En Lérida obedecen antes al Conseller que a Roma
Hace tiempo que el conflicto entre las diócesis de Lérida y Barbastro-Monzón a costa de los Bienes de la Franja es un escándalo que avergüenza a toda la Iglesia. La catarata de sentencias de los tribunales de la Iglesia a favor de Barbastro, a día de hoy no ha servido, a nivel práctico, para nada. Los bienes siguen en Lérida y es muy probable que sigan allí durante largo tiempo.
Como no es plan de hacer leña del árbol caído, sobre todo si está enfermo, no diré gran cosa sobre el anterior obispo de Lérida. Ya es triste pasar a la historia como el obispo que hizo lo posible y lo imposible por alargar el conflicto hasta conseguir que los políticos metieran sus narices en el mismo. Pero ya da igual. Agua pasada, no mueve molino.
El caso es que eclesialmente el caso, esta vez sí, parece cerrado. Ya no hay más recursos. La diócesis catalana acepta que la Iglesia no le da la razón. Pero ahora se refugia debajo de las faldas de las autoridades civiles para no obedecer. O sea, primero alargan el litigio y cuando consiguen que los políticos tengan “voz y voto” sobre el futuro de los bienes, se ponen detrás de ellos para decir: pío, pío, que yo no he sío.

Asisto con preocupación al conflicto que tiene lugar en la diócesis de Cartagena a costa de la titularidad de la UCAM. Aunque el cardenal Bertone dio la razón al actual presidente de la universidad, José Luis Mendoza, el obispo monseñor Reig Plá parece dispuesto a no tirar la toalla pues siente “la obligación de conciencia de defender a la Diócesis de Cartagena, cuyo cuidado pastoral le fue confiado por el Papa”.
En lo referente al ataque al catolicismo en este país, vamos a asistir en los próximos años a una comedia dramática en la que los papeles están perfectamente repartidos. IU, ERC y el BNG son los malos sin sesera que cumplen en el Congreso el rol de burros entrando en una cacharrería. Si por ellos fuera, los católicos quedaríamos reducidos al estatus de parias a los que el Estado permite, graciosamente, celebrar el culto y poco más. Dicen que quieren acabar con los “privilegios” de la Iglesia en financiación, en la enseñanza de la religión, en el régimen de conciertos con la enseñanza privada (¿visteis, queridos hermanos de la FERE?) y en materia fiscal. Eso, de momento.
Excepto para aquellos que quieren permanecer ciegos ante la evidencia, es claro que José Luis Rodríguez Zapatero quiere cambiar, y de hecho está cambiando, el régimen que nos dimos los españoles durante la Transición. El consenso alcanzado entonces está hoy hecho trizas. El esfuerzo que hicimos por enterrar las heridas del pasado y buscar un futuro en común es ya una historia pasada, digna de figurar en los libros de historia de siglos venideros pero ausente a la hora de configurar el futuro inmediato.








