Bachelet, Groucho Marx y la responsabilidad de los cristianos chilenos
El genial Groucho Marx tiene algunas frases realmente antológicas. Entre ellas destaca “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros“. En España tenemos políticos, sobre todo en la derecha, que son la encarnación perfecta de dichas palabras, pero hoy me voy a referir a Michelle Bachelet, la más que probable candidata de la izquierda chilena a las próximas elecciones presidenciales de noviembre.
Doña Miguelina acaba de asegurar que eso del matrimonio homosexual no lo veía claro hace unos años, pero ahora está totalmente a favor. Dice la mujer: “He cambiado de opinión, las sociedades evolucionan“. Y ciertamente tiene razón. Las sociedades evolucionan. Otra cosa es que lo hagan para bien o para mal. La Alemania de la década de los años 20 del siglo pasado no era la misma que la de dos décadas después. Había evolucionado. Y la Rusia del año 2013 no es precisamente la misma que la de hace 30 años.
El problema es cuando la evolución va encaminada a desnaturalizar algo tan fundamental como la institución familiar. Convendrán ustedes conmigo en que no es igual creer o no creer que el matrimonio es lo que siempre ha sido en todas las civilizaciones habidas desde los albores de la humanidad hasta ahora. A saber, la unión entre un hombre y una mujer. Se ha dado la variante de la poligamia, consistente en que un hombre tenía varias esposas, pero en todo caso no se alteraba la condición sexual de los contrayentes. Uno de sexo masculino y otro del sexo femenino. Llamar matrimonio a lo que jamás ha sido matrimonio es dar un giro radical a la concepción sobre una de las instituciones básicas, por no decir la más fundamental, de la sociedad.

Llevamos unas semanas en la que se producen constantes debates en los medios de comunicación sobre la asignatura de religión en España. Ayer mismamente vi uno en Intereconomía TV, en el programa el Gato al Agua. El opositor a la asignatura es el ya archiconocido profesor universitario Pablo Iglesias, que haciendo honor a su nombre es política y socialmente más rojo que el planeta Marte. Entre sus muchas proezas está la de alentar a las muchachuelas que
Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia en España, ha estado hoy especialmente feliz en el Congreso al recordarle al socialista Madina, futuro ZP bis, que el PSOE se opuso a que las mujeres pudieran votar en España en tiempos de la II República y los demócratas a la abolición de la esclavitud en EE.UU.
Doña Ana Botella, alcaldesa de Madrid, es católica practicante. Cosa no muy habitual en la clase política de este país, a la que no se acostumbra a ver en Misas y comulgando. No sé de ningún estudio que indique si el porcentaje de diputados, senadores, alcaldes y concejales católicos practicantes es similar, inferior o superior al de ciudadanos de este país. En todo caso, sería altamente deseable que los políticos católicos ejercieran de tales. Y, salvo excepciones que confirman la regla, no ocurre tal cosa. Al menos de forma notoria.
La colonia de Plymouth fue la primera establecida por ciudadanos británicos en lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos. Los peregrinos llegados a tierras americanas en el barco Mayflower, decidieron firmar un pacto, cuyo texto es el siguiente:


