InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Sacramentos

25.07.12

Remedios bíblicos contra enfermedades espirituales graves (II)

Bien sé, hermano separado, que amas a Dios con todo tu corazón. Bien sé que crees en Cristo como tu Señor y Salvador. Pero también sé que no crees todo lo que Cristo nos enseñó y de esa manera pones en peligro tu alma. Ya que, como dijo el Maestro:

¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Luc 6,46.

Me preguntarás qué no haces que el Señor dijera que debías hacer. La respuesta la tienes en el evangelio de Juan:

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Juan 6,54-56

Lamento decirte, estimado hermano separado, que tú reaccionas ante esas palabras de Cristo de la misma manera que hicieron los que le abandonaron al no aceptar que, en espíritu y en verdad, había que comer su carne y beber su sangre (Jn 6,66). Sin embargo, ¿qué otra cosa entendieron los apóstoles? Lo vemos en San Pablo:

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23.04.12

El absurdo de impartir sacramentos sin fe

Mons. Xavier Novell, obispo de Solsona que se caracteriza, entre otras cosas, por aparecer prácticamente todas las semanas en los medios de comunicación, acaba de asegurar que antes que el aumento de bodas civiles, le preocupa más el hecho de que se celebren bodas religiosas sin que haya fe entre los contrayentes. Y tiene toda la razón pero yo iría más allá. Gran parte de esas bodas religiosas son nulas, porque precisamente en el sacramento del matrimonio los ministros son los contrayentes, siendo que el sacerdote o el diácono ejercen de testigos cualificados de la Iglesia. Si quien se casa no tiene fe y, por tanto, no tiene razón para creer en la indisolubilidad del matrimonio, que solo puede alcanzarse por medio de la gracia de Dios, ¿cómo va a haber realmente sacramento?

Dice el Código de Derecho Canónico que el obispo “no debe conceder licencia para asistir al matrimonio de quien haya abandonado notoriamente la fe católica” (CDC 1071,2). A mí me parece obvio que quienes no asoman por la Iglesia ni domingos ni fiestas de precepto, quienes no frecuentan la Eucaristía ni la confesión, quienes, en definitiva, no demuestran tener fe podrían incluirse en un futuro dentro de esa definición. Es decir, que no sea necesario hacer una manifestación pública de apostasía para quedar incapacitado para contraer matrimonio eclesiástico.

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22.02.12

Confesión: cuando se convierte en noticia lo que debería ser normal

Ayer publicábamos la noticia de que el obispo de Palencia había decretado que una de las iglesias de sus diócesis estuviera abierta 5 horas al día para que todo aquel fiel que quiera confesarse pueda hacerlo. Durante ese tiempo, siempre habrá un sacerdote experimentado, dispuesto a acoger a cuantos deseen confesarse: laicos, religiosos, religiosas o sacerdotes, o a cuantos tengan algún problema de tipo religioso o humano. Este mismo mes de febrero el arzobispo de Sevilla hizo algo parecido.

Algo está muy mal en la Iglesia cuando los obispos tienen que disponer medidas de este tipo. El sacramento de la confesión es fundamental para la salud espiritual de los fieles. El hecho de que Cristo diera a la Iglesia la autoridad para perdonar pecados no era una cuestión menor. Aunque existe una relación personal, genuina e irrepetible entre cada cristiano y su Salvador, el Señor ha querido que la fe tenga una dimensión comunitaria en la que la Iglesia sea verdadero hogar familiar donde se alimenta el alma y se sanan las heridas.

Ser sacerdote y no confesar habitualmente es una contradicción absoluta, una aberración sin sentido. Y ser cristiano y no confesarse cada vez que se cae en pecado mortal, es una necedad. Incluso aunque no se comentan pecados graves, la confesión es como una brisa de aire fresco que quita del alma el polvo acumulado de los pecados veniales. Estoy convencido de que quien se confiesa con regularidad, recibe mayor gracia al comulgar. Y ambos sacramentos, confesión y eucaristía, son el corazón de la vida cristiana.

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2.10.11

Testimonio del reinado de Cristo en Cuba

Los que nos dedicamos a esta aventura de llevar la fe católica a la red de vez en cuando recibimos en el email auténticas perlas que no podemos dejar de compartir con nuestros lectores. Esta semana he sido afortunado con un testimonio de la realeza de Cristo en la vida de quienes abren su corazón a la voluntad de Dios. Se trata de una carta privada, dirigida a los “amigos", pero el autor nos ha permitido publicarla.

Los protagonistas de esta historia viven en Cuba. Como es conocida de todos la situación socio-político-económica de esa nación tan querida para los que somos españoles, no es necesario que haga énfasis en ella:

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11.09.11

¿Puede Ignacio Villota Elejalde seguir siendo sacerdote?

Ignacio Villota Elejalde es licenciado en teología, doctor en historia y presbítero diocesano en Bilbao. Pero también es el autor de uno de los artículos más directos contra el sacramento de la confesión tal y como la Iglesia Católica lo enseña y lo propone a todos sus fieles, sacerdotes incluidos. Dicho artículo fue publicado ayer en Noticias de Guipúzkoa.

Cito algunas perlas:

Muchos creyentes hoy siguen recibiendo el sacramento del perdón en celebraciones comunitarias que se ofrecen en muchas parroquias. Son celebraciones que encajan perfectamente en muchos sectores católicos que aceptaron plenamente el Vaticano II, y tuvieron una maduración de su conciencia moral.

y

…la realidad del problema de este sacramento está en la crisis de una forma caduca y vetusta de celebrarlo. Precisamente, la exigencia de la manifestación explícita de los pecados desprestigia al sacramento de la penitencia, a veces llamado impropiamente de “la confesión". Tal desprestigio no ha sido solo por el hastío producido por exámenes de conciencia e interrogatorios humillantes que, en demasiadas ocasiones, buscaban el control de las mismas conciencias, y han dejado a veces secuelas nocivas para el espíritu. En el rechazo de la obligatoriedad de la confesión, ésta es la parte accidental. Lo sustancial es que los rectores de la Iglesia parecen obviar la gran evolución que el ser humano ha protagonizado en aspectos básicos de sus derechos inalienables y de su dignidad. Los creyentes no desprecian el sacramento del perdón. Lo pueden arruinar algunas formas o insistencias obsoletas.

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