Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista
No es poca cosa lo que Cristo dijo de su precursor, de aquel que, en cumplimiento de las profecías, preparaba el camino delante de Yavé. Efectivamente, el Señor dijo de Juan el Bautista: "Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11a). Impresionante, ¿no?
El caso es que la Escritura no recoge el dato de que el Bautista realizara ningún milagro. No parece que fuera un Elías ni un Eliseo, facedores o mediadores de sucesos asombrosos. Tanto que incluso los huesos de Eliseo provocaron que resucitara un muerto (2 Rey 13,21). Mas la grandeza del Bautista no estaba en las señales que le acompañaban sino en las palabras que decía y en Aquel a quien anunciaba. Siendo el más grande de los profetas habidos hasta entonces, San Juan el Bautista no era un hombre de discurso políticamente correcto. No se andaba por las ramas y llamaba al arrepentimiento de pecados. Y, oh misericordia divina y señal para el hombre moderno, hete aquí que el pueblo respondía a esa predicación dura, sin concesiones a la galería, con aristas que sin duda herían las almas orgullosas de quienes dándoselas de justos eran tan pecadores como el que más. Volvía a cumplirse lo ocurrido con Nínive y el profeta Jonás. Destinados a ser aniquilados, los ninivitas se salvaron cuando se les predicó su pecado y pudieron arrepentirse.
¿Y hoy? ¿pensamos que vivimos en una sociedad mejor que la de Nínive? ¿acaso somos mejores que los israelitas que oían la voz profética del Bautista? ¿quizás un pueblo que sacrifica diariamente ante el altar del aborto a cientos de inocentes, es mejor que aquellos pueblos que sacrificaban a sus hijos ya nacidos ante Moloc? ¿acaso en Sodoma y Gomorra aprobaron en un parlamento el matrimonio gay? ¿qué nos diferencia?