¿Para cuándo un repudio público de la Iglesia hacia el parlamento europeo?
La noticia es de las que pone los pelos de punta a los que creemos que la mayor lacra en la historia de la humanidad es el aborto:
El pleno del Parlamento Europeo (PE) reclamó ayer que se garantice a las mujeres “un acceso fácil a la anticoncepción y el aborto” con el fin de que tengan “el control sobre sus derechos sexuales y reproductivos". La petición de los eurodiputados está recogida en un informe sobre la igualdad de sexos aprobado hoy con 381 votos a favor, 253 en contra y 31 abstenciones.
Ante un hecho así, la Iglesia puede tomar varias actitudes:
1- Mirar para otro lado y no darse por enterada.
2- Emitir una nota de queja diciendo que así nos va a ir muy mal y que tal, que cual, que si esto y que si aquello.
3- Condenar abiertamente al Parlamento europeo, acusándole de complicidad con el genocidio y de tener una catadura moral no superior a la de los nazis y los dictadores comunistas.
Creo que el primer punto debe ser descartado. En los próximos días habrá algún tipo de comunicación de la Santa Sede en relación con esta proposición aprobada por el parlamento europeo. Una proposición, dicho sea de paso, que no tiene ningún efecto “real", pues no deja de ser una declaración de intenciones. Lo cual no disminuye en nada su gravedad. Si ese parlamento tuviera capacidad real de imponer el aborto libre en los países europeos donde todavía no es legal, nadie dude que lo haría.
Me temo que tampoco asistiremos a lo que describo en el punto 3. A día de hoy todavía no se ha producido un enfrentamiento abierto, duro, frontal y descarnado entre la Iglesia y el sistema político que alienta la ejecución de millones de inocentes en el seno materno. A pesar de las críticas, se mantienen las formas. El problema es cuando la moderación en las formas sirven para aguar el fondo. Si seguimos el ejemplo del Señor, vemos que ante asuntos muy importantes, el “perder las formas” es una manera eficaz de transmitir un mensaje claro e inolvidable. Si el Señor usó el látigo y la voz para desmontar el negocio de los cambistas en el Templo, no veo por qué la Iglesia no puede usar su voz como un látigo que busque derribar el negocio de la cultura de la muerte en las instituciones que representan a los pueblos.