InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

11.02.15

Es otro evangelio, por tanto, anatema

Aquellos que predican contra la Escritura y afirman que vivir en adulterio no es siempre pecado… 

Aquellos que predican contra las palabras de Cristo y dicen que no son adúlteros quienes se han vuelto a casar tras divorciarse de un matrimonio unido por Dios. ..

Aquellos que predican que la misericordia divina consiste en que Dios puede ser cómplice del pecado y no busca la conversión… 

Aquellos que predican que hay algo de positivo cuando dos cristianos viven amancebados, fornicando sin pasar por el sacramento del matrimonio…

Aquellos que predican que puede haber algo bueno en el pecado nefando, abominable a los ojos de Dios, consistente en mantener relaciones sexuales estables entre personas del mismo sexo…

Aquellos que predican sobre la gracia como el heresiarca Lutero, indicando que la justificación consiste en una especie de contrato legal por el cual el hombre se mantiene igual de pecador que antes de ser justificado, sin necesidad de cambio de vida… 

Aquellos que predican que se puede profanar lo más santo de la fe católica, comulgando en pecado mortal… 

Aquellos que predican que se puede conceder la absolución a quienes no tienen intención de abandonar una vida de pecado…

Aquellos que predican contra todo lo que la Iglesia de Cristo ha enseñado durante veinte siglos…

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¡Qué se habrá creído ese cardenal censor!

Allá por el año 2003, concretamente un 20 de enero, la comisión episcopal para la doctrina de la fe de la Conferencia Episcopal Española, publicó una nota sobre el libro “Dios y Jesús. Hacia una nueva comunidad”, del teólogo Juan José Tamayo. En la misma se decía:

La aportación del autor no es sino una versión renovada del antiguo error arriano: negación de la divinidad de Jesucristo, presentación de Jesús como un mero hombre, negación del carácter histórico y real de la resurrección, y de ésta como dato fundamental de la fe cristiana. Las conclusiones a las que llega Don Juan José Tamayo Acosta son incompatibles con la fe católica.

Y además se recordaba: 

Ante la repetida comparecencia de Don Juan José Tamayo Acosta en los Medios de Comunicación, mediante artículos periodísticos, entrevistas y publicaciones, la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, considera, además, necesario informar de que en la actualidad, el citado autor carece de misión canónica para enseñar teología y no ejerce la docencia en ningún Centro Superior de la Iglesia. Advertimos cómo el autor, en los últimos años, ha seguido en sus publicaciones teológicas y manifestaciones públicas una trayectoria que le aparta de la comunión eclesial, lo cual es incompatible con la condición de teólogo católico.

Es por ello que el cardenal Sistach ha prohibido dos veces (1 y 2) el uso de una parroquia católica de su archidiócesis para que el señor Tamayo pronuncie una conferencia. Don Juan José es perfectamente libre de opinar lo que le apetezca sobre cualquier tema, pero la Iglesia no acepta ni su arrianismo ni sus constantes ataques a la fe católica. Así que es lógico que un obispo no quiera que su diócesis colabore en la difusión de las múltiples herejías de ese teólogo arriano.

Ante semejante realidad, resulta sumamente aberrante que Catalunya Cristiana, semanario oficial de la archidiócesis de Barcelona que se distribuye además en el resto de diócesis catalanas, haya tenido el descaro de ir a entrevistar a Tamayo y darle una página entera. No cabe la menor duda de que semejante acto es una provocción directa al cardenal Sistach. Además, pública y notoria. “¿Usted le censura?, ¡Nosotros le ponemos mesa, mantel, focos y espacio en nuestro medio!".

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1.02.15

La Iglesia, hospital del alma, no cementerio

Hay dos frases que pueden parecer lo mismo pero no lo son:

1- Ser católico no es una simple adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

2- Ser cristiano no es una adhesión intelectual a una serie de artículos de fe expresados en el credo o en el catecismo. 

La única diferencia entre ambas afirmaciones es la palabra “simple". Que podría ser también “solo". Pero esa diferencia es fundamental para comprender lo que lleva viviendo la Iglesia desde hace décadas. Son multitud los bautizados que creen que la frase correcta es la segunda y no la primera. Craso error. Momumental error. Peligrosísimo error. Ellos piensan que se puede ser católico y no aceptar puntos esenciales de la fe y la moral católica. Es más, creen que la Iglesia debe renunciar a esos puntos, o modificarlos radicalmente, para ponerse más a tono con la sociedad, con el mundo, para atraer a los jóvenes, para ser un verdadero hospital de campaña.

Esa mentalidad es más propia de quien no ha entendido no solo en qué consiste ser católico, sino qué es ser cristiano. Desconocen algo tan elemental como el hecho de que Cristo vino a salvarnos precisamente del pecado, del error, de todo aquello que nos separa de Dios. Y que tal cosa solo puede hacerse desde la raíz del corazón de los hombres.

De poco vale que uno no adultere si tiene el corazón lleno de deseos adúlteros. De poco vale que uno no mate al prójimo si tiene el corazón podrido de odio hacia el vecino. De poco vale ser como el joven rico, que no adulteraba, no mataba, no robaba, no decía falso testimonio y además honraba a su padre y a su madre, si el Señor no ocupa el primer lugar en nuestro corazón, de forma que estemos dispuestos a dejarlo todo en caso de que Dios nos lo pida. La letra no da vida. El Espíritu santo sí.

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3.01.15

Jóvenes católicos en defensa de la fe atacada por su obispo

Hace unos días el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, hizo unas declaraciones totalmente incompatibles con la doctrina moral de la Iglesia referentes al matrimonio y a la vida sexual. Entre otras lindezas, dijo:

«Debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia»

No hubo una reacción inmediata de la Santa Sede. Nada. Pero además de la Santa Sede, existen en el mundo más de 5.100 obispos. Y que nosotros sepamos, ninguno ha manifestado públicamente que las declaraciones del obispo de Amberes eran un conjunto de graves errores contrarios a la Escritura, la Tradición y el Magisterio.

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28.12.14

El obispo de Amberes, contra la Escritura, la Tradición y el Magisterio

Si hace 40 años alguien dice que buena parte de Occidente acabaría celebrando «bodas» entre parejas del mismo sexo, nadie lo habría creído.

Si hace 35 años, tras la celebración de un sínodo de obispos católicos sobre la familia y la exhortación post-sinodal papal que le siguió, la Familiaris consortio, alguien hubiera dicho que otro sínodo hubiera emanado un «documento intermedio» que incluyera la siguiente afirmación, «sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas«, nadie lo habría creído.

Y si además esa persona hubiera dicho que un obispo católico afirmaría que «debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia«, posiblemente habría sido remitida a un psiquiatra.

Y sin embargo, hoy se celebran «bodas» entre homosexuales, el pasado sínodo tuvo una relatio post disceptacionem con el texto ya citado y el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, acaba de pedir que la Iglesia acepte esa barbaridad, sin que hasta el momento se sepa de su cese inmediato como pastor de la grey católica que tiene encomendada.

El prelado belga opina que la Iglesia necesita urgentemente encontrar una conexión con la sociedad moderna. ¿Y en qué consiste dicha conexión? En aceptar cualquier cosa que a la sociedad le parezca bien. Ahora puede ser el «matrimonio» entre homosexuales, mañana puede ser el aborto o la eutanasia, pasado mañana la ejecución de los niños ya nacidos (ver 12 y 3) y dentro de cierto tiempo las relaciones sexuales entre adultos y niños -existe un partido en Holanda que lo promueve-. Basta que algo sea aceptado por una mayoría de ciudadanos para que la Iglesia lo asuma.

Es evidente que quien afirma algo así no solo no tiene la fe católica, sino que de haberla tenido alguna vez, ha caído en la peor de las apostasías. Pero no estamos ante un seglar despistado, ante un sacerdote ingeniosamente hereje o ante un catedrático de teología a punto de ser retirado de la docencia. No, estamos ante un sucesor de los apóstoles, ante un obispo de la Santa Madre Iglesia.

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