Masiá se mofa de sus superiores en la Compañía de Jesús y de toda la Iglesia
Lo del todavía jesuita Juan Masiá Clavel es de traca. Hace unos días aseguró en su blog que su superior en Japón le había pedido que acabara con sus actividades periodísticas en España. Decidió entonces dejar de escribir en su blog en Religión Digital, lo que le sirvió para llevarse el aplauso y el apoyo de todo ese sector de la Iglesia que tiene de católicismo auténtico lo que yo de cienciólogo. Pero como está claro que la cabra tira al monte, Masiá no ha podido resistir la tentación de aparecer en Santander para ejercer de estrella más fulgurante de la galaxia de los defensores de la cultura de la muerte en este país. El doctor Montes, que de eso sabe mucho, no dudó en invitarle a su curso de verano en la Universidad Internacional Menédez Pelayo. Y es que en relación a la defensa de la dignidad de la vida humana, Montes y Masiá son como Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto. El problema está en que a uno le retiraron de la dirección del servicio de urgencias en un hospital y el otro se sigue presentado como profesor de ética de una universidad católica y jesuita.
En realidad, lo que ha dicho Masiá hoy no debe de sorprender a nadie. Este jesuita se mofa de su orden, se cachondea de su Iglesia y se lanza cual vitorino recién picado contra los obispos españoles. Pero el problema no está en que Masiá sea lo que es. El problema es que la orden fundada por san Ignacio de Loyola no le haya puesto en la puñetera calle hace tiempo. Masiá, como he dicho en repetidas ocasiones, es el síntoma de la profunda corrupción que afecta a buena parte de la Iglesia en general y a la Compañía de Jesús en particular. En cualquier otro momento de la historia de la Iglesia Católica desde su fundación hace veinte siglos, este sujeto habría sido ya como mínimo suspendido a divinis y expulsado de su orden. Pero hoy no. Hoy todavía tenemos que soportar que los medios de comunicación de toda España titulen que un jesuita apoya la eutanasia. Y eso es un ESCÁNDALO y una VERGÜENZA intolerable no sólo para todos los jesuitas, que parecen empeñados en suicidarse desde hace 40 años. Eso no lo pueden aceptar ni los obispos, ni los cardenales, ni el mismísimo Papa Benedicto XVI. Cabe por tanto apelar a Roma para que intervenga de una vez y acabe con este asunto de una vez por todas. Con Masiá no valen medias palabras. Sólo entiende el lenguaje de la disciplina. Vuelvo a repetir que el ciudadano Juan Masiá Clavel es libre para opinar lo que le apetezca sobre el aborto, la eutanasia y el lucero del alba. El sacerdote y jesuita Masiá no es libre para hacer lo mismo.