InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

7.07.12

Ni burka ni minifalda

El obispo de Solsona vuelve a ser noticia en los medios de comunicación por hacer algo que todo buen pastor está llamado a hacer. Es decir, corregir al errado y aprovechar la ocasión para explicar la verdad de las cosas.

Al ir a confirmar a un grupo de jóvenes, el obispo vio que tres muchachas iban vestidas de forma impropia para estar en una iglesia. Pero yo iría más allá. Independientemente de si están o no en un templo, todo cristiano, hombre o mujer, debe de vestir guardando el pudor. Esto no es discutible. Forma parte de la Revelación y quienes están familiarizados con los textos patrísticos saben bien que es un tema que trataron de forma bastante “radical". No es casual que la Escritura enseñe que lo primero que notaron “raro” los primeros padres tras haber pecado es que estaban desnudos.

Es obvio que las normas sobre el pudor no son exactamente las mismas en todas las eras y en todas las civilizaciones. Pero también es cierto que los cristianos no pueden sujetarse a aquello que para el mundo está bien, cuando no está bien. Es decir, puede que hoy se vea como lo más normal el que las mujeres vayan con minifaldas y con grandes escotes, o que los hombres vayan por las playas con tangas. Pero la “normalidad” del mundo es en muchas ocasiones -por no decir todas- auténtico pecado cuando es llevada a cabo por los que somos guiados por el Espíritu Santo. Y ante la duda, ahí tenemos a la Madre y Maestra para aconsejarnos.

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3.07.12

Lo que Newman vio en la Iglesia de los siglos IV, V y VI

Como ya he relatado en numerosas ocasiones, uno de los instrumentos que el Señor usó para devolverme al seno de su Iglesia fue la lectura de sendos libros del Beato Henry Newman. Su “Apologia pro vita sua” y su “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana” (*) fueron determinantes no tanto para que dejara de ser protestante, cosa que me habría sido concedido por el Señor sin la lectura de ambas obras, sino para no quedarme dentro de alguna de las iglesias ortodoxas.

Aunque la “Apologia” fue la obra que más impactó debido a la vívida descripción de la lucha que tuvo lugar en el alma del beato inglés -yo viví algo similar pero en mucho menos tiempo-, lo cierto es que lo que más me ayudó a entender donde estaba la Iglesia del primer milenio fue el otro libro sobre el desarrollo del dogma. Dicho desarrollo -que no alteración sustancial- era una de las señales inequívocas da la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo. Y el mismo desapareció de las iglesias ortodoxas cuando abandonaron la comunión con el Obispo de Roma.

Quiero traer a la consideración del lector un par de párrafos de dicha obra. En ellos el beato resume brevemente lo que con anterioridad ha explicado en relación a la situación de la Iglesia en los siglos IV, V y VI y su comparación con la realidad de la Iglesia en el siglo XIX, que fue el que le tocó vivir a él:

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29.06.12

"¡Viva el obispo que cometió adulterio!"

Debió resultar conmovedor. Al final de la Misa con motivo del 15º aniversario de la creación de la diócesis argentina de Merlo-Moreno, un fiel gritó para que todos le oyeran: “¡Viva Fernando María Bargalló!”. Y todos irrumpieron en un sentido aplauso. Seguro que se escapó alguna lagrimilla.

No en vano, la Misa se había convertido ya en un homenaje al obispo sorprendido en adulterio con una divorciada. El cardenal Bergoglio dijo de él que “trabajó para los pobres y esto le valió la persecución. Trabajó también por los ancianos y para escuchar a los chicos. Hoy tenemos a la Iglesia unida, humanitaria y misionera y venimos a dar gracias por estos 15 años caminando juntos“. De hecho, en la convocatoria previa a la Misa se había dicho que el obispo Bargalló “durante todo este tiempo, ha demostrado la calidad de su vida y corazón“.

Supongo que no es mucho pedir que se encuentre un punto de equilibrio entre la lapidación de los adúlteros y el homenaje hacia los mismos en una Misa oficiada por un cardenal. Basta tener un mero sentido de la prudencia para darse cuenta que da muy mala imagen ponerse a alabar en una celebración eucarística lo bueno que ha hecho un pastor que ha traicionado a su Señor y a su Iglesia liándose con una divorciada.

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27.06.12

Cardenal, ¿piensa usted ir uno por uno?

A finales del verano del año pasado la Iglesia Católica en Austria dejó bien claro ante todo el mundo que tiene un problema interno de magnitud considerable y consecuencias catastróficas. El P. Helmut Schüller, que llegó a ser vicario general de la archidiócesis de Viena entre 1995 y 1999, lanzó el “Llamamiento a la desobediencia", que fue firmado inmediatamente por centenares de sacerdotes austriacos.

En el documento se pedía la ordenación de las mujeres y de las personas casadas, que hombres y mujeres laicos preparados, solteros o casados, puedan oficiar Misa y dirigir iglesias carentes de párroco, que se permitiera que los divorciados puedan volver a contraer un segundo matrimonio religioso y que los protestantes puedan recibir la comunión.

Como ven ustedes, buena parte de esas peticiones son imposibles de conceder ya que afectan directamente a doctrinas pertenecienes al depósito de la fe. Y ni siquiera los Papas tienen autoridad para alterar dicho depósito, del que son sus principales guardianes. Recordemos que, tal y como enseña el Concilio Vaticano II, el Magisterio no está por encima de la Escritura ni de la Tradición:

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22.06.12

Sobre el avance de los pentecostales en el continente americano

El Papa está preocupado por el avance de las comunidades eclesiales evangélicas y (*) pentecostales en Colombia. Damos por hecho que su preocupación no se limita a ese país sino a todo el continente americano. En algunas naciones, sobre todo en Centroamérica, el avance es tal que no es descartable que en breve -si no ya- haya en ellas más evangélicos que católicos.

Dice el Santo Padre que muchas veces, quienes abandonan el catolicismo no lo hacen por razones doctrinales, dogmáticas o teológicas, «sino por motivos pastorales y de método de nuestra Iglesia». Dice también que «para evitar esos abandonos hay que ser mejores creyentes, más piadosos, afables y acogedores en nuestras parroquias y comunidades, para que nadie se sienta lejano o excluido».

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