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23.08.15

Religión en la que los que están en grave pecado pueden comulgar

¿Saben ustedes qué religión es aquella en la que el que peca gravemente puede comulgar porque le basta con creer para estar en gracia de Dios?

Luteranismo.

No me lo invento:

“Si eres un predicador de la gracia, no prediques una gracia imaginaria sino la verdadera gracia. Si la gracia es verdadera, debes entonces cargar con un pecado verdadero, no con uno imaginario. Dios no salva a esos que son sólo pecadores imaginarios. Sé un pecador y que tus pecados sean fuertes, pero deja que tu confianza en Cristo sea más fuerte y regocíjate en Cristo quien es el vencedor sobre el pecado, la muerte y el mundo. Cometeremos pecados mientras estemos aquí, porque esta vida no es un lugar donde reside la justicia. Estamos, sin embargo, como dice Pedro (2 Pedro 3, 13), buscando en lo venidero un nuevo cielo y una nueva tierra donde reine la justicia. Es suficiente que a través de la Gloria de Dios hayamos reconocido al Cordero que quita el pecado del mundo. Ningún pecado puede separarnos de él, aun cuando asesináramos y cometiéramos adulterio miles de veces al día. ¿Crees que tan exaltado Cordero pagó meramente un pequeño precio con un escaso sacrificio por nuestros pecados? Ora fuertemente porque eres todo un pecador.”
(Martín Lutero, Carta a Melanchthon, 1521)

La cosa es bien simple. El ex-monje agustino alemán había llegado a la conclusión de que el hombre no podía, de ninguna manera, llevar una vida de santidad, ni siquiera asistido por la gracia. Por tanto, su salvación habría de ser un acto legal por el que el pecador, sin dejar de serlo y sin capacidad alguna de abandonar su pecado, es declarado justo. Basta con que crea en Dios, en Jesucristo.

¿Saben ustedes qué religión es esa en la que una vez que has creído en Jesucristo ya no te vas a condenar de ninguna de las maneras?

Calvinismo.

Tampoco me lo invento. Cito varios autores calvinistas:

La doctrina de la perseverancia de los santos no sostiene que todos quienes profesan la fe cristiana tienen certidumbre del cielo. Son los santos – aquellos que son separados por el Espíritu – quienes perseveran hasta el fin. Son los creyentes – aquellos a quienes les es dada verdadera fe viva en Cristo – quienes están seguros e idemnes en Él. Muchos que profesan creer caen, pero no caen de la gracia pues nunca estuvieron en la gracia. Los verdaderos creyentes caen en tentaciones, y cometen pecados graves, pero estos pecados no les hacen perder su salvación ni los separan de Cristo.
David N. Steele and Curtis C. Thomas, The Five Points of Calvinism

Quienquiera que una vez cree verdaderamente que Jesús fue resucitado de entre los muertos, y confiesa que Jesús es Señor, irá al cielo cuando muera. “Una vez salvo, siempre salvo” significa que tal persona no puede perder su salvación. Se sigue, entonces, que irá al cielo cuando muera. Es una promesa absoluta exigible [sic]. No estamos diciendo una vez salvo, siempre obediente. No estamos diciendo una vez salvo, siempre perfecto. No estamos diciendo una vez salvo, siempre piadoso. Es una vez salvo, siempre salvo.
R. T. Kendall, Once Saved, Always Saved

Permanecer en la gracia tiene que ver con la seguridad eterna. La seguridad eterna, entonces, es la inquebrantable relación con la integridad de Dios. Ni Dios, ni un hombre ni un ángel puede destruir la relación que comienza en la salvación. No hay pecado que podamos cometer. No hay actividad de nuestra parte que pueda neutralizarla o destruirla. Es algo que tenemos permanente y perfectamente tanto ahora como para siempre.
R. B. Thieme, Doctrines of Eternal Security, Current Positional Truth

No hace falta que les diga que si se cree que se puede ser un pecador compulsivo y aún así ser salvo, tanto más se podrá comulgar. Pues bien, eso es exactamente lo que proponen aquellos cardenales, obispos y teólogos que pretenden que la Iglesia Católica acepte que los que viven en adulterio puedan comulgar sin manifestar intención alguna de dejar dicho pecado.

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6.08.15

Excomunión y acceso a la comunión: breve lección a los medios ignorantes y manipuladores

Como cabía esperar, cualquier declaración del Papa sobre la situación de los divorciados vueltos a casar sería interpretada por los medios de comunicación como la puerta abierta al reconocimiento del adulterio -esa es la palabra que Cristo usa para referirse a quienes están en esa situación- y el acceso a la comunión de esas personas. El Papa dijo que los divorciados vueltos a casar no están excomulgados y los medios dan por hecho que les está permitiendo tomar la Eucaristía. Pues bien, no es así.

Doy por hecho que la mayor parte de los medios de comunicación seculares ignoran que existe una diferencia fundamental entre estar excomulgado y no poder comulgar. Luego están los medios de información religiosa perversos y manipuladores, que aun sabiendo la diferencia, hacen como si no existiera para torcer así el sentido de las palabras del Santo Padre.

Ciertamente todos los excomulgados no pueden comulgar, pero muchos de los que no pueden comulgar, sea de forma temporal o de forma “continua", no están excomulgados.

La excomunión supone literalmente la expulsión del bautizado de la Iglesia. Es la pena medicinal más “dura” y se aplica solo a determinados pecados o delitos. Entre ellos, el de la herejía, el cisma, el aborto y otros. El excomulgado queda fuera absolutamente de la vida eclesial, de tal forma que si muere en ese estado, ni siquiera podría recibir las exequias cristianas.

Como bien explica el P. Pedro María Reyes Vizcaíno:

Por lo demás, no sería legítimo afirmar la excomunión no es una institución evangélica: el Señor, en Mt 18, 17, establece la posibilidad de que la Iglesia expulse de su seno a quienes cometen pecados especialmente graves. Los primeros cristianos ya la practicaron. San Pedro, en Hch 8, 21, expulsó de la Iglesia a Simón el Mago, por pretender comprar el poder de administrar el sacramento de la confirmación: cometió el delito de simonía, que por este episodio tiene tal nombre. San Pablo, en I Cor 5, 4-5 también expulsó de la Iglesia a un delincuente, en este caso a un incestuoso. En esta ocasión, además, el texto de la epístola deja claro que la finalidad de la pena es medicinal: a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor. Sin rodeos San Pablo exige a los corintios que apliquen la pena: “¡echad de entre vosotros al malvado!” (I Cor 5, 13).

Es doctrina católica, concretamente dogma de fe, que la comisión de un pecado mortal hace que el fiel no pueda recibir el sacramento de la comunión si no se ha confesado y ha sido absuelto del mismo.

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5.05.15

Un párroco hace lo que debe y se monta un cirio en Facebook

La parroquia Nuestra Señora de los Dolores de Cartagena (España) celebró comuniones el pasado domingo. Su párroco, José Antonio Moreno, envió días antes una circular a los padres en la que, entre otras cosas, recordaba la doctrina de la Iglesia sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar:

«Cada día existen entre nosotros más familias y matrimonios rotos, irregulares a los ojos de la Iglesia. Os recuerdo que no se puede recibir la Comunión en algunos casos (´parejas de hecho´, divorciados y vueltos a casar civilmente)».

Ni que decir tiene que no mencionó a nadie en concreto. No dijo: “el padre de Pepito y la madre de Juanita no pueden comulgar". Solo recordó aquello que enseña Cristo y la Iglesia. A saber:

1- Quien se divorcia y se vuelve a casar es un/a adúltero/a.

2- El adulterio es pecado mortal.

3- No se puede comulgar en pecado mortal.

Don José Antonio tuvo especial cuidado en no decir las cosas con las propias palabras de Cristo. Es decir, no llamó a los divorciados vueltos a casar lo que son: adúlteros. Si lo hubiera hecho, el cirio que se habría montado sería aún más espectacular.

¿Y en qué ha consentido dicho cirio? Pues en que la madre de uno de los nenes, presuntamente adúltera según la moral católica, ha publicado en su muro de Facebook el siguiente mensaje:

Dado que mi persona y/o situación familiar es “irregular” ante los ojos de la Iglesia y se me prohibe recibir la Comunión en un día tan especial para la familia como es la Primera Comunión de mi hijo, doy por hecho que mi dinero será considerado de igual manera y, como tal, no será aceptado por la Iglesia. 

Así es que, como buena católica (desde hoy simple cristiana) “acato” las normas y no contribuiré con donativo alguno siendo consciente de que, tanto mi como mi persona no entramos dentro de lo que la Iglesia considera como “normal".

Sin otro particular, se despide:

xxx

Mientras escribo este post, el mensaje de esa mujer ha sido compartido más de cien mil veces y ha sido objeto de infinidad de comentarios, la mayoría de ellos apoyándola. Incluso es protagonista en la versión digital de la Opinión de Murcia.

No es la primera vez que ocurre algo así. Cada vez hay más adúlteros en nuestra sociedad. Los que van a Misa regularmente son más bien pocos y, por lo general, entienden que no pueden comulgar. Pero algunos de los que no asoman casi nunca por Misa y sí lo hacen en la primera comunión de sus hijos, pretenden comulgar como si tal cosa. 

Eso mismo ocurre con quienes sin ser adúlteros, tampoco cumplen con la obligación de ir a Misa en domingo y fiestas de guardar. Su situación es exactamente la misma. No pueden comulgar a menos que se confiesen previamente, La diferencia con los adúlteros es que ellos sí podrán recibir la comunión si se confiesan sinceramente, mientras que quien vive en adulterio no podrá ser absuelto a menos que se comprometan a dejar de vivir así. Si no les gusta esa situación, deberían protestar ante Cristo, y no ante la Iglesia que es fiel a sus palabras.

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26.12.14

Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

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8.08.14

Sobre el libro-entrevista al cardenal Müller

Como informamos hace casi un mes -algunos parecen haberlo descubierto ahora-, la BAC sacó un librito-entrevista al cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A los dos días que publicáramos la noticia, me lo leí. Se tarda apenas una hora, hora y media en hacerlo, así que como se pueden imaginar, no ocupa un lugar físico importante en la estantería.

Seamos claros. El cardenal no dice nada nuevo, pero ha prestado un magnífico servicio a la Iglesia con este librito. Explica la doctrina de la Iglesia sobre el sacramento del matrimonio, su indisolubilidad, el carácter pecaminoso del adulterio -divorciados vueltos a casar-, la necesidad de no estar en pecado mortal para acercarse a comulgar, etc. Y añade, cosa que tampoco es nuevo, que ni un Papa ni un concilio ecuménico puede cambiar la doctrina de la Iglesia.

Ahora bien, las cosas se pueden explicar mal, regular, bien o muy bien. Y el prefecto las explica muy bien. Una vez que está clara cuál es la doctrina católica sobre esas cuestiones, aborda el peligro de una idea que corre libremente por el seno de la Iglesia. Y es eso de que una cosa es la sana doctrina y otra lo que la gente debe vivir, y una cosa es la misericordia de Dios por un lado y por otro lado su justicia. Dice el prelado alemán, del que les recuerdo que su opinión tiene más peso magisterial que la de cualquier otro cardenal -obviamente no más que la del Papa- debido a su cargo:

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