática más asentada que la que tenemos acá. El lobby gay puede encontrarse con una reacción radical de todos aquellos norteamericanos que no están dispuestos a que lo que ellos decidan en las urnas, pueda verse alterado por unos exaltados que hacen del exhibicionismo impúdico y obsceno una de sus señas de identidad. Quizás logren una victoria legal temporal, pero pueden estar cavando la fosa del desprecio social del resto de la sociedad norteamericana, lo que les devolverá a tiempos pasados, donde eran vistos como escoria. Y eso no puede traer nada bueno ni para ellos ni para la nación a la que pertenecen.
Luis Fernando Pérez